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 domingo, 03 de abril de 2005  
Nota de tapa: Las lecciones de la guerra
Malvinas, la historia que nunca se termina de narrar
Pasaron ya 23 años desde que la dictadura militar buscó en la recuperación delas Islas Malvinas el apoyo a su gobierno. Hoy los ex combatientes analizan lo ocurrido y su impacto

Paola Irurtia - Lisy Smiles / La Capital

Por momentos piden disculpas porque no se acuerdan bien las fechas o los nombres, dicen que los héroes son los que murieron y que ellos son sobrevivientes, que ya no sirve contar y volver a contar si mataron uno, dos o tres ingleses, sino que lo que sirve hoy es transmitir "la causa Malvinas" -como ellos la llaman- para que el padre de familia que tiene trabajo pueda cobrar una jubilación de mil pesos o la maestra que lucha cobre 1.500. Señales entrevistó a ex combatientes que viven en Rosario y pisan los 40, y que por entonces tenían entre 18 y 20 años. Aseguran que estas dos décadas que pasaron les sirvió para darse cuenta que Malvinas es una parte de la historia argentina que les tocó vivir -no por ser los mejores sino porque les tocó-, se quiebran cuando recuerdan a sus padres en el momento de la convocatoria, mastican bronca por la humillación que padecieron dentro de las distintas fuerzas a su regreso y no quieren vivir en el pasado, defienden su presente y miran en sus hijos la cara del futuro.

Rubén Rada es el presidente del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Rosario. La convocatoria del Ejército para la guerra lo encontró en su casa de barrio La Lata, meses después de haber terminado la colimba en Monte Caseros, Corrientes. A Ariel Bustamante no tuvieron que ir a buscarlo. Cumplía por entonces la instrucción militar obligatoria en el Regimiento de Infantería de Marina de Río Grande, en Tierra del Fuego. Ricardo Triay y Antonio Pérez habían elegido la carrera militar, que abandonaron al volver de la guerra. Marcelo Pérez era miembro de la Armada por amor a los barcos y fue maquinista en el crucero General Belgrano.


El llamado
  • Rubén Rada: Dos días antes, el 30 de marzo (de 1982) estaba en la marcha de la CGT (hubo un muerto, muchos heridos y más de dos mil detenidos) que se hizo hacia plaza de Mayo, yo era militante. Fue cuando rompieron la vidriera de Modart, nos metieron pintura roja, entonces fuimos a la casa de un compañero en Retiro para sacarnos la pintura porque si no nos agarraban los federales. Llegué a la madrugada a Rosario. La mañana del 2 de abril mi mamá me llamó: "¡Despertate, tomaron las Malvinas!" Vivía en barrio La Lata, en una prefabricada. Me levanté, hice el mate y me puse a ver tele. El aparato estaba de espaldas a un ventanal cuando vi que llegaba el camión del Ejército con un papelito. Justo entraba mi viejo, que había sido un peleador de los milicos, pero me preguntó: "¿Vas, nocierto?" Porque estaba en juego el honor del apellido. No fuimos por una junta militar a Malvinas.

  • Ariel Bustamante: A mí me toca el servicio en el Batallón 5 de Infantería de Marina, la base está en Río Grande, Tierra del Fuego. Me fui en septiembre del 81 y no volví a mi casa hasta septiembre del 82. No vi ni a mi vieja, ni a mi familia ni a nadie. No volví nunca en un año. Y ahí, sobre eso, me toca la guerra. Donde estaba yo en esa época no había ni teléfono. No había celular, no pude comunicarme antes de ir.

    El 2 de abril yo estaba en la frontera con Chile. No sabía lo que pasaba, porque estábamos de campaña. Cuando volvemos al batallón veíamos algo raro, movimientos y ahí nos reúnen en la plaza de Ma... (lapsus) Armas y nos dicen que se había tomado Malvinas. Dijeron que si alguno no quería ir dé un paso adelante, y nadie lo dio, todos fuimos. Fuimos los primeros que llegamos y estuve hasta lo último, también estuve prisionero. Nuestro batallón después fue el último que se rindió en combate.

  • Antonio Pérez: Yo era suboficial del Ejército, me recibí en noviembre del 81. A mí el 2 de abril me agarra recién recibido.

    El 4 me mandan a mi casa, en Villa Gobernador Gálvez y mis viejos me preguntaron si yo iba a ir. Mis padres son paraguayos. Mi vieja se puso a llorar, y mi papá se puso contento. Es que la historia de mi familia viene de guerreros. Mi abuelo peleó en la guerra de Paraguay con Bolivia, mi papá estuvo en la revolución y a mí me tocó Malvinas. El destino, ¿no?

  • Marcelo Pérez: Yo decidí entrar en la Armada porque tengo una terrible debilidad por los barcos. Soy marplatense. Cuando era chico me colgaba de la barranca que está al lado del Golf Club de Mar del Plata para ver los submarinos que están en la base naval. Hace poco, llevé a mis hijos a ver la base desde el mismo lugar que yo lo hacía. Mi delirio era y es navegar, sobre todo en esos barcos de guerra. Era cabo segundo maquinista de la Armada. El 2 de abril me agarró ayudando a abastecer el buque San Antonio (un buque tanque desembarco).


    La guerra
  • Marcelo Pérez: El día antes de la marcha de la CGT en plaza de Mayo nos reunieron a todos en el comedor del crucero, que estaba en Bahía Blanca. Entonces se habló no de ir a Malvinas, sino que era muy posible que estuviéramos alistando el barco para desembarcar o llevar tropas a Buenos Aires. Me entero por uno de mis camadas (camaradas), que las hipótesis eran plaza de Mayo o Malvinas.

  • Rada: Me ibas a reprimir a mí.

  • Marcelo Pérez: Esto es tremendo.

    Zarpamos el 16 de abril para Ushuaia. Ahí nos fuimos a la Isla de los Estados, fondeamos durante un día entero y ahí nos dirigimos con el Bouchard y el Piedra Buena hacia Malvinas el día 28. Y... y... ¿ahora tengo que contar lo del Belgrano?

    (Silencio. Intenta retomar el relato y otra vez silencio).

  • Rada: Al llegar a Malvinas la sensación fue: nos bajamos acá, estamos un par de semanas, y viene el Papa, Naciones Unidas, todo se arregla y nunca va a haber un tiro. Hasta que empezaron a caer las bombas. Las muertes en la guerra no son como los tiros en la calle: los tenés que juntar con cucharita. Los milicos lo explican, el médico te lo explica: cuando vos llegás al conflicto boludeás las dos primeras semanas aunque hay tiros. Lo mismo pasa cuando termina la guerra, quedás tres semanas más en guerra, quedás alterado, explota un globo y saltás, un trueno y te tirás de la cama.

    Mi compañía y mi regimiento tiene, en porcentaje, más cabos y subtenientes muertos que cualquier otro regimiento. Morían muchos porque iban con el soldado al frente. Si la bomba cae no pregunta qué sos. Estuve en trincheras. Mi regimiento tiene 40 muertos. A mí nunca me estaquearon, me agarran prisionero con dos oficiales, a uno lo matan y a otro lo hieren.

  • Bustamante: Lo que pasé en la isla es para una historia larga. Estuve en combate, después caí prisionero y viví muchas cosas fuertes. Yo le salvé la vida a un suboficial, que era mi suboficial. Cae herido por esquirlas y eso está documentado en un libro o una revista. Yo no lo contaba, pero él lo hizo, por eso ahora sí lo digo. Hay muchas cosas que uno no cuenta. Nunca más lo volví a ver.

  • Antonio Pérez: Yo fui encargado de pelotón, primero fui como jefe de comunicaciones con 12 soldados, después me asignaron un cañón antiaéreo que disparaba 1.100 disparos por minuto. Era el más joven, tenía 18 años. Yo voy a contar una historia... el primer avión que bajé fue un avión argentino. Una de las cosas que me marcó es que no pude volver con todos mis compañeros (se quiebra), perdí tres soldados. Es que uno va con responsabilidades...


    El regreso
  • Rada: Cuando volví de Malvinas me dieron el DNI (cuando son convocados se los retiran hasta que les dan la baja), me dijeron media vuelta, march y que tenía dos psicólogos asignados: "uno tu mamá y otro tu papá. Si conseguís laburo, lo conseguís y sino, arreglatelá". Eso fue todo lo que me dieron las fuerzas armadas, que fueron el primer desmalvinizador que tuvo la Argentina. Con eso que hicieron, el primer año se suicidaron cerca de 80, los 5 siguientes la cifra llegó a 200 y al día de hoy son más de 300. A esos dos psicólogos que asignaron ellos, algunos ya no los tenían.

    Nos bajamos en los desembarcaderos Aluar, de Puerto Madryn, nos dieron cartulinas para que peguemos en las ventanillas de los colectivos y nos llevaron para Rawson. Sentíamos el griterío de la gente, había dos millones de personas. Había un gordito con una bolsa de harina que llevaba cartones de cigarrillos. Nos gritaba "todo mi sueldo compré" y lloraba y nos tiraba por la cabeza para que fumemos. Las mujeres nos besaban en la boca. "Volvieron" decían, y lloraban. Y yo dije: "Mirá el pueblo". Por eso tenemos algo especial con la gente. Yo sé que perdí una guerra y el pueblo nos recibió como si hubiéramos ganado.

    Decían que íbamos a hablar pavadas, nos engordaron. Después nos mandaron a Monte Caseros. Nos esperaba una autobomba de bomberos con sirena y el pueblo en la calle. Cuando la gente empezó a contar los vagones y le faltaban 4 o 5 -por los pibes muertos, o los heridos que no habían llegado- se empezó a armar quilombo. Ahí nos fuimos todos, nos colamos en el tren y nos volvimos. Llegué a mi barrio, La Lata. Salió toda la gente a la calle, tiraban tiros, y mi vieja salió llorando. "Volvió Rubén, volvió Rubén", eso no me lo voy a olvidar nunca, (se quiebra). Lo fuimos a buscar a mi viejo, el orgullo que tuvo siempre mi viejo...

  • Bustamante: Me volví a Ushuaia el 20 de junio, en el Almirante Irizar. Pero la guerra terminó en junio y yo volví a Rosario en septiembre. Me tendrían que haber dado la baja ahí no más, para irme a mi casa a ver mi vieja, por lo menos. Cuando logramos hablar por teléfono, mi viejo preguntaba si me faltaba una pierna y lo preguntaba mil veces, no me creía que estaba entero. Es que en mi barrio (Plata, Ovidio Lagos al 5.200) la gente decía que yo había muerto, hasta decía que ya les habían mandado una bandera. Imaginate cómo habrán vivido ellos eso, yo me enteré después.

    Volví a mi casa y a mi vieja no le pude ni avisar. Le golpeé la ventana, estaba durmiendo. Le gritaba: " ¡Mamá, soy yo!" Y eso te queda, te queda.

  • Antonio Pérez: Cuando llegué a Mar del Plata, una familia me cobijó, me dio de comer, pero tuve gastroenteritis porque no estaba acostumbrado a comer así. Me vine a mi casa, en Villa Gobernador Gálvez, y estuve 15 días en cama con inyecciones. Después volví al cuartel, me dieron otros 15 días de licencia y volví a mi casa y me agarré una bronquitis aguda, así que me pasé otras dos semanas tirado. Los nervios...

    Lo primero que hice cuando vine a casa fue terminar la secundaria en un Eempa y después entré al Swift a trabajar y me echaron. Yo estudiaba en la Facultad de Ciencias Económicas, le hice paro al Swift cuando me faltaba una semana para ser delegado y me echaron. Y ahí me dijeron: "Sos zurdo, porque estudiás en la facultad. ¿Sabés qué ganaste con esto? Que de aquí en más vamos a tener que tomar gente de Corrientes y de Chaco, que no tienen estudios, trabajan 12 horas y no dicen nada". Malvinas te deja eso, hay que estudiar, para sacar todo esto adelante.

    Me casé, estuve desocupado, mi señora es maestra. Después que me echaron, juré no trabajar más para un patrón. Me embarqué en los taxis, durante 12 años, y ahora estoy desocupado. Milito en el centro. Cuando caí, hace seis años, no quería saber nada de Malvinas. No quería hablar, ni cobrar mi pensión, no quería nada. Ahora es mi segunda casa. Si no pudiera venir, me muero.


    La decepción
  • Antonio Pérez: Me iba a ser desertor y tuve un tío, que fue como un padre, que me dijo: "Vos entraste por la puerta grande, tenés que irte por la puerta grande". Bueno, a todos los oficiales que me sancionaron les hice juicio, en la justicia militar, porque los días de arresto que me pusieron eran injustificados. Y bueno, me blanquearon mi legajo, pedí la baja y me fui.

    En un momento, los oficiales de alto rango nos echaron la culpa a nosotros de que perdimos la guerra. Primero nos discriminaban y después nos decían que teníamos que enseñar lo que aprendimos. Cuando sos oficial y das clases a los alumnos tenés que llevar un cuaderno y anotar todo ahí. Yo nunca llevaba eso, porque lo tenía todo en la cabeza. Entonces vivía a días de arresto, me sancionaban por eso.

    En la guerra éramos todos hermanos, venía el oficial y te decía: "¿Cómo andás, amigo?", tomábamos mate y cuando volvimos al continente era: "Venga para acá, vaya para allá, haga esto y haga lo otro" y se terminó esa amistad.

    Tuve un sargento en la escuela que me dijo: "Ojalá que nunca te toque una guerra, porque te vas a dar cuenta lo que es el Ejército". Y me tocó, y ahí me di cuenta que el Ejército no era lo que habían enseñado en la escuela.

  • Rada: Nosotros fuimos a pelear con fusiles. Yo tenía uno con culata de madera, modelo 58, más viejo que yo, que tenía apagallamas. Entonces de noche tiraba yo, porque la mayoría no lo tenía y cuando tiraba un compañero delataba la posición. Cuando llegamos (de vuelta al batallón de Monte Caseros) había cajas con fusiles automáticos, que son más livianos, apagallamas, pintados para que no se herrumbren, modelo 82, que habían hecho en la fábrica militar de Rosario. Entonces dijimos: "Nos agarraron para la joda".

  • Ricardo Triay: Yo cuando volví decidí irme de baja. El cabo, el sargento, el subteniente y hasta alguno con un poquito más de categoría iban al frente. El general Parada andaba en botas lustradas, bien abrigadas. Me vio a mi con barba y me puso tres días de arresto. Cuando terminó la guerra me tomaron como rehén y volví al continente un 14 de julio. Llegué a Curuzú Cuatiá y me hizo cumplir los tres días de arresto. Ese fue uno de los motivos que me llevó a pedir la baja.

    Tenía el grado de cabo; cuando volví de Malvinas, en la fuerza había un enfrentamiento entre los que fueron a la guerra y los que no fueron. Un coronel no podía aceptar que un cabo haya ido a la guerra. Yo no había ido a Malvinas para que después volviera a esa estupidez de pintar los árboles y esas taradeces. Yo venía con otras ideas.

  • Marcelo Pérez: Yo terminé cortando yuyos en la base de petróleo de Puerto Belgrano, eso fue una cosa totalmente estúpida. En realidad siempre fui un desastroso militar pero un muy buen navegante. Además vivíamos en una nube de pedo. Cuando me di cuenta que había estado en la Esma en el 83, que estábamos entre estos degenerados, genocidas hijos de mil putas, empezamos a hacer cualquiera adentro de la Armada. Me fui de baja en el 84, porque antes no me dejaban ir.

    Un día, creo que en el 83, vinieron en el operativo Unitas dos barcos brasileros y nos pusimos a hablar con ellos, y los maquinistas tenían un sindicato. "¡Ajaaaaa!" dije yo, esta es la mía y quise armar un sindicato. ¿Te imaginás? 40 días en cana por subversión adentro, fue una cosa loquísima. Son unos tarados, yo no puedo evitar decir que los militares son unos tarados. Estos muchachos no entendieron nada, los actuales militares, no quiero involucrar a todos porque no puede ser, no pasaron hambre, no pasaron tener que hacer cola en el dispensario a las 3 de la mañana para llevar a un hijo al médico. Ellos siempre mantuvieron la obra social, sueldos, casas, sus médicos, hospitales.


    Secuelas
  • Rada: Mi viejo, según los médicos, engrosó otra parte de la que nunca se habló, Un cinco por ciento de los padres de los combatientes de Malvinas falleció después de la guerra de un ataque al corazón. El médico explica que la madre llora, y el macho no. Mi viejo se iba al pasillo.

    Después están las secuelas por estar cerca de material bélico. Las bombas no llevan flores adentro. Hay compañeros a los que se le cae la piel, otros con hijos que tienen malformaciones y entre estos casos hay muchas coincidencias que estamos investigando.

  • Bustamante: Yo cuando volví a mi viejo prácticamente no lo conocía porque había bajado como 15 ó 20 kilos.

  • Triay: Estuve 15 días en Puerto San Carlos y 15 días prisionero en un buque en ultramar, y mi mamá no sabía nada. Mi papá era ferroviario y entonces cuando escuchaba que venía un tren del sur con gente de Malvinas, corría por entre las vías para ver si venía yo. Al sufrimiento de mis viejos no lo voy a olvidar más.

    Fueron los chicos de la guerra, hoy son adultos y siguen creciendo en este país. Dicen que la lucha es por todos, para todos y que continúa, que ahora es por sus hijos para que no se vayan vía Ezeiza y aunque por momentos rechazan el sufrimiento de contar una y otra vez qué pasó en las islas, aseguran que sólo por ahora no quieren volver. "Con pasaporte, no. No queremos el sello de Falklands en nuestro pasaporte, en el nuestro, no. Nosotros no vamos a dejar un precedente, porque el imperialismo nunca deja un precedente. Para nosotros no es Falklands, es Malvinas".


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    "Queremos contar la historia que nadie cuenta, la verdad", dicen los ex combatientes.

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