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 domingo, 06 de marzo de 2005  
candi
Charlas en el Café del Bajo
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-Cuando se produjo el aniversario de la liberación de las víctimas de Auwischtz, yo dije aquí Inocencio que el judaísmo y muchos no judíos no perdonábamos a quienes provocaron el holocausto, es decir la matanza impiadosa, espeluznante, de millones de judíos e incluso no judíos. En ese momento di un fundamento propio de por que no se debía perdonar a quienes pergeñaron la diabólica "solución final". Dije entonces que el mal era una abstracción, no un ser humano y que por tal motivo no podía ser perdonado. Dije también que no obstante ser una abstracción, el mal como fuerza poderosa -de la misma forma que el bien- podía encarnarse y bajo esta forma tampoco podía merecer el perdón del hombre.

-Los creyentes, los religiosos creen que el "Supremo Bien" puede encarnarse para llevar adelante un plan a favor del ser humano y la creación. Así por ejemplo los cristianos sostienen que Jesús fue el mismo Dios hecho carne y que muchos santos son elegidos, escogidos, por ese "Supremo Bien" o Dios para llevar adelante una obra. Por el principio de los opuestos usted sostiene que el "supremo mal", lo que algunos denominan demonio o energía del odio, tiene el poder de encarnarse o de escoger a personas para, también, llevar adelante un plan que atente contra la paz.

-Así es. Pues bien, en su momento Graciela, una señora muy católica y muy buena persona, me dijo estar sorprendida y no comprender mi postura del no perdón en el caso de los que produjeron el holocausto. Antes de avanzar sobre el tema, deseo aclarar que el judaísmo no perdona no por el motivo que yo sustento, sino por otro al que, desde luego, también adhiero: la humanidad no tiene derecho a perdonar en nombre de las víctimas. A ellas les corresponde conceder el perdón o no. Aclarado esto sigo y digo como aquella vez que Hitler y muchos de su entorno fueron el mal encarnado, fueron sin lugar a dudas la mente diabólica que pergeñó y ejecutó un plan macabro y detestable como el que nunca jamás la humanidad había presenciado: el exterminio finamente premeditado y sistemáticamente llevado a cabo de toda una raza, no ya de un grupo, sino de toda una raza ¿Cuál hubiera sido el siguiente paso del nazismo de haber triunfado? Estoy absolutamente convencido que el exterminio de todo aquello que no estuviera de acuerdo con sus principios del "no amor".

-Así es, no hay dudas de eso.

-Graciela en una carta que mandó hace un tiempo y a la que hasta hoy no me pude referir me recuerda lo que le pide Jesús en la cruz a Dios para quienes lo crucifican: "Perdónalos porque no saben lo que hacen". Voy a referirme a dos puntos de este perdón: en primer lugar aún cuando El se siente abandonado por la divinidad, porque le pregunta ¿por qué me has abandonado? El cristiano y aun muchos no cristianos no dudan en que a pesar de este sentimiento de desamparo no pierde su calidad de "Verbo encarnado" o en todo caso de "Escogido" "Mesías" "Representante de Dios" con el suficiente poder para "atar y desatar". Sólo Dios, o su Mesías tienen la capacidad para determinar la suerte del mal esté presente como abstracción o encarnado bajo forma humana. Pero la segunda cuestión y acaso la más importante y que se debe dilucidar es la siguiente y que esclarece muy bien la cuestión: Jesús le dice a Dios: "No saben lo que hacen" y con estas palabras traza una clara división entre mal y hombre malo. El mal siempre sabe lo que quiere. Lo que hace lo hace premeditadamente conociendo exactamente sus resultados. El mal, como energía inteligente, conoce la sublimidad del bien y sus propósitos que derivarán en un alma humana en paz, pero aún así lo ataca y trata por todos los medios de que no logre su objetivo. El hombre, en cambio, puede saber que está haciendo algo dañino, pero en su finitud mental y espiritual no alcanza a comprender la dimensión de su acto, no conoce que su acto va más allá (atención con esto) del daño que le causa a su prójimo. El mal actúa en forma sistemática y permanente en dirección de aniquilar al bien y no hay posibilidad alguna de que esa dirección cambie. El hombre, en cambio, no siempre actúa mal y existe toda la posibilidad de que cada vez actúe menos mal y aún cada vez mejor. El mal es una naturaleza que jamás cambiará, el hombre es una criatura que, aun haciendo mal, puede y debe perfeccionarse para consustanciarse con el bien y el amor. Por eso cuando Pedro le pregunta a Jesús cuantas veces debe perdonar a su "prójimo" (prójimo, no mal) Jesús le responde: "siempre", mediante el uso de las místicas cifras "setenta veces siete".

Candi II
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