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 domingo, 01 de agosto de 2004

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La conjura de lo negativo

Jorge Besso

Los humanos en una mezcla y en una proporción difícil de precisar (dado que no existe otra especie que tenga la infinita diversidad de la humana) conviven con lo negativo de la manera que pueden, y dicha convivencia básicamente se organiza de dos maneras:

* Con la razón.

* Sin la razón.

No entregar la sal en la mano del otro, ni recibirla en propia mano lo que obliga a una estancia intermedia en la mesa, y todo porque la sal tiene chapa negativa doble: desde el punto de vista de lo racional la sal no es muy buena para la salud, en especial para la salud de las arterias. Pero desde las filas de lo irracional, la sal también tiene mala prensa y mala fama por su capacidad proverbial de transmitir la mala suerte.

Es posible que la mala suerte top haya que esperarla un martes 13 del cual se sentencia que "no te cases ni te embarques" en los mencionados martes, pero el peligro aumenta considerablemente si además es 13, lo que viene a querer decir que es un día para quedarse adentro. Conclusión: la mala suerte viene de afuera. Como en tantas cosas nuestra organización subjetiva organiza las cosas de esa manera, es decir, lo positivo adentro, lo negativo afuera.

Como en el reino de Bush. Y curiosamente en el país del gran capitalismo, del gran pragmatismo, del gran positivismo, de la montaña de premios nóbeles, meca de todas las mecas (menos de la meca de los árabes) pero fuera de toda duda meca de la ciencia y de lo tecno, meca de lo blanco aunque haya manchas negras, pues ahí los edificios no tienen piso trece como un modo más que paradojal de conjurar lo negativo: negándolo.

El deporte y los deportistas albergan una gran cantidad de rituales destinados a conjurar lo negativo, ya que en este terreno la competencia y lo competitivo siempre están en temporada alta ya que la baja competencia es para los encuentros domingueros, antes de los ravioles o después del asado.

Pero los espectadores del deporte también suelen formar parte del ritualismo como una forma de ir un poco más allá de la mera participación pasiva, razón por la cual se ponen la misma camisa que tenían en el partido en el que Dios jugó con los buenos. O bien se cuidan muy bien de ocupar el mismo lugar y en el mismo orden que en el día del resultado feliz. Hay dos situaciones especialmente aptas para reflexionar sobre la relación que tenemos con respecto a lo negativo:

* Por un lado son muchos los que después de una muy buena noticia, o luego de un gran logro esperan la mala noticia, es decir la llegada de lo malo, en suma de lo negativo que vuelva a poner las cosa en el orden normal.

* Por otro lado son muchos más los que, probablemente desde siempre, juegan semanalmente o diariamente a los incontables juegos de azar que hay desparramados por el mundo, en muchos casos con premios que le cambiaría totalmente la vida a la inmensa mayoría de la masa jugadora.

Y nada altera este viejo hábito, pero mucho menos lo altera el hecho de que, de alguna manera, todos los jugadores juegan sabiendo que no van a ganar. La esperanza de que esto no sea así es, con toda evidencia, siempre mucho más débil que la certeza, por caso, de no ganar el quini o del juego de que se trate. Y, sin embargo, hay otra certeza con la misma fuerza que la anterior y es, precisamente, la de volver a jugar.

Todo lo cual viene a mostrar, por si hacía falta, que lo humano es una referencia a un ser que representa una mezcla muy variable de pensamiento racional y pensamiento mágico, y donde la propia expresión "pensamiento mágico" nos releva de mayores argumentaciones, ya que el pensamiento debiera excluir lo mágico en lugar de ponerse a su servicio.

De todas maneras la presencia de lo negativo en los humanos es tan imprescindible como la presencia de lo positivo, ya que el sólo pensar en la posibilidad de millones de seres circulando por el planeta (todos ellos en positivo con una sonrisa de oreja a oreja) que no esperarían a cumplir años para los festejos del caso, sino que cada día brindarían por la vida y por estar vivos configurando una gigantesca familia Bucay ocupando el planeta.

Esto daría como resultante una imagen más que inquietante, ya que ni siquiera tendría sentido preguntar, o ser preguntado si alguien está bien, ya que obviamente lo estaría. Más todavía, en el reino de lo positivo todo sería obvio y la vida misma lo sería, al punto que no habría en este mundo deshojadores de margaritas, ya que no tendría el más mínimo sentido interrogar al destino si uno es amado mucho, poquito o nada, ya que obviamente sería amado, tan obvio como el amor de uno al otro.

No está demás decir que no se trata de un culto a lo negativo que por lo demás constituiría un culto excesivamente fácil, en tanto y en cuanto lo negativo, en el sentido de lo malo, siempre aparece como más probable o posible que lo bueno, razón por lo cual los pesimistas aparecen como más realistas y profundos, y los optimistas como más estúpidos y superficiales.

Se trata más bien de constatar a partir de la sabiduría popular, y en lo posible de reflexionar que las infinitas formas de tratar de conjurar lo negativo quizás están muy lejos de ser negativas, por el contrario, nos recuerdan que si hay luz también hay sombra, es decir la memoria imprescindible de que si las cosas son de una manera, también pueden ser de otra y por lo tanto no ser como creemos. Es decir que si lo positivo expande, lo negativo frena conformando un matrimonio indisoluble, ya que si un ser exclusivamente negativo no hace nada, un ser exclusivamente positivo no deja nada sin hacer, y para las exclusividades no hay otros, es decir el sueño imposible de todas las dictaduras.

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