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 viernes, 25 de junio de 2004

Boca no ganó la primera final, pero la presencia del DT en el banco le otorga un plus
Boca: Bianchi, un psicólogo de lujo
El Virrey supo explotar cada una de las virtudes de sus dirigidos. El xeneize vuelve a ser gran candidato gracias a su presencia

Boca Juniors, tras el empate con sabor a poco que cosechó en La Bombonera ante Once Caldas en la primera final de la Libertadores, se mantiene expectante en ganar su sexta corona continental, sin los argumentos futbolísticos del pasado pero confiado en la motivación que inyecta su técnico Carlos Bianchi, quien inició su tarea psicológica sobre un plantel que ganó todo y va por más.

Sin el orden que impone Cascini, con el mellizo Guillermo en una versión descolorida y el capitán Cagna dando sus últimos pasos en el fútbol, Boca sorteó a River con lo justo, anteanoche hizo lo que pudo y no le alcanzó para vulnerar el cerco defensivo de Once Caldas y podría decirse que llegará al partido del jueves en Manizales en el límite de sus posibilidades futbolísticas.

Si bien la semana próxima contará con sus mejores hombres, ya que reaparecerán Carlos Tevez, Cascini y el colombiano Fabián Vargas, el Boca actual no logró rendir ni por asomo lo que produjo el año pasado, cuando ganó la Libertadores tras hilvanar siete triunfos consecutivos, y en consecuencia la confianza pasa casi pura y exclusivamente por lo que pueda hacer Bianchi y sus dotes de notable motivador.

Sin el brillo del año pasado, el que otorgaban jugadores como Hugo Ibarra, Sebastián Battaglia y el Chelo Marcelo Delgado, al equipo le costó horrores llegar a la final (superó en dos definiciones por penales a Sao Caetano y River) y sin embargo la sola presencia de Bianchi sentado en el banco de suplentes es lo que lo hace temible, al punto que hoy el Virrey es la espada más filosa de Boca.

Viejo zorro del fútbol y gran conocedor de climas y aromas de finales, el técnico apeló a sus mejores recursos ante paradas bravas como lo fueron la segunda final de la Copa de 2000 ante Palmeiras, tras empatar 2-2 en casa, o el planteo que le hizo al Milan el año pasado en Tokio, o el más reciente ante River, cuando aprovechó un par de frases inoportunas de algún integrante del cuerpo técnico millonario para tocarles el orgullo a sus dirigidos.

Claro que sus jugadores no son pacientes convencionales que lo visitan una vez por semana. Por el contrario, la frecuencia en el trato es cotidiana y el trabajo es personalizado. Y en ese aspecto Bianchi se maneja como "pez en el agua" para sacar claras ventajas sobre el resto de sus colegas.

El manejo de diferentes estructuras de la personalidad, más la aceptación de las carencias y también la potencialización de las virtudes, mucha concentración y gran madurez, forman un cóctel sabroso sobre el que Bianchi trabaja en forma insistente, y logra que jugadores "normales" rindan más y que juntos generen un aura ganador que les permite lograr objetivos grandes.

Claro que más de uno podrá pensar si es necesario motivar a un plantel campeón del mundo, si es que precisan incentivos cuando han demostrado capacidad para conseguir éxitos.

En ese punto, el síndrome del campeón, un concepto que la psicología analiza desde la década de 1960, consiste en replantearse objetivos nuevos porque los anteriores fueron superados, y sobre eso insistirá Bianchi para afrontar la aventura de Manizales.

Once Caldas, un rival exótico y con un equipo serio, tiene la aparente ventaja de definir la serie en su cancha, ubicada a 2.150 metros de altura sobre el nivel del mar y con 40 mil colombianos a favor.

Boca, en tanto, está lejos y cerca a la vez. Lejos de su mejor versión futbolística por las ausencias y el mal momento de algunos intérpretes mencionados anteriormente.

Pero a la vez cerca de una nueva conquista, porque además de su estirpe de campeón, tiene a un notable estratega y motivador como Bianchi, quien maneja la psicología de grupo como nadie en el ambiente y saca más de lo que hay de donde menos se lo esperaba. (Télam)

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El Virrey habla, gesticula, maneja los tiempos, dirige y conduce. Es líder indiscutido.

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