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 domingo, 21 de noviembre de 2004  

candi
Charlas en elCafé del Bajo
-"Nos dicen: Sed alegres./Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos/ni el más leve ruido de una lágrima./Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,/mas hay horas, hay días, hasta meses y años/en que se carga el alma de una justa tristeza/y por tantos motivos que luchan silenciosos/rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos". Así comienza ese bello poema de Rafael Alberti "Retornos del otoño". Versos cargados de tristeza, de tanta tristeza que en un determinado momento el poeta trágicamente dice: "Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas/de dobladas umbrías que pronto van a irse./Me miro a mí, me escucho esta mañana/y perdido ese miedo/que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,/me repito: Confiesa/grita valientemente que quisieras morirte".

-A veces la tristeza es tan aguda, la soledad tan vasta y las fuerzas tan escasas que pareciera que encuentra el ser humano respuestas sólo en el sueño del que no se quiere retornar. Una vez un psicólogo y psiquiatra amigo me dijo algo que no he olvidado: "las horas anheladas de quien padece depresión comienzan en el atardecer, porque el melancólico sabe que las dificultades cotidianas se ponen con el sol y que el sueño le refugiará por unas horas de ese mundo que lo atormenta".

-Escribí hace unos días atrás esto: "Sabemos que quien siente soledad padece un vacío existencial, carece de amor o de la cosa amada y eso lo lleva, casi inmediatamente, a la pérdida del amor por sí mismo. El ser humano en soledad cree que una parte de su existencia ha perdido o está perdiendo sentido, ya no se ama como debiera amarse. Esto es un grave error, una verdadera tragedia que debe ser subsanada de inmediato. Es mentira que la existencia carezca de sentido. Siempre la existencia tendrá un sentido maravilloso, pero hay que buscarlo y encontrarlo. A veces en esta búsqueda se necesita la ayuda de un profesional o de un guía espiritual de reconocido talento y sabiduría". Y la verdad es que yo creo que la soledad y la angustia arrancan con la pérdida del amor o la cosa amada y se transforman en patología con la pérdida de una parte del amor por sí mismo. Esto seguramente lo dirá con mayor precisión el licenciado Marcos Urgorri cuando diserte el próximo miércoles sobre "Soledad y angustia social". Los invito a todos a esta charla que es libre y gratuita.

-En ese poema Alberti dice también: "Di también: Tienes frío./Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen./¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?/Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos/que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?/Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva./Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!/¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,/diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!". Aquí también refleja una realidad usual: la soledad de aquellos que están acompañados ¡Vaya Paradoja!

-Creo que es la soledad del hombre que no ha sido comprendido, la angustia de quien ha sido traicionado. No es, desde luego, la traición entendida como infidelidad, sino la de aquel que ha dado tanto que de pronto advierte que para sí no queda nada. Esto parecería un pensamiento egoísta, pero no lo es si se tiene en cuenta que mucha gente es feliz con la realización del ser amado y que da para la realización de ese ser. Cuando éste no se realiza por necedad, priva al dador de la paz que merece. Esta, creo yo, es una gran ingratitud y es también el dolor más inmenso.

-Es el dolor de la cruz.

-Claro porque Jesús en un momento se desespera no tanto por su propia muerte, sino por la muerte espiritual insensata de quienes no lo han comprendido. El del crucificado es un gran amor, pero es preciso advertir, Inocencio, que es ese gran amor el que al fin y al cabo vence a la soledad y a la angustia de la cruz. Es por ese gran amor que resucita, es por ese amor que se salva y salva, incluso a quienes jamás lo comprendieron. Hay que reflexionar sobre esto.

Candi II

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