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 domingo, 07 de noviembre de 2004  
Sin protección. Mendigan, abren taxis y venden estampitas en territorios claramente definidos
Más de 500 chicos deambulan y duermen en las calles de Rosario
Desde Unicef Argentina critican la falta de una legislación que permita actuar con rapidez ante estos casos

Isolda Baraldi / La Capital

Más de 500 chicos viven, deambulan o trabajan en las calles rosarinas y el Estado no instrumentó hasta el momento una metodología que permita dar una respuesta rápida a esta realidad. Si bien no hay registros oficiales fehacientes, los diversos organismos gubernamentales y entidades civiles consultadas coincidieron en señalar esas cifras y subrayar el estado de riesgo de estos niños. Realizan una actividad a la que ellos definen como "trabajo", pueblan esquinas e importantes arterias céntricas para abrir taxis, hacer malabares y vender estampitas. Cada grupo tiene su propio territorio y al que es extraño le será muy difícil parar allí. El delegado de Unicef en Argentina, Jorge Rivera Pizarro, criticó la falta de una legislación que permita actuar con rapidez frente al caso de un nene abandonado o maltratado. "Cuando se lesiona cualquier derecho de un niño, hay que actuar con rapidez", remarcó.

Precisamente esa rapidez fue la que estuvo ausente anteayer en pleno centro de Rosario, cuando un vecino encontró a media mañana tres chicos de 3, 5 y 6 años dormidos en la vereda. De no ser por él, nadie había reparado en esa situación, o lo que es peor, muchos están acostumbrados a encontrarse a diario con esa realidad.

Los pequeños habían pasado la fría noche del jueves a la intemperie y tuvieron que ser atendidos por paramédicos ya que presentaban principio de hipotermia y estaban desnutridos.

Para Rivera Pizarro "ningún chico está en la calle porque quiere" y según remarcó "hay que crear conciencia de responsabilidad colectiva para que se sepa que todo el mundo tiene algo que hacer al respecto; el Estado, las escuelas, los centros sanitarios y toda la sociedad en su conjunto".


Accionar vertical
Según el directivo de Unicef, a la mala distribución de la riqueza se une el accionar "vertical" de las instituciones gubernamentales y la falta de una legislación que permita actuar con rapidez frente al caso de un nene abandonado. "Si un chico deja la escuela, la maestra lo reporta a la directora, ésta al supervisor de zona y así sucesivamente. Después de dos años, ese dato aparecerá en las estadísticas que indican el porcentaje de deserción escolar. Pero lo cierto es que a esa altura ya es demasiado tarde para el niño que quedó en la calle", graficó.

El delegado de Unicef agregó que tampoco existe en el país una legislación adecuada, con excepción de algunas provincias entre las que no está Santa Fe, que modifique las facultades de las entidades que tienen acceso a estas situaciones dejando de lado sólo llevar un registro.

Los casos de chicos de la calle se repiten en distintas zonas céntricas de la ciudad. "Todos los días amanecen aquí, a veces son tres o cuatro. A la mayoría los conocemos, son buenos pibes", cuenta Juan, el empleado de un maxiquiosco de Córdoba y Maipú. El muchacho se encuentra cada mañana con chicos que duermen tapados por cartones o bolsas de residuos y los despierta para poder abrir el negocio. Lo mismo hacen los empleados del café que comparte esa esquina. Es una rutina que no altera el inicio de las actividades.

Los testimonios de titulares o empleados de distintos negocios del microcentro se repiten. Ya sea de la peatonal San Martín desde Córdoba a San Luis o de calle Mitre en el mismo tramo. También sucede en la zona de bancos de Santa Fe entre Sarmiento y Entre Ríos, donde la estructura edilicia ofrece casi un techo corrido en ambas veredas. "A veces hay chiquitos, pero también muchas personas grandes que duermen y hasta hacen sus necesidades aquí, ya estamos acostumbrados", afirma Graciela, una vecina de la zona.

El funcionario de Unicef Argentina resaltó "la importancia" de las facultades municipales para abordar la problemática, teniendo en cuenta la cercanía y el conocimiento del tema.

"Las autoridades locales y municipales deben tener una red de protección de los derechos de los niños. Tal vez la escuela o el centro de salud no tengan recursos, por eso hay que exigir esto, por ejemplo, al Ministerio de Desarrollo Social, que seguramente cuenta con trabajadores sociales y toda una estructura para poder responder a esas necesidades", indicó Rivera Pizarro.


Algunas historias
Todas las mañanas es posible ver en el microcentro a chicos deambulando. Comienzan muy temprano y luego, a distintas horas del día, juegan y corren por las peatonales. Muchos alternan trabajo con mendicidad.

Cuidan coches, abren las puertas de los taxis, hacen malabares en las esquinas, limpian parabrisas, venden tarjetitas o cualquier otra cosa de escaso valor. Por las noches ofrecen flores en bares y restaurantes.

"Yo soy un chico de la calle", se identificó Damián con una seguridad apabullante. El chico afirma que tiene trece años, aunque aparenta menos.

Una soleada mañana de la semana pasada estaba en Pueyrredón y Pellegrini limpiando parabrisas junto a un tío de 20 años. El pibe insiste en que él es "de la calle" y lo argumenta porque asiste a un hogar de la zona oeste que es "parecido" a una escuela y donde además le dan de comer. Llegó hasta allí luego de que la policía lo detuvo junto a otros cinco chicos en Rouillón y Seguí por la rotura de una vidriera.

Estuvo en la comisaría casi 24 horas hasta que su madre lo sacó bajo promesa de que iría a ese sitio todas las mañanas. Justo el día que conversó con La Capital había faltado y eligió ir a trabajar. Bajo el sol de la mañana, limpiaba los parabrisas de los autos repitiendo el ritual cotidiano.

Damián es el mayor de cinco hermanos que "no trabajan" por que son "chiquitos". Sin embargo, él arrima algunos pesos a la familia aunque en estos días se está guardando algo para comprar ropa. En especial quiere unos pantalones bermudas y una remera nueva.

Según registros extraoficiales de la policía, son numerosas las denuncias semanales por "fuga de hogar", y si bien el fenómeno atraviesa a todas las clases sociales, en el caso de los chicos de la calle los pedidos de búsqueda de los familiares se hacen a los tres o cuatro días de las desapariciones.

"Hay casos increíbles, pibes que no quieren volver a sus casas por distintos motivos. También te das cuenta cuando una familia pide que busquemos a los chicos porque esperan la plata que juntan", confió una fuente policial.

En la esquina de Córdoba y Maipú, Natalia espera la llegada de algún taxi. Es tímida, está prolijamente vestida y peinada. "Sólo vengo algunos días, nada más", comenta y agrega que no tiene miedo de estar en la calle sola porque lo hace en compañía de su papá.

A los 13 años este es su segundo trabajo, ya que antes "ayudaba" a una señora en un domicilio particular. "Me gusta más abrir puertas de los taxis", confía. Además afirma que va a la escuela y que le va bien en los estudios, aunque admite que a veces falta. De acuerdo a su relato viene al centro desde la zona oeste a las 8.30 y se queda hasta después del mediodía para luego volver a su casa.


Los territorios
Como en la mayoría de las actividades informales o marginales, también la actividad de los chicos se divide por territorios. Por ejemplo, es común verlos en la rotonda de Pellegrini y Oroño, en las inmediaciones de La Fluvial, en Francia y Presidente Perón (ex Godoy), y en distintas esquinas de las peatonales y de las grandes avenidas. No cualquiera puede trabajar en esos sectores porque en su mayoría tienen dueño. El territorio está marcado.

La problemática de la infancia en riesgo es por demás de compleja en Rosario y no sólo incluye a los pibes que sobreviven en la calle, sino que también alcanza a los menores en conflicto con la ley. Y más allá de los programas oficiales o las iniciativas no gubernamentales para abordar el problema, pareciera que la situación está lejos de solucionarse. Es decir, que no haya más chicos sin hogar, que todos asistan a la escuela y que fundamentalmente puedan ser niños y vivir como niños.


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Los chicos en situación de calle definen a sus actividades como "trabajo".

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