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 sábado, 06 de noviembre de 2004  
Promueven un cambio de mirada en las horas dedicadas en las escuelas a la educación física
La recreación, un motor del aprendizaje
En la provincia de Santa Fe funcionan cuatro plantas para campamentos. Están en Máximo Paz, Bigand, Coronda y San cristóbal. Al año pasan unos 5.000 chicos por cada una

Marcela Isaías / La Capital

"No nos queremos ir, aquí aprendimos de todo, más que nada a compartir y ni siquiera nos acordamos de la tele ni del ciber", dice un grupo de chicos sentados en una larga mesa mientras se deleitan con un asado de despedida. Son del 5º año de la EGB de la Escuela Nº 141 República de México de Rosario. Durante tres días habían disfrutado una experiencia para ellos única: dormir en carpa y jugar las 24 horas al aire libre. El escenario se los dio una de las 4 plantas campamentiles que funcionan en la provincia y dependen del Ministerio de Educación. A lo largo del año escolar pasan por cada una de ellas un promedio de cinco mil chicos.

Campo Reybet Nº 7502, así se la conoce a la planta ubicada en la zona rural de Máximo Paz y que comenzó a funcionar a mediados de los 80 en una ex escuela rural, que al ritmo de la economía que despobló los campos había ido perdiendo poco a poco sus alumnos. Un proyecto de docentes y de la comuna hicieron que el predio de una hectárea y "un poquito más" -según precisan en el lugar- se convierta en otro espacio de aprendizaje.

La planta tiene habitaciones para alojar hasta 80 alumnos, un amplio comedor techado, un tanque australiano que hace de pileta y una infaltable parrilla. No hace falta más: el campo, los árboles, la tierra y las animales son suficientes para que nadie se aburra.

Y sobre esto no quedan dudas. Basta con escuchar los comentarios del grupo de alumnos de la escuela rosarina: "Lo mejor fue caminar hasta la chanchería", dice Diego, de 10 años. Enseguida se suman Franco, Yamila y Carolina para quienes lo inolvidable pasó por "el fogón de despedida". Pero uno de los chicos prefirió sintetizarlo de otra manera: "A mí me gustó el campo entero".

Pero hay más: el placer de compartir tres jornadas en que el juego fue el motor de los aprendizajes hizo que "extrañar a la mamá o al papá" quedara para el último día, cuando llegó la hora de partir y se acordaron entonces -y en este orden de preferencias- "de la madre, la perra, el papá, los hermanos y el gato".

Para llegar a este campamento los chicos trabajaron durante los meses anteriores en un proyecto que integró todas las áreas que se dictan en una escuela. Al resultado se lo podía palpar también en el testimonio que dieron: "Nuestro grupo -así se organizaron para funcionar y dividir tareas en el campamento- se llama Zorro, le pusimos ese nombre porque este animal es el más astuto de las fábulas".

Sucede que además de aprender a atar un nudo, trabajar en grupos, organizarse para mantener el orden del lugar, los chicos investigaron sobre la fauna argentina y relacionaron lo leído con la literatura para elegir con qué nombres identificar a cada grupo.

La voz cantante del 5º año de la EGB de la escuela Nº 141 la lleva su maestro Pablo Astún. Un entusiasta inconfundible de este tipo de actividades. Pablo -vale decirlo- no es profesor de educación física, pero cuenta en su haber personal con la experiencia de haber integrado un equipo de scouts.

No duda en traer cada año a los chicos a estas jornadas recreativas, porque sabe que es una posibilidad de integrar conocimientos, pero sobre todo poner en práctica valores como la solidaridad, la amistad y la convivencia.

En su emprendimiento acompañaron a Pablo profesores de educación física reemplazantes del Centro (CEF) Nº 11 de Rosario, Julieta Literio y Damián González. También contó con el apoyo incondicional de la directora de la Escuela República de México, Graciela Yannini; de la vice, Mirta Bassini, y de una maestra, Norma Koslonski. Ninguno de ellos le temió a la dormida en carpa ni a correr al ritmo inagotable que imponen chicos de 10 años.

Las cuatro plantas campamentiles -que funcionan en Máximo Paz, Bigand, Coronda y San Cristóbal- dependen del Ministerio de Educación de Santa Fe y son coordinadas por la Jefatura de Educación Física provincial. Están destinadas a los chicos de todos los niveles y modalidades de la enseñanza.

En tanto que en el verano no cierran "sus puertas", ya que se suman colonias de vacaciones de las comunas o localidades vecinas, escuelas deportivas, grupos parroquiales o bien quienes trabajan alrededor de alguna ONG, por ejemplo.


Espacio gratuito
Para acceder a ellas es preciso reservar un turno (ver aparte) y presentar un proyecto que justifique los días en el predio. "El objetivo es que sean tomados como un lugar de aprendizaje y se potencie a la educación física como un área de conocimiento", señala al respecto la jefa del Departamento de Educación Física provincial, Judith Ghizzoni.

El espacio es absolutamente gratuito, los alumnos sólo deben hacerse cargo del transporte que los traslada al sitio y -como en el caso de Campo Reybet, que carece de luz eléctrica- se les pide una pequeña colaboración (no obligatoria), sujeta al alcance de cada contingente, para costear el gasto del generador eléctrico. Las cuatro comidas diarias corren por cuenta de la planta campamentil.

El director de Campo Reybet, Norberto Pattini, recuerda que la mayor parte de los alumnos que llegan allí provienen de Rosario, también de San Lorenzo, Villa Constitución, Villa Gobernador Gálvez, María Teresa y Peyrano, entre otras localidades.

Para sostener los gastos del edificio de lo que alguna vez fue una escuela rural cuentan con un grupo de ex alumnos que ofician ahora de cooperadores y colaboradores incondicionales. La nómina es larga, y empieza con el presidente de la cooperadora, Luis Illanes.

Lo singular es que todos se integran y se sienten parte del proyecto sin hacer distinciones ni reparar en tiempo y ganas.

Es más: el sitio sirve de excusa para reunirse, organizar fiestas y comidas, siempre en función de mejorar el lugar que luego disfrutan los chicos.

El director Pattini afirma que la comuna de Máximo Paz presta ayuda para que funcione el campo recreativo. Y recuerda, por ejemplo, el apoyo que le dan para asegurar protección médica.

El clima que se vive en la planta campamentil empieza desde que el primer pie toca la tierra firme del campo: un mate recién cebado recibe a los visitantes e invita entonces sin mucho protocolo a disfrutar de algo tan simple y bello como el aire, el sol y el paisaje santafesino.
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"Aquí no extrañamos ni la tele ni el ciber".

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