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 sábado, 03 de julio de 2004

candi
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-Prosiguiendo con este tema de las revelaciones o profecías del Antiguo y Nuevo Testamento y la actual situación social en el mundo entero, nos referiremos a lo que muchos ya saben o han escuchado nombrar: el fin de los tiempos o el día del juicio final. Se ha interpretado esto de diferentes formas y desde un punto de vista religioso el cristianismo, por ejemplo, sostiene que se trata de la segunda venida del Mesías, de Jesucristo, para juzgar a los buenos y los malos. Los judíos, como también se sabe, esperan también al Mesías (el Mashiaj) pero en este caso no a Jesús (por cuanto no creen que El haya sido enviado por Dios) sino a ese Enviado prometido por la divinidad al pueblo de Israel y que los liberaría de tantas aflicciones y persecuciones. Como se ve, las dos corrientes confluyen en un punto: la liberación del hombre de la tragedia, la liberación del hombre del poder del mal. La interpretación bíblica del fin de los tiempos o juicio final podría ser también un nuevo orden en el planeta caracterizado ¡al fin! por el triunfo de las huestes del bien sobre las del mal. Un mundo más justo.

-Si damos un repaso a la situación mundial veremos que muchas de las calamidades anunciadas por los patriarcas judíos y por el propio Jesús se están cumpliendo sin que el hombre común, a menudo, se dé cuenta: desastres naturales, guerras, rumores de guerras, injusticias, quiebre del ecosistema, contaminación del ambiente, manipulación genética, enfermedades, violencia, hambre, desprotección del ser humano en general, caída de las bases morales, sufrimiento, soledad y muertes violentas. La sociedad se ha encolumnado, pero presa de una conspiración de los centros del poder, detrás de la llamada "globalización", una globalización que en realidad, y como ya lo hemos dicho, sirve para el negocio de unos pocos mediante la explotación de casi toda la humanidad, especialmente la humanidad asentada en los países periféricos como Argentina. No son pocos los que advierten que se ha instalado en el mundo un gobierno único, hegemónico, omnímodo, omnipresente y hasta parece que omnipotente (repárese que en ese aspecto este poder terrenal trata de competir hasta con el mismo poder divino) instalado, desde luego, en la nación más poderosa del planeta, Estados Unidos de Norteamérica, gobierno que no es, por supuesto, el gobierno oficial o público de ese país, sino el ejercido por corporaciones privadas económicas y financieras cuya principal fuerza o poder es el dinero. Este poder internacional o gobierno universal encubierto (hasta ahora) no tiene, ni mucho menos, como propósito el bienestar del ser humano sino la acumulación de poder para satisfacer sus apetitos personales. Todo lo que hace esta corporación lo hace en función de su rédito económico y para ella el fin justifica los medios.

-Si es necesario utilizar la fuerza bruta y someter a un pueblo, matar a inocentes sean éstos combatientes, niños o mujeres lo hará sin miramientos ni escrúpulos y aun mintiendo. Un ejemplo claro de esto es la invasión a Irak, entre otras, y la matanza sucedida en ese país con el solo propósito de arrebatar su petróleo. Esto no implica justificar a Saddam, desde luego, pero es obvio que la invasión fue descaradamente realizada con un único propósito. Pero este es un recurso límite de esta gran corporación o gobierno universal, porque suele sojuzgar a los pueblos mediante deudas que no está interesada en cobrar (porque así mantiene sometida a la Nación) y mediante la implantación de sistemas o reglas de juego perversas que traen disímiles sufrimientos al ser humano: ejemplo, las poblaciones africanas, asiáticas, latinoamericanas y hasta las poblaciones del propio Primer Mundo con todos los pesos que acarrea.

-¿No estamos en presencia entonces de un verdadero "eje del mal", por cuanto el propósito de esta corporación no es el bien común? ¿No estamos en presencia de eso que el Apocalipsis llama "la bestia"? ¿Y esta "bestia", que ha sembrado la globalización, no obliga mediante sutiles maniobras consumistas a adorar el dinero, las riquezas materiales, pero paradójicamente privándole a gran parte de la humanidad de acceder a derechos básicos? ¿No podría compararse a esta cultura globalizada (el mal) con el becerro de oro que Aarón hizo para que los israelitas adoraran mientras Moshé (traicionado) hablaba con Dios (el bien) en la cima del Sinaí? Mañana el Apocalipsis y la nueva moneda, un microchip.

Candi II
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