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 miércoles, 23 de marzo de 2005  
Opinión: Falta saber cuándo fusilarán a un referí

Sergio Faletto / La Capital

Los árbitros se equivocan y es lógico que así sea. Pero determinados sectores de poder han decidido que los errores coticen en bolsa. Entonces, de acuerdo a sus antojadizos parámetros, los jueces podrán ser ascendidos hasta la corte suprema celestial o destituidos y encarcelados por mala praxis.

Si un error arbitral perjudica a un equipo del interior, el desempeño ni siquiera amerita el mínimo análisis y el mercado de valores no se altera. En caso de que el damnificado sea un equipo bonaerense de escasa convocatoria, las repercusiones ni siquiera alcanzan a constituir un comentario. Ahora, si el perjudicado es alguno de los equipos que integran una segunda línea en la consideración del establishment, llámese Racing, San Lorenzo o Independiente, ahí ya aparecen algunas corridas cambiarias y la anécdota se corporiza en una serie de cuestionamientos. Entonces el árbitro en cuestión es destratado y su nombre se emparenta casi con el del más renombrado estafador.

Pero el delito mayúsculo e imperdonable para los pontificadores de turno es que el referí lesione el núcleo del poder de este fútbol-negocio, es decir River o Boca. Ahí el crack es total. En ese caso el referí es considerado el peor de todos y su castigo debe rozar la extradición.

Esto, aunque parezca una exageración, no lo es. Oscar Sequeira sufre una campaña mediática porque el domingo osó cobrar un penal en contra de River y además le anuló un gol.

Dos instancias del juego que bien pudieron ser mal sancionadas, pero que de ninguna manera justifica la beligerancia de determinados analistas. Porque esos mismos especialistas de la retórica nada dijeron cuando Central y Newell's padecieron errores inclusive mucho más gruesos que los registrados el domingo en La Plata. Y cuando ante situaciones parecidas la opinión es tan disímil, está claro que las palabras son moldeadas por intereses ajenos a la voluntad de hacer justicia.

Fue tan brutal y explosivo el tratamiento que cierta prensa porteña le dispensó a Sequeira, que no sólo se puso bajo la lupa sus aptitudes físicas sino también las morales. Y aquí radica la gravedad de lo que sucede en torno al arbitraje, porque se transgredió una frontera de la cual será difícil retornar.

Es que con este discurso reiterado vaciaron de contenido al error humano. De ahora en más todo estará bajo sospecha. Los hinchas tendrán el derecho de afianzar el pensamiento de que los árbitros son influenciables. De una u otra manera.
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