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 miércoles, 16 de noviembre de 2005  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-Es justo y necesario (como dicen los fieles en la misa cuando el cura exhorta a dar gracias a Dios) que dejemos por unos días la política para retornar a ese refugio de la poesía. Que será una forma importante, mi querido Candi, de dar gracias a Dios porque tenemos la oportunidad de dar una opinión que en este día propongo que gire en torno de... ¿El futuro de los chicos, la felicidad de ellos y el sentimiento presente de los padres?

-En un punto de su vida Borges se detiene, mira a su alrededor, piensa, se entristece y dice: "He cometido el peor de los pecados, no fui feliz". Y se reprocha que sus padres (su madre especialmente) habían deseado fervientemente su felicidad y él no los había complacido. Este es un Borges doblemente frustrado por haberse fallado a sí mismo y a quienes le dieron la vida. Alguna vez aquí reproducimos y hablamos sobre ese famoso y conocido poema. Sin embargo, no es el único poeta, ni mucho menos, que le canta a la felicidad y que exhorta a la humanidad, a través del puente que une los deseos de padres e hijos, a perseguir y alcanzar el propósito. Tengo entre mis manos unos versos del español Juan Arolas que él tituló: "Sé más feliz que yo". Lo leemos y sobre el final a usted le concedo la conclusión Inocencio: "Sobre pupila azul, con sueño leve,/tu párpado cayendo amortecido/se parece a la pura y blanda nieve/que sobre las violetas reposó:/yo, el sueño del placer nunca he dormido:/¡Sé más feliz que yo!

-"Se asemeja tu voz en la plegaria/al canto del zorzal de indiano suelo/que sobre la pagoda solitaria/los himnos de la tarde suspiró:/yo sólo esta oración dirijo al cielo: ¡Sé más feliz que yo!

-"Es tu aliento la esencia más fragante/de los lirios del Arno caudaloso/que brotan sobre un junco vacilante/cuando el céfiro blando los meció:/yo no gozo su aroma delicioso:/¡Sé más feliz que yo!

-"El amor, que es espíritu de fuego,/que de callada noche se aconseja/y se nutre con lágrimas y ruego,/en tus purpúreos labios se escondió:/él te guarde el placer y a mí la queja;/¡Sé más feliz que yo!

-"Bella es tu juventud en tus albores/como un campo de rosas del oriente;/al ángel del recuerdo pedí flores/para adornar tu sien, y me las dio;/yo decía al ponerlas en tu frente:/¡Sé más feliz que yo!

-"Tu mirada vivaz es de paloma;/como la adormidera del desierto,/causas dulce embriaguez, hurí de aroma/que el cielo de topacio abandonó:/mi suerte es dura, mi destino incierto:/¡Sé más feliz que yo!"

-¿La reflexión?

-Desde luego estamos ante un alma apenada por no haber alcanzado eso que el ser humano llama felicidad y que tiene múltiples definiciones, pero, como alguna vez lo hemos dicho, una sola verdad: la paz interior. El poeta, como todo padre o ser que ama a su prójimo y que lo ama de veras, no con ese sentimiento disfrazado que se confunde con amor, está diciendo: esa felicidad que fue mi meta no pude alcanzarla; con todo, es menester que la alcance a través de ti. Suena un tanto egoísta, pero de egoísta no tiene absolutamente nada, todo lo contrario porque de lo que se trata es de comprender la idea que no es otra que esta: aun con todas mis desgracias que cargo sobre las espaldas de mi existencia, no me será negada la felicidad si logro verte feliz. ¿Y qué significa alcanzar la felicidad a través del otro?

-Dígalo.

-Pues nada más, ni nada menos que haber concentrado en sí mismo el sentimiento más sublime, el haberse realizado casi plenamente como ser humano a través del amor, hecho que sólo se logra cuando (a pesar de todas las dificultades y angustias) uno ha participado en la tarea de la felicidad del otro. Ni remotamente esto puede confundirse con masoquismo, porque en definitiva los dos seres en cuestión se redimen y alcanzan el propósito: el uno por haber alcanzado la felicidad de acuerdo con los deseos y consejos de su padre y éste porque al fin la felicidad llega por la vía de la salvación de su hijo. Por eso el poema de Borges es muy conmovedor. No sólo el genio está apenado por él en ese momento, sino que está angustiado porque con su falta de felicidad no pudo (según él lo siente) salvar a su madre. Quisiera, Candi, decir estas últimas palabras a propósito de estas imágenes que pasaba la televisión sobre las protestas de los papás de las víctimas de Cromañón: un hombre o una mujer pueden haber padecido lo indecible, pero alcanzan la paz cuando el hijo se ve realizado como ser humano. Por el contrario, toda una vida de dicha se desmorona cuando ese ser amado entrañablemente no puede lograr la paz. Hasta mañana.

Candi II

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