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 sábado, 09 de abril de 2005  
Un gigante de la historia
Imponente despedida al Papa en un funeral que conmovió al mundo
Líderes mundiales y una multitud de fieles participaron en la ceremonia, vista por dos mil millones de televidentes

El papa Juan Pablo II fue despedido ayer por reyes, presidentes, primeros ministros y religiosos en un funeral en la Plaza de San Pedro que atrajo a Roma a cuatro millones de personas y se convirtió en las exequias de mayor magnitud en los dos mil años de historia de la Iglesia católica.

Alrededor de un millón ochocientos mil fieles siguieron el funeral. Al menos 300.000 llenaron la plaza y la Vía de la Conciliación y otro millón y medio lo vieron en 27 pantallas gigantes. Una audiencia récord, estimada en 2.000 millones de televidentes, miró la ceremonia en todo el mundo.

Un ruidoso aplauso resonó cuando el ataúd de Juan Pablo II, adornado con una cruz y una M -por la Virgen María, a quien encomendó su papado- fue llevado a la Plaza de San Pedro y depositado frente al altar. El viento movía las hojas de un Evangelio abierto sobre el ataúd.

Luego de una misa de réquiem que se extendió tres horas, las campanas de la plaza comenzaron a tañir y doce silleros con guantes blancos, moños blancos y trajes oscuros de cola ingresaron el féretro en las Grutas Vaticanas a través de la puerta de Santa Marta.

El Papa, fallecido el sábado pasado, fue enterrado ante unos pocos cardenales y monjas a las 14.30 hora local (9.30 en Argentina) en las Grutas Vaticanas, debajo de la basílica, en la cripta donde estuvo el cuerpo de Juan XXIII y cerca de la tumba tradicional del apóstol San Pedro, el primer Papa (ver aparte).

La basílica de San Pedro estará cerrada hasta hoy a las 7 hora local y recién "en algunos días" el Vaticano dirá cuándo se podrá visitar la tumba de Juan Pablo II, dijeron el vocero vaticano, Joaquín Navarro Valls, y su vice, Ciro Benedettini.


Una misa emotiva
El cardenal alemán Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio y considerado entre los probables sucesores de Juan Pablo II, presidió la misa y se refirió a Karol Wojtyla como "nuestro difunto Papa amado".

En la homilía, evocó pasajes de la vida del Pontífice desde sus jóvenes días de obrero en la Polonia ocupada por los nazis a sus últimas jornadas como jefe de más de mil millones de católicos.

"Ha ofrecido su vida a Dios, a sus ovejas, sobre todo en la prueba más difícil de los últimos meses", dijo Ratzinger en clara referencia a la larga enfermedad que apagó la vida de Wojtyla.

Los fieles interrumpieron la misa al menos diez veces con sus aplausos y cánticos. Hacia el final del servicio, miles volvieron a forzar la interrupción de la ceremonia cantando "Santo súbito" (Santo Pronto), exigiendo la canonización de Juan Pablo II.

"No olvidaremos nunca el último domingo de Pascua de su vida, cuando el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se asomó una vez más a la ventana del Palacio Apostólico y dio por última vez la bendición urbi et orbi", dijo Ratzinger.

"Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana del Padre, nos ve y nos bendice", agregó.

Muchos de los creyentes congregados en la Plaza de San Pedro se arrodillaron y lloraron. También se pudieron ver lágrimas en los rostros del rey español, Juan Carlos I, o del ex mandatario norteamericano Bill Clinton, dos de las personalidades que asistieron a la ceremonia.

Representantes de unos 200 países asistieron a la misa, entre ellos los presidentes de Estados Unidos, George W. Bush, y Francia, Jacques Chirac, y los jefes de gobierno británico, Tony Blair; alemán Gerhard Schroeder, e italiano, Silvio Berlusconi.

La comitiva oficial argentina estuvo encabezada por el vicepresidente Daniel Scioli e integrada por el canciller Rafael Bielsa y el secretario de Culto de la Nación, Guillermo Oliveri.

Como tributo póstumo al Papa, kefiah sauditas y turbantes negros iraníes se mezclaron con kippa judíos, y, por primera vez, el presidente israelí, Moshe Katsav, estrechó la mano de Bashar Assad y Mohammed Jatami, sus pares de Siria e Irán, dos enemigos de Israel.

Líderes religiosos de las iglesias católicas orientales, cristianos luteranos, anglicanos y del rito ortodoxo griego, así como clérigos musulmanes, rabinos judíos y monjes budistas, se sumaron en el funeral.

La vida pareció detenerse en Roma por el masivo funeral y por las extremas medidas de seguridad adoptadas para proteger a los invitados y a los millones de fieles.

Italia cerró su espacio aéreo y desplegó baterías de misiles antiaéreos en lugares no revelados. Barcos militares patrullaban el río Tíber y la costa del Mar Tirreno frente a Roma y cazas de combate y helicópteros, apoyados por un avión de vigilancia de la OTAN, sobrevolaban la ciudad.

El Colegio de Cardenales se reunirá a partir del 18 de abril próximo para iniciar el cónclave en el que elegirá al sucesor de Juan Pablo II, quien será el Papa número 265 desde el Apóstol San Pedro. (AP, DPA y Télam)
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La Plaza de San Pedro, desbordada por los fieles.

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