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 domingo, 01 de agosto de 2004

¿Te acordás, hermano?: Santiago Pricco, salaíto de alma
El Viejo cumplió ayer 97 años y vivió el crecimiento de Argentino desde los inicios, como arquero, dirigente y hasta utilero. Y hoy todavía tiene ganas y espera poder ir al Olaeta el sábado

Javier Parenti / Ovación

"El sábado debutamos con Español y la otra semana viene All Boys, que fue el equipo con el que inauguramos el Olaeta". Con esta frase, el Viejo Pricco dejó bien en claro dos cosas: su fanatismo por el salaíto, al que "siempre quise de alma" y sus ganas de vivir. Es cierto que a veces se le pianta algún recuerdo, que por ahí confunde y mezcla hechos, que el oído y la vista no funcionan al cien por ciento. Pero claro, si ayer cumplió 97.

El Viejo Pricco no es otro que Santiago, ese salaíto de alma que nació el 31 de julio de 1907 y que vio como su Argentino empezaba a crecer en enero de 1912, cuando él ya tenía 4 años. Es que su casa estaba frente a la cancha, que se levantó atrás del Mercado El Porvenir, en Avellaneda y Grondona, donde hoy hay una estación de servicios. Y si bien no llegó a jugar en la primera de su Argentino sí lo hizo en la segunda, en su puesto de arquero. El que aprendió a desempeñar en los equipos del Ferrocarril Mitre (salimos cuatro veces campeones), en el que era suplente de su ídolo Octavio Díaz, a quien reemplazó cuando fue a jugar a Central, y cuando trabajaba en la carpintería.

"La verdad es que como arquero era más o menos, tenía mis partidos. Siempre nos venían a buscar con mis hermanos Américo y Miguel, que también atajaban. Y también fui a Central, pero jugué un solo partido en segunda", rememora.

"En 1924 atajé en la segunda de Argentino, que siempre fue mi casa, y también jugué en 1934 en la primera de Alberdi New Boys, que tenía la cancha a la altura de la plaza Alberdi pero pasando la vía. Era un club chico, pero que llegó a jugar en la primera de la Rosarina y que sacó algunos grandes jugadores, como por ejemplo el Chivo Jauregui, un wing izquierdo muy bueno", comenta Pricco en varias cortas respuestas sobre cómo fue su carrera de futbolista defendiendo a los albos y a los verdirojos, a rayas verticales, de Alberdi.

Una vez que dejó de jugar no cabía otra posibilidad que seguir viviendo para su Argentino, como dirigente y todoterreno. "Fui técnico, aguatero, masajista, utilero, dirigente, de todo. Y en una época muy dura, en la que faltaba plata y gente que colabore", recuerda.

Cómo habrá sido que en su relato deja bien claro, aunque no lo admita abiertamente, que gracias a Santiago, Argentino hoy sigue vivo. "Yo hacía de todo y la plata la ponían el doctor López Quiroga, Bianco, Nadotti y Sánchez, pero nunca alcanzaba. Sobre todo después del 62, cuando nos desafiliamos de AFA y en los primeros años en los que volvimos".

"Ibamos a Buenos Aires en tren hasta Retiro y de ahí en colectivo a las canchas. A fines de los 50 en varios partidos no llegábamos a juntar los once jugadores. Entonces cuando estábamos por llegar elegíamos algunos de los pasajeros y ellos completaban la formación, lástima que nunca la pegamos con ninguno", se ríe Santiago.

"Un recuerdo de ello es la vez que uno que llevamos para un partido con Sacachispas le robó el sobretodo al ruso Sentoriski, que era un muy buen jugador", sorprende. Y de él hay otra perlita: "Le prometimos que le pagaríamos 10 pesos por cada gol. Hizo cuatro pero al final sólo juntamos 30 pesos".

"Otra anécdota es cuando estaba Fenoy, que después atajó en Newell's y en Valladolid. Una vez le tuvimos que dar dos botines del mismo pie, porque calzaba 44 y no había. Se quejó, pero le contesté que el buen arquero ataja sin importar el calzado", se ríe.

Claro que también hubo grandes momentos en Argentino, como cuando estuvo a dos puntos de subir a la A, en 1945. "Es que un par de fechas antes del final la peleábamos con Tigre y jugábamos contra Tiro Federal, entonces habíamos hablado de que teníamos que hablar con ellos para asegurarnos el triunfo, ya que Tiro no peleaba por nada. Pero Olaeta dijo que no, que le ganaríamos de prepo y sin ayuda. Y perdimos 4 a 2, ahí Tigre nos sacó la diferencia y por eso ascendieron ellos. Y eso que en la última fecha le hicimos 5".

"La cancha se llenaba, es que teníamos un gran equipo. Y era el segundo año en la AFA, porque gracias a Olaeta que compró el predio para hacer la nueva cancha pudimos empezar a jugar en el ascenso", recuerda y eso da pie para contar cómo fue el peregrinaje hasta llegar a Sorrento y Víctor Mercante.

"Después de la primera cancha nos mudamos a Gorriti e Iguazú, creo que era por 1927 ó 1928, y ahí estuvimos hasta que Olaeta compró el otro terreno, porque cuando quisimos agrandar la cancha el lechero Fernández, que vivía en la esquina de Gorriti y Díaz Vélez, no quiso vendernos la casa para que pudiéramos seguir en el barrio", explica Santiago.

Hay más, lógico. En sus 97 años el Viejo Pricco las vivió todas. Y pese a que la silla de ruedas hoy le condiciona movimientos y por ahí la memoria lo deja en off side, sus ganas lo mantienen dispuesto a despedirse con un "nos vemos el sábado en la cancha, así disfrutamos de Argentino ahora que volvimos a la B". Y sin dudas ahí estará. Llevado por su nieto Flavio, como siempre, cerca del alambrado y con alguna dedicatoria para el árbitro, como para no perder la costumbre.

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Pricco recordó las distintas canchas de Argentino.

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