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 miércoles, 11 de febrero de 2004

Reflexiones
¿Vuelven las nacionalizaciones?

Andrés Openheimer / Miami Herald

Shafik Handal, el ex comandante guerrillero y candidato presidencial para las elecciones del 21 de marzo en El Salvador, parece convencido de que la historia está de su lado: en toda América latina, los países que han experimentado con privatizaciones están dando marcha atrás a toda máquina, y volviendo a un mayor control del estado sobre la economía, dice.

"El péndulo se está moviendo nuevamente hacia la izquierda", me dijo Handal, de 73 años, en una entrevista telefónica de 40 minutos pocos días atrás. "Los resultados de las privatizaciones han sido desastrosos".

A primera vista, Handal parece tener razón. Hay varios ejemplos de países latinoamericanos que se han rebelado recientemente contra las privatizaciones de empresas estatales de los años noventa, o que están revisando esos contratos.

Entre los ejemplos mas recientes:

u En Argentina, el presidente Néstor Kirchner anunció el 26 de enero su decisión de suspender un contrato de radio-electricidad del grupo francés Thales. En noviembre, el gobierno de Kirchner había suspendido una concesión del correo argentino al grupo privado Macri. En ambos casos, el gobierno acusó a las compañías de no cumplir con sus contratos de prestación de servicios.

u En Uruguay, el gobierno perdió abrumadoramente un plebiscito el 7 de Noviembre que hubiera permitido al monopolio petrolero estatal Ancap realizar algunos proyectos conjuntos con el sector privado, en aras hacer la empresa más eficiente, y lograr que los uruguayos dejen de pagar la gasolina a precios entre los más altos del mundo.

u En Bolivia, una violenta revuelta de grupos indígenas y sindicatos obreros contra un plan del gobierno de firmar un contrato con una empresa privada para la explotación del gas y su exportación a Estados Unidos


-que hubiera cuadruplicado el total de las exportaciones anuales del país- derrocó al ex presidente constitucional Gonzalo Sánchez de Losada en octubre pasado.
u En Perú, violentas protestas en la ciudad de Arequipa en junio del 2002 forzaron al gobierno del presidente Alejandro Toledo a archivar sus planes de vender dos compañías estatales, Egasa y Egesur, a una compañía belga. Una reciente encuesta de la firma Latinobarómetro en 17 países de la región muestra que sólo un 22 por ciento de los latinoamericanos piensan que las privatizaciones fueron beneficiosas, una caída notable de 46 por ciento que pensaba así en 1998. En algunos países, como Argentina, sólo 12 por ciento de la gente piensa que las privatizaciones fueron positivas.


¿Pero significa eso que veremos una ola de renacionalizaciones, o de regulación extrema?
Lo dudo mucho. Aunque algunos políticos izquierdistas de vieja guardia tengan prejuicios ideológicos contra las privatizaciones, la mayoría de los presidentes de la región son conscientes de que las privatizaciones en general han ayudado a reducir el gasto público, y a hacer que muchas empresas sean más eficientes. Lo que también dicen -con razón- es que muchos de estos contratos fueron transacciones poco transparentes, que lo único que hicieron fue convertir a monopolios estatales en monopolios privados.

Pero el motivo principal por el que dudo que habrá una ola nacionalizadora es el factor China. El gigante asiático, que ya es de lejos el principal receptor de inversión extranjera del mundo en desarrollo, está considerando silenciosamente privatizar algunas de sus principales corporaciones, lo que convertiría a China en un lugar aun más atractivo para las inversiones extranjeras.

Según informa la revista Fortune esta semana, el gobierno chino acaba de permitir que la propiedad estatal de la gigantesca empresa de electrodomésticos TLC -el principal fabricante de televisores del mundo, que además produce teléfonos celulares y refrigeradoras- caiga por primera vez debajo del 50 por ciento.

La medida podría tener enormes implicaciones: si TLC prueba que la menor participación estatal se traduce en una mayor eficiencia, y la compañía se convierte en la primera gran empresa multinacional china

-que, además, de producir bienes los distribuya y comercialice en todo el mundo- los reguladores chinos podrían permitir la privatización de otras empresas estatales.

Eso haría que América Latina enfrente una competencia china aun más formidable que la actual para atraer las inversiones internacionales. Y la región no puede darse el lujo de ignorar su creciente dificultad en atraer capitales. Según el último Informe de la Inversión Mundial de las Naciones Unidas, la inversión extranjera en América latina cayó por tercer año consecutivo en el 2002, mientras que China registró cifras récord.

O sea, es probable que los países de América latina tengan cuidado en no tomar medidas que ahuyenten a los pocos capitales que están logrando atraer. Al contrario de la opinión generalizada entre mis colegas y muchos políticos latinoamericanos, creo que así como la ola privatizadora de los años noventa pasó a la historia, la ola antiprivatizadora de los últimos dos años podría estar llegando a su punto más alto, para comenzar a retroceder muy pronto.

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