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 domingo, 21 de octubre de 2007  
“No quise hacer mal a nadie, sólo quería tener mi bebé”

Laura Vilche / La Capital

Compasión. Eso se siente tras un diálogo fugaz con Jesica Aquino, de 20 años, la joven que sustrajo el jueves una bebé de apenas seis días del Hospital Centenario. Ella y su novio Lucas Gutiérrez, de 19 años, hablaron ayer con La Capital. Que vivan juntos desde hace dos años, que sean mayores de edad a ojos de la ley penal, que él trabaje de albañil y que ella haya perdido dos embarazos en los últimos once meses harían suponer que se está frente a una pareja de personas adultas. Lejos de eso; son dos chicos, vestidos con jean, zapatillas y piercing en la cara como cualquier hijo de vecino que apenas pueden reconstruir y explicar lo que vivieron las últimas 48 horas, que tienen un miedo visceral, que cuando hablan por poco lloran y no tienen la menor idea de qué pasará con ellos en los días por venir.

    “No quise hacer mal a nadie, sólo quería tener mi bebé”, confiesa ella, que tiene el pelo teñido de rojizo y atado, un visible lunar y las cejas más cortas que las que retrataba el identikit que delineó la policía. “Ella —justifica él— estaba ilusionada con darme un bebé”.

   Todos en la familia sabían que la Jesi, tal como la llaman sus íntimos, había perdido un embarazo en diciembre, pero no estaban enterados de un nuevo y reciente episodio.

    “El primero fue un huevo huero (óvulo carente de núcleo)”, explica la joven. “Y perdí uno más hace tres meses, me dijeron que este segundo embarazo fue muy seguido al otro; el bebé debería haber nacido por estos días. No se lo conté a nadie, ni a él (refiriéndose a Lucas) y como tenía panza seguía diciendo a todos que tendría a mi nena. Esa mañana (el jueves) fui a ginecología a buscar el resultado del raspaje, pero le dije a Lucas que iba a control, me acompañó hasta el ómnibus, y le dije que me llevaba el bolsito por si quedaba internada”.

   Jesica cuenta que llegó y esperó el resultado del examen muy cerca de la sala 5 de pre y pos parto, donde estaba internada Selene. Dice que un hombre se le acercó y le pidió que alcanzara unos pañales a la cama B. Y que eso estaba haciendo cuando pasó una enfermera y le preguntó: “¿Vos sos la mamá, no?”. No dudó, dijo que “sí”, se acercó a la bebé, la alzó y se volvió a sentar en el pasillo a la espera del resultado del estudio.

Comedia de enredos. La crónica que cuenta con detalles Jesica tiene ribetes de comedia de enredos. “Estuve sentada más de una hora con la nena en brazos, yo veía que pasaban policías a lo loco delante mío, pero no entendía nada. Después de un rato, como nadie me dijo nada me fui. Salí por la puerta sin problemas, veía que la policía pasaba, pero yo estaba tan contenta con la nena que sólo pensé con qué pagaría el taxi, no tenía un peso”, relata. Recuerda que la nena estaba “tranquilita, protestaba un poquito de hambre, pero yo la acunaba, le compré leche Nan 1 y la vestí con la ropita que le había comprado a mi bebé. Cuando llegué a casa sólo dije «tuve la nena». Y por unas horas todos estuvimos contentos”, recuerda.

   Lucas interrumpe. Dice que lo llamaron al trabajo, le avisaron que era papá, que subió a la bici, hizo un trayecto de una hora frenética de pedaleo y llegó “feliz” a su casa. “Me extrañó que ella estuviera tan nerviosa; yo le decía, «Jesi, fuiste mamá, ¿por qué no estás contenta?» Y después, cuando más tarde nos contaron lo que se veía en la tele, porque nosotros en mi casa no tenemos televisión; cuando nos enteramos de que se habían robado una nena, empezamos a sospechar con mi mamá. «¿Cómo puede ser que te hayan dejado ir tan rápido del hospital?», le pregunté. Nunca pasé un momento tan feo en mi vida, después vino todo lo demás: hablé con ella y le dije, «Jesi, hay que darle este bebé a su mamá»”, reconoce el joven.

   Despiden a este diario desde la puerta de la casa de la madre de Jesica. Un barrio de casas bajas de material, con césped y cunetas. Ella viste una remera con una leyenda que dice “Surf” y luce un arito color rojo y brillante en su rostro. El lleva gorrita Nike y un arito igual al de ella, pero azul. No quieren fotos, no quieren hablar más y querrían que ya nadie hable más de ellos. Sólo dicen que tienen ganas de seguir juntos, pero intuyen que “ya nada será igual”.


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