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 domingo, 29 de julio de 2007  
“La UNR no puede ser un botín de guerra”
Así lo asegura el secretario de Política Universitaria de la Nación. El viernes se intentará elegir rector

Isolda Baraldi / La Capital

“La Universidad no puede ser botín de guerra de los partidos políticos”. “No se pueden usar métodos de extorsión para imponer la discusión de determinados puntos académicos”. Estos fueron algunos de los conceptos que utilizó el secretario de Política Universitaria del Ministerio de Educación de la Nación, Alberto Dibbern, a la hora de referirse a la coyuntura que atraviesa la Universidad Nacional de Rosario (UNR), institución que no logra elegir a su nuevo rector y que este viernes intentará llegar a ese objetivo.

   En su despacho del Palacio Pizzurno, se explayó largamente sobre la crisis de la UNR, se mostró optimista con que la comunidad universitaria buscará los mecanismos orgánicos para dirimir las diferencias y abogó por una discusión basada en plataformas académicas.

   —La UNR está pasando una situación atípica: estuvo acéfala, tuvo asambleas muy violentas y actualmente es conducida por dos rectores interinos. ¿Cómo calificaría esta coyuntura?

   —La situación de Rosario, que es atípica porque no se eligieron las autoridades en los tiempos que corresponden, también se relaciona con el ambiente universitario que se vive en todo el país. Tiene que ver con cuestiones de la vida institucional, que no son iguales en todas las provincias. Frente a esto no podemos actuar por respeto a las autonomías universitarias, que por suerte existen. Aquí son aspectos de los estatutos los que están en discusión.

   —Justamente esas reformas fueron importantes puntos de conflicto.

   —Sí, lo anormal es que se ponga la reforma del estatuto como una condición para elegir autoridades, cuando lo que tendría que ocurrir en la vida universitaria es que las reformas tendrían que ser debates de rutina u objeto de estudios de todos los gobiernos de las universidades. Ahora aparecen grupos estudiantiles que utilizan la presión al momento de elegir autoridades y ponen por delante del acto eleccionario puntos de las reformas.

   —¿Esos argumentos impidieron las elecciones de autoridades?

   —Exacto. Lo normal y lógico es que en cada período de gobierno exista una comisión de estudio de los estatutos, que se hagan las asambleas y que se elijan las autoridades; y que no sea una política de extorsión la que impida el normal funcionamiento de las universidades. A la larga es la comunidad educativa la que se perjudica con estas interrupciones del funcionamiento normal, que incluso deteriora la imagen institucional, que debe ser preservada, más aún cuando todos los sectores están representados. Cada cosa se debe resolver en el marco de la autonomía, pero es necesario que el debate se dé en el marco democrático que corresponde.

   —En Rosario también se mostraron claramente dos sectores políticos en disputa por el poder, y no precisamente con una discusión académica.

   —Claro, el problema es que la universidad no se tiene que transformar en un botín de guerra de los partidos políticos. La universidad es el mundo académico, de las ideas, y el debate debe darse sobre una plataforma de ese calibre y mantener su buena imagen. Hay que aprender que en democracia hay ganadores y perdedores, y debe haber consensos. Se debe aprender a perder y a ganar, sino se transforma la universidad en un escenario de anarquía y hasta de posturas totalitarias. La autonomía universitaria debe resolver sus debates entre mayorías y minorías, nosotros no podemos imponer nada.

   —Como autoridad del área, ¿no siente impotencia de no poder decir: «Señores, saquemos los barras brava, dejemos la violencia de lado», y llamar a la cordura?

   —Somos respetuosos. Por ejemplo, el problema de la Universidad de Buenos Aires, que fue más grave en el tiempo, se solucionó por consenso. En el caso de Rosario es indudable que hay dos grupos. No sé si alguno llega a una mayoría absoluta para elegir autoridades, y cuando existe esta realidad, es muy difícil llegar a un consenso. Y eso es lo que debería verse y demostrarse en la asamblea. Insisto, creo que los errores que cometimos fue quizás no debatir en su momento reformas estatutarias, lo que produjo una lógica y aceptamos un debate —que no debimos haber aceptado— bajo presión. No creo que las reformas sean muy grandes, pero detrás de esto hay políticas universitarias.

   —¿Universitarias o partidarias?

   —Están relacionadas, depende como se distribuye en cada universidad. Ya en muchas universidades nuevas las diferencias se han saldado con propuestas académicas donde participan personas de distintas extracciones políticas.

   —¿Cree que esta situación atípica se solucionará?

   —Creo que sí, la propia universidad se va a ir dando cuenta de que el debate no tiene que ser violento.

No es bueno no tener diálogo institucional y que los análisis se hagan del modo que no corresponde.

   —Rosario siempre se quejó del presupuesto asignado.

   —(Se ríe)Todas las universidades se quejan y no está mal. Yo no desconozco las necesidades. Rosario tiene necesidades de mantenimiento edilicio, en fin, una serie de reclamos. Ahora tenemos fondos para esas cuestiones, que posiblemente no alcancen, pero son cosas que se están haciendo. Más aún, Rosario empezó el 2007 con un presupuesto y terminará con un aumento del 17 por ciento, lo que significa un monto no menor a los 263 millones de pesos, además de una partida especial que se enviará de 2.500.000.

   Algo es seguro, el debate entre las partes que pugnan por quedarse con el Recotardo de la UNR deberá llegar a buen término el viernes próximo si se pretende encaminar la conducción de una universidad que así lo exige.
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