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 domingo, 01 de agosto de 2004

Perspectivas
El lunfardo, de ayer a hoy
El lenguaje que nació en los arrabales sigue incorporando vocablos y hace aportes a la Real Academia Española

Oscar Sbarra Mitre (*)

¿Qué significa el lunfardo en el habla nuestra de cada día? ¿Es protagonista o simple actor de reparto? ¿Es idioma, vocabulario, repertorio ocasional o léxico coloquial de los argentinos? Relegado a dialecto carcelario y delictivo, entre otros por el planetario Jorge Luis Borges -"El lunfardo es un vocabulario gremial como tantos otros, es la tecnología de la furca y de la ganzúa", sostiene en "El idioma de los argentinos" (1928)- fue defendido por Roberto Arlt en una de sus célebres "Aguafuertes porteñas", titulada, precisamente, "El idioma de los argentinos", diciendo de sus detractores que "Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra. Señores que escriben libros de texto, que los alumnos se apresuran a olvidar en cuanto dejaron las aulas, en las que se les obliga a exprimirse los sesos estudiando las diferencias que hay entre un tiempo perfecto y otro pluscuamperfecto. Esos caballeros forman una colección pavorosa de engrupidos -¿me permite la palabreja?- que cuando se dejan retratar, para aparecer en un diario, tienen un buen cuidado de colocarse al lado de una pila de libros, para que se compruebe de visu que los libros que escribieron suman una altura mayor de la que miden sus cuerpos".

Quizás suene exagerada la previsión borgeana acerca del lunfardo sitiando al castellano, por cuanto, según sus palabras, "Ni el inglés ha sido arrinconado por el slang ni el español de España por la germanía de ayer ni por el caló agitanado de hoy". Sin embargo, el autorizado José Gobello (Prelunfardismos, paralunfardismos, postlunfardismos, tomado del Libro de los treinta años), coincide con el autor de El Aleph: "Me inclino, en la buena compañía de Borges, a pensar que como lenguaje y como nivel de lengua el lunfardo es una creación literaria, aunque desmienta su turbio origen: afirmar que el lunfardo es un lenguaje de los delincuentes porque cuenta con un número relativamente vasto de voces carcelarias sería más o menos como sostener que el castellano es un dialecto árabe porque se formó en la etapa de la dominación musulmana en España e incluye términos arábigos".

Al presentar, en la Feria del Libro del año pasado, el "Diccionario del habla de los Argentinos" -compilado por la Academia Argentina de Letras y editado por Planeta, con 3.500 vocablos de uso corriente-, Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia, con equilibrada concepción y juicioso criterio, aseveró lo abusivo de identificar al lunfardo con el lenguaje de los argentinos, porque es sólo una de las manifestaciones de él, así como asimilarlo al idioma popular, o aun al porteño; el lunfardo es un habla popular, de entre las muchas que constituyen el idioma de los argentinos. En verdad, no se lo puede considerar como una lengua, ni siquiera un dialecto, básicamente porque carece de sintaxis y gramática propias. Cuando empleamos sus palabras utilizamos las estructuras y las normas castellanas, porque pensamos en español, reemplazando verbos, sustantivos o adjetivos calificativos por sus sinónimos lunfardos. Así como Borges lo compara con el slang o la germanía, Gobello lo equipara al latín plebeius, al argot o a la germanía, con la salvedad de que aquellas eran formas locales, en tanto nuestro lunfardo debe sus orígenes al aporte inmigratorio.

En un reciente artículo aparecido en el diario La Nación (Ultima Página, 2 de julio de 2004), Marcelo Oliveri afirma: "Tardamos tres años en concluir el Novísimo diccionario lunfardo y mientras tanto ya surgieron nuevas palabras. Anoche, en vez de contar ovejitas, estuve contando las palabras que se incorporaron con respecto al diccionario de 1990. El número que había en el primero era de 3590 palabras, en éste hay 5301 términos".

Joseph Vendryes (1875-1960, lingüista francés que fuera profesor de la Sorbona y director de estudios de filología céltica en la Escuela de Altos Estudios de París), en su afamada obra "El lenguaje, introducción lingüística a la historia" (1921), afirma, refiriéndose al argot, que éste resulta de una especialización de la lengua; y como no existe más que como oposición a esa lengua común, es preciso que la relación entre la lengua común y el argot sea sentida constantemente mientras se emplea el argot.

Basado en ello Gobello ensaya lo que llama una nueva y moderna -o posmoderna- definición del lunfardo: un repertorio de vocablos y modismos que circulan en oposición a las que corresponden al habla común. En oposición a "mujer" decimos mina; en oposición a "comer", morfar; en oposición a "adinerado", bacán; en oposición a "falso", trucho; en oposición a "soportar", bancar. No importa para el caso que se busque el término opuesto por juego, por donaire o por eufemismo. Allí donde el porteño utiliza, no importa para qué razones, un término cualquiera con el propósito de oponerlo al de la lengua común, allí está el lunfardo.

Reconocido el lunfardo como un glosario autóctono, no ya sólo un regionalismo porteño, ni de las zonas urbanas, ni sólo argentino sino rioplatense, no congelado en el tiempo y sí en permanente crecimiento dinámico -como lo señala el artículo de La Nación-, con vocablos extendidos a casi toda Latinoamérica y recogidos, muchos de ellos, por el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, sería de desear que su historia (origen y evolución), su presencia actual y su proyección futura, en el idioma de los argentinos, fuera uno de los tópicos a tratar en el próximo III Congreso de la Lengua Española, sobre Identidad lingüística y globalización, como expresión del aporte que desde el sur del continente hacemos los argentinos para enriquecer el maravilloso vocabulario nacido en las hidalgas y quijotescas tierras de Castilla.

(*) Oscar Sbarra Mitre integra la Academia Nacional del Tango. Ex director de la Biblioteca Nacional.

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