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 miércoles, 12 de septiembre de 2007  
Chile vivió su primer aniversario del golpe sin Pinochet
Transformaciones y deudas pendientes a 34 años del derrocamiento de Salvador Allende

Mauricio Weibel / DPA

Santiago. — Chile recordó ayer por primera vez el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 sin la figura del general Augusto Pinochet vivo, ni influyendo en el poder. Un llamado del gobierno a vivir la conmemoración en calma no hizo en parte efecto y al menos 50 personas fueron detenidas luego de escaramuzas entre encapuchados y la policía. Las protestas por el aniversario empezaron el fin de semana y dejaron 189 detenidos, pero ocurrieron en un país fuertemente cambiado desde el retorno a la democracia en 1990.

Gobernado hoy por una ex torturada, la socialista Michelle Bachelet, Chile encara múltiples transformaciones, que tienen como centro la desigualdad social y el procesamiento de ex represores. No es el país que imaginó Pinochet, ni el que pretendió proyectar con una Constitución hecha a mano en su régimen. Hoy la mayoría de sus adalides en la lucha represiva están presos. Desde la muerte del ex dictador el 10 de diciembre de 2006, un centenar de jefes y miembros de seguridad fueron procesados o condenados por los tribunales, incluso a cadena perpetua.

El jurista de derechos humanos Eduardo Contreras asegura que el deceso de Pinochet abrió la verdad. Hasta ahora varios agentes confesaron crímenes y acusaron a sus superiores en tribunales. Después de 17 años de democracia, se sabe que 3.000 personas fueron desaparecidas o ejecutadas, que otras 50.000 fueron flageladas y que 500 inmuebles públicos se usaron como centros de tortura o exterminio.

Un modelo en jaque. Pero la agonía y muerte de Pinochet no sólo trajo o coincidió con un enjuiciamiento de los crímenes de su gobierno, como señalan en las organizaciones de derechos humanos. El ascenso al poder de una ex prisionera política, en un marco de bonanza económica, abrió el debate sobre el modelo neoliberal de desarrollo que impuso la dictadura. Más aún si la propia Bachelet prometió un gobierno ciudadano, en un país con altas desigualdades. En cifras oficiales, el 4% más rico acapara aún un quinto del ingreso nacional y un millón de chilenos —un sexto de la fuerza laboral— percibe sueldos inferiores al mínimo legal, de 280 dólares.

Al inicio de la democracia, los reclamos sociales fueron contenidos por el temor a un quiebre institucional y la precariedad económica. Chile era uno de los países más pobres de la región. Hoy, la economía exhibe el producto per cápita más elevado de Latinoamérica, unos 10.000 dólares, y acumula excedentes fiscales por 20.000 millones de dólares, que podrían duplicarse en 2010.

No hay motivos para que las personas no exijan más participación en la bonanza, dijo anónimamente un ministro. Sobre todo si las empresas anotan rentas históricas, agregó. Por ello, desde 2006 el país vivió uno de cada tres días en protestas obreras y estudiantiles.

Bachelet reaccionó constituyendo una comisión para proponer políticas a favor de la equidad, paso inédito en un país que preservó de la dictadura una férrea liberalización económica. Hoy ese modelo está en duda en amplios sectores de la alianza de centroizquierda que gobierna desde 1990 y que ganó 14 elecciones consecutivas. Además, las políticas sociales de Bachelet apuntan a la construcción de un Estado de bienestar que proteja inicialmente al 60% más pobre de la población.

Sin discusión. La oposición de derecha, heredera política de Pinochet, acepta debatir los temas de la equidad, pero el cuestionamiento al modelo neoliberal está fuera de discusión. Menos ahora que, por errores políticos de Bachelet, podría volver al poder en 2009, como vaticinan sondeos. Pero un país con memoria de su pasado, con represores procesados y debatiendo los derechos de los trabajadores es una realidad muy distinta a la que, tal vez, supuso la misma alianza gobernante, que en 1990 acuñó el lema de avanzar “en la medida de lo posible”.


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Homenajearon a Allende en las inmediaciones del Palacio de la Moneda.

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