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 domingo, 06 de marzo de 2005  
Entrevista. Asegura que la ciudad volvió a ser la segunda del país
Remolins: "La capacidad de crecimiento de Rosario recién está despegando"
A un año de renunciar como titular de la Producción dice que se fue por presiones de un sector del socialismo

Adrián Gerber / La Capital

Eduardo Remolins es economista, una profesión ascendente en las últimas décadas y que ganó influencia en el seno de poderosas instituciones públicas y privadas. Pero también es una profesión que cayó en un profundo desprestigio y en verdaderos papelones a partir de la crisis argentina de 2001 por sus vaticinios totalmente errados. Algunos de sus colegas tuvieron menos aciertos que Ludovica Squirru: aconsejaron comprar títulos públicos hasta semanas antes de la cesación de pagos, pronosticaron que el dólar llegaría a los ocho pesos... El propio presidente Néstor Kirchner se refirió el jueves pasado con sarcasmo a quienes aseguraron que el canje de la deuda sería un fracaso. Por eso, Remolins antes de comenzar la entrevista con La Capital advierte: "Yo no tengo la bola de cristal, sólo hago pronósticos en base a datos objetivos".

Es licenciado en economía de la Universidad Nacional de Rosario, hizo dos maestrías (una en el Instituto Di Tella, de Buenos Aires; y otra en la Universidad de Sussex, Inglaterra) y actualmente es profesor de la Universidad Austral. También es director de la consultora Innova, que trabaja sobre innovación y promoción de emprendedores. Como si fuera un deportista, en su vitrina también exhibe un premio de la Cámara Junior de Rosario, que en 2002 lo destacó como uno de los "Diez Jóvenes Sobresalientes de Santa Fe".

Remolins (35 años) es también uno de los tantos rosarinos que partió al éxodo, rumbo a Funes. En el 99 se mudó a un chalet del Jardín de la Provincia para que sus dos hijos crezcan "en un ambiente más natural", pero se esfuerza en aclarar que su casa no está en un barrio privado.

No está afiliado a ningún partido, pero como líbero realizó incursiones en la función pública: fue consultor entre el 94 y el 96 del Ministerio de Economía y de la Jefatura de Gabinete; y secretario de la Producción municipal durante los primeros cuatro meses del gobierno de Miguel Lifschitz.

Así, y por primera vez, admite que su repentino alejamiento de Producción no se debió a "problemas personales", como argumentó públicamente cuando presentó la renuncia, sino por presiones de un sector del Partido Socialista. "Apenas asumí (en diciembre de 2003) dije que me definía como liberal progresista, y eso me trajo muchos problemas porque a los progresistas no les gustaba la palabra liberal. Dentro del socialismo hubo gente que me recibió con los brazos abiertos, pero otra puso reparos", confiesa ahora.

-¿Por eso tuvo que renunciar?

-Sí, se generó cierta resistencia del ala más cerrada del partido. Pero es un tema que no me gusta abundar mucho porque oscurecería la excelente relación y sintonía que tengo con Lifschitz. El intendente nunca me dijo que no haga contactos con determinadas empresas o multinacionales, y así desarrollamos relaciones con muchas compañías grandes que quizá un sector tradicional de la izquierda toma más distancia.

-¿Es optimista con el estado de la economía de Rosario y la región o se entró en una meseta después de dos años de recuperación?

-Soy optimista. Mucha gente asoció el crecimiento de los últimos años de Rosario con el precio de la soja, eso es cierto, pero no es toda la verdad. Hoy, aunque tengamos los precios de la soja que tenemos, hay otros motores del crecimiento. Muchas industrias orientadas al mercado interno están ahora exportando. Un caso tipo son todas las industrias metalmecánicas y alimenticias, que están pensando en expandir sus plantas ahora que hay más certidumbre tras el default. Además, hay áreas nuevas de desarrollo: vamos a ser el polo de desarrollo de biotecnología más importante de Latinoamérica, con 400 investigadores que trabajarán en el Instituto de Biotecnología Rosario (un proyecto en el que se invertirán 60 millones de pesos en los próximos tres años). Y para mí la estrella de los próximos años será Puerto Norte, que se constituirá en la visagra del desarrollo urbanístico y económico de la ciudad en la próxima década. El municipio está por enviar al Concejo este proyecto que establece los usos urbanos que se les darán a las 80 hectáreas sobre el río que están entre la Estación Rosario Norte y el barrio de Arroyito. En esa zona se van a radicar hoteles de cinco estrellas, edificios de oficinas y viviendas, guarderías náuticas, centros de arte y exposiciones... Este proyecto va a fijar a Rosario como una urbe que vende servicios sofisticados.

-Pero hay cámaras empresarias que dicen que la ciudad ya está saturada de oferta de servicios y hasta incluso hacen lobbies para que no desembarquen más empresas.

-Tengo un punto de vista diferente. Hoy es verdad que la apertura de dos shoppings en Rosario le dio una oferta un poco grande a la ciudad, pero lo que están haciendo estos centros comerciales es salir a buscar clientes, y lo hacen fuera de la ciudad. Están desplegando una campaña masiva de promoción de Rosario que sería una joyita para cualquier ente turístico. Los shoppings no fueron hechos para Rosario, sino para toda la periferia y también para Rosario. Entonces, no son muchos ni son suficientes, dejen que vengan más, porque esa oferta de servicios es la que atrae más clientes.

-¿Es que la duda es si hay mercado para todos?

-En la ciudad hay una demanda insatisfecha que la ven mejor los de afuera que los propios rosarinos. Cuando anunciaron que iban a construir dos shoppings, acá les dijeron que estaban locos, que Rosario no iba a aguantar dos centros comerciales de esas dimensiones. Ellos ven cosas que están pasando en Rosario con más claridad que nosotros. El empresario de afuera ve que la capacidad de crecimiento de la ciudad recién está despegando. Además, hay toda una generación de pequeños y medianos empresarios que tienen entre 35 y 50 años que todavía no están en el mapa de todo el mundo, pero sus empresas ya tienen reconocimiento en el país y en el exterior.

-¿Rosario volvió a ser la segunda ciudad del país?

-Sí, lejos. La mitad de mi familia es cordobesa y estoy pasando los mejores dos años de mi vida cuando me encuentro con ellos, porque no hay un solo indicador en el que estemos detrás de Córdoba, salvo el de población. Rosario tiene mayor porcentaje de población ABC1, mayor ingreso per cápita, menor índice de pobreza y el año pasado triplicamos la producción de autos de Córdoba cuando hace seis años no producíamos ni uno solo. Del total de inversiones privadas anunciadas el año pasado en la región centro, Córdoba captó sólo el 3 por ciento, en cambio Rosario y su periferia se llevaron el 77 por ciento. Teníamos nuestro gran complejo de inferioridad con los shoppings, y ahora tenemos dos de los mejores del país. También carecíamos de hoteles cinco estrellas y de golpe vamos a tener tres o cuatro.

-Una vez usted dijo que el histórico centralismo del Estado provincial y los desequilibrios geográficos indignantes que produce son "la gran tragedia santafesina"...

-Es que, a diferencia de Córdoba, en esta provincia no hubo una integración entre la sociedad patricia y tradicional, que está en la ciudad de Santa Fe; y la camada de empresarios gringos, inmigrantes, del resto de la provincia. En lugar de habernos integrado de una manera en la que nosotros ascendemos socialmente dentro de esa estructura patricia, en realidad nos quedamos afuera. Lo que hizo la ciudad de Santa Fe fue cerrar un cerco diciendo: "Yo no me integro y lo único que quiero es extraer la renta que genera el resto de la provincia". Así, todo el resto de la provincia es negada por su propia capital y han quedado separadas como el agua y el aceite. Los patricios están abroquelados en la ciudadela y el resto de nosotros, los gringos, protestamos, tiramos piedras, nos quejamos, pero también hay que reconocer que hemos tenido fallas para encontrar una alternativa institucional y política que modifique esta situación.

-Pero este esquema si bien beneficia a ciertos sectores de la capital provincial, también en los últimos años esa ciudad ha caído en una profunda crisis mientras el resto de la provincia se ha recuperado.

-Es que con esta dinámica se va empobreciendo cada vez más. Santa Fe es Catamarca, si le sacás el río no es una ciudad muy distinta a alguna del noroeste. Tiene un gran peso administrativo, pero uno productivo muy menguado. Santa Fe paga menos impuesto a las rentas que Rafaela. Entonces la capital provincial debe dejar de lado cierto rencor que tiene con respecto a Rosario y el resto de la provincia, y reconocer que es lo que es y puede vivir como vive porque el resto de la provincia genera una riqueza que ellos disfrutan. Tienen que dar un proceso de repensarse.

-¿De cada 10 compras que realiza en cuántas le dan la factura sin que la pida?

-¿Cinco?, ¿seis?, quizá menos. Cuando me dan factura es porque generalmente me quedo esperando. La evasión en el país siempre fue elevada, pero de todas maneras me parece que el nivel de cumplimiento es mayor que el de 2002.

-¿Y por qué cree que el consumidor no exige el ticket?

-Por el mismo motivo que uno no le dice a un fumador que apague el cigarrillo, por vergüenza a ejercer tu derecho, una cosa ridícula. En un país donde las cosas han estado tanto tiempo al revés, el que tiene la razón tiene vergüenza de hablar. Si estás en un negocio y no te dan la factura, el que tiene la razón sos vos, pero parece que estás siendo botón si se la pedís.
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Remolins derrocha optimismo.

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