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 domingo, 10 de abril de 2005  
Encuentran más de 4.600 dólares en una compraventa de ropa y los devuelven
El dinero estuvo meses depositado, dentro de una bata

Isolda Baraldi / La Capital

Los buscadores de tesoros se internan al fondo del mar para encontrarlos o hacen expediciones kilométricas en los desiertos más lejanos para alzarse con el botín. Pero ningún intrépido tiene como objetivo un local de ropa usada para probar suerte. Sin embargo un tesoro puede haber allí escondido, anónimo y oculto. Para más datos: se pueden encontrar más de 4.600 dólares en el bolsillo de una bata de hombre que saldría a la venta por pocos pesos. Esa fue la cifra de dinero que por azar encontró Claudio, de profesión peluquero, habitué de una tienda en Mitre al 1100, quien junto Edgardo, dueño del local, la restituyeron a su dueña. "Con ejemplos como estos estoy convencida de que podemos lograr una sociedad mejor, con seres humanos más solidarios y honestos", dijo a La Capital Patricia Gieco, la dueña del dinero. "De ninguna manera me podría haber quedado con algo que no era mío", afirmó Edgardo. Pasen y vean: una simple y exótica historia de honestidad.

Patricia, una rosarina que trabaja como maestra especial, tenía mucha ropa en desuso, que decidió regalar entre amigos y gente humilde. Pero hubo prendas, como una bata en buen estado, que nadie eligió.

Con un paquete bajo el brazo ingresó en diciembre pasado a vender las pertenencias que le quedaban. Edgardo revisó las prendas, las tasó y ambos hicieron la transacción comercial, una de las tantas que se hacen diariamente en ese local. Como la ropa era de invierno se la llevó al depósito de la tienda y allí quedó hasta hace unas semanas.

"Empezamos a bajar la ropa de estación, que primero ponemos en cajas, y luego las lavamos y planchamos, es de rutina", desgranó Edgardo. En esa instancia Claudio, cliente de muchos años, revisó entre la ropa que se pondría a la venta en pocos días y le llamó la atención una bata.

Fue así que encontró en un bolsillo un fajo importante de billetes verdes y se acercó a Edgardo y se lo entregó. "Primero pensé que eran falsos, una imitación, o esos billetitos de un dólar de la suerte que muchas personas tienen", contó. Pero luego fue al baño y verificó que los verdes eran reales y varios miles.

En efecto, eran billetes que el fallecido papá de Patricia había guardado en la bata, escondite que no llegó a revelar a su hija.

"Tal vez en otro momento de mi vida no los hubiera devuelto, pero desde que abracé a la religión cambié, mi corazón es otro y nunca podría quedarme con algo ajeno, más allá de que no era poco dinero. Este es un gesto que tiene que ver con Dios", afirmó Edgardo con sencillez.

Pero su actitud tiene un plus. Más allá de que nadie sabía que el dinero estaba allí, de que nunca nadie lo reclamó y de que estaba en su propio local, hubo que hacer otros trámites para encontrar a la dueña. Es que junto con el dinero había un recibo de una financiera a nombre del papá de Patricia, y de sus dos hijos.

Edgardo y su madre no dudaron, fueron hasta el comercio, pidieron los teléfonos de las personas que figuraban en el recibo y así encontraron a Patricia, a quien le anoticiaron que tenían los más de 4.600 dólares que le pertenecían para entregárselos.

"El lunes pasado recibí un llamado de estas personas y me dijeron lo que había pasado. La llamada me sorprendió mucho porque esta cosas no son habituales, pero mayor fue mi sorpresa cuando los dueños del local rechazaron mi intención de gratificarlos por este gesto", agregó Patricia.

Tanto Edgardo como su madre, Graciela, son cristianos evangélicos y con esa firme concepción devolvieron el dinero y no aceptaron ninguna recompensa. "En realidad es lo que todos tenemos que hacer, pero yo creo que es la acción de Dios la que puede cambiar el corazón de los hombres, mientras cada uno no cambie su corazón esto no va a cambiar", pontificó Edgardo.

Pero Patricia tiene una visión más esperanzadora. Ella misma asegura que los valores sólo se adquieren "en base a las renuncias y sacrificios, sin necesidad de que estos gestos se publiquen o den a publicidad". Pero en este caso, quiso agradecer a estas personas.

"En los tiempos en que vivimos, donde faltan ideales, metas notables por las que luchar, puntos de referencia trascendentes, este es un gesto esperanzador, donde hay gente como Graciela, su hijo Edgardo y también Claudio, que ponen en ejercicio la ética y la moral", destacó la mujer con emoción. Por lo demás, Edgardo insiste en que fue un acto que debería ser cotidiano, aunque admitió que con semejante cantidad de dinero en la mano las tentaciones no son pocas. "Claro que se te pasa todo tipo de ideas por la cabeza; pero bueno, no podría disfrutar de un dinero que no es mío, que no me lo gané", confesó.
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Edgardo abrazó una religión y hoy dice que devolvió el dinero "como un gesto de Dios".



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