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 domingo, 27 de mayo de 2007  
Dolor e indignación en la despedida de un joven asesinado

Leo Graciarena / La Capital

Anoche, 24 horas después de su fallecimiento, los familiares de Pablo Rusito Espíndola recién pudieron comenzar a velarlo en el departamento de la planta baja del complejo Fonavi donde viven, en bulevar Seguí y Rouillón. El jueves al mediodía, el muchacho de 25 años había sido baleado a quemarropa en la cabeza por el cabo de la policía rosarina Pablo Galmarini. El suboficial, de 36 años, que trabaja en la Patrulla Urbana, está detenido desde entonces en el penal policial y ayer se abstuvo de declarar ante la jueza de Instrucción Alejandra Rodenas.

   Tras una jornada de máxima tensión en el barrio (ver aparte) en el que vivían víctima y victimario, a sólo dos escaleras de distancia, los vecinos del Rusito hicieron guardia durante la tarde de ayer esperando que los restos del pibe, que falleció en el Heca a las 20.20 del viernes, llegaran a la vivienda familiar. “Todo viene complicado porque los padres donaron los órganos y se hizo una ablación múltiple. Después tuvieron que hacerle la autopsia y recién entregaron el cuerpo al anochecer”, explicó Gonzalo, un amigo íntimo del muchacho asesinado.


En tribunales
Mientras la familia del Rusito sostenía una angustiante espera, el cabo Pablo Galmarini daba la cara ante la jueza Rodenas. “Más allá de la investigación del homicidio, la jueza está muy preocupada por lo que pueda suceder en el barrio tras la muerte del muchacho”, confió una fuente tribunalicia. Tras nombrar a su defensor, Galmarini fue trasladado nuevamente al penal policial.

   No es la primera vez que Galmarini, de 36 años, enfrenta la imputación de un homicidio. En 2001 ya estuvo acusado por las muertes de Rubén Ortega y Esteban Cabral, baleados en febrero de ese año en un supuesto enfrentamiento, aunque los familiares de las víctimas aseguraron que los ejecutaron mientras dormían en una casilla de Avellaneda y Uriburu.


A dos voces
Sobre el homicidio del Rusito hay dos voces para escuchar: la de los vecinos del Fonavi donde vivía y la de la policía. En lo único que coinciden ambas partes es en lo demencial del ataque del cabo de la Patrulla Urbana. “El agente al que los vecinos llaman Pelado (quien también vive en el Fonavi en cuestión) empezó a perseguir a Gustavo (el hermano de 16 años de la víctima) porque la hijastra de Galmarini llegó a la seccional 19ª pidiendo ayuda. «Mi ex novio me pegó una piña en el brazo y me quiere seguir pegando. Está en la esquina». Entonces el agente salió a correrlo en su moto”, explicó un oficial consultado. “Como no pudo atraparlo, se volvió a la seccional y siguió trabajando. Por eso los vecinos vieron su moto parada en la puerta de la 19ª”, comentó el vocero.

   Gustavo Espíndola contó otra versión, que fue ratificada por varios testigos. El pibe de 16 años había sido novio de una hijastra de Galmarini hasta hace poco tiempo atrás. El mediodía del jueves “el Pelado y Galmarini” lo corrían porque el padre de la chica se oponía a la relación. El primero iba en una moto azul y el cabo, uniformado, en su Dodge 1500 negro. Un vecino que vio como perseguían a Gustavo, le avisó a su familia y Pablo, el hermano mayor, salió en su auxilio. “Cuando el Rusito llegó al lugar, el policía de la 19ª se fue y se quedaron discutiendo con Galmarini. Se pegaron unos manotazos y el cana sacó su pistola con la que le pegó un culatazo en la cabeza y lo tiró al piso”, relató Gustavo el viernes, frente al Heca. Cuando el muchacho se estaba levantando, el policía le disparó en la cabeza. Fu en la esquina de Uruguay y Magallanes, donde quedó una enorme mancha de sangre y una vaina servida.


Indignación
Desde que se conoció el deceso de Espíndola, todo el Fonavi de Rouillón y Seguí estuvo en alerta. Ayer todos querían saber a qué hora entregaban los restos de Pablo para ser velados. Diseminados a lo largo del bulevar, en pequeños grupos de asamblea permanente, estaban vecinas de todas la edades esperando por el Rusito. “Estamos indignados y muy dolidos por lo que le pasó al Rusito. Era un pibe excelente, laburador y buena gente. Un chico al que en el barrio lo vimos crecer. Es una locura que lo haya matado así este hijo de perra”, contó con lágrimas en los ojos Cristina.

   “Lo que hizo este milico no tiene nombre. Pablo no se metía con nadie y junto a sus dos hermanos laburaban con su papá de plomeros. Y no es una frase lo que te digo. Mirá la cantidad de gente que está esperando para el velorio. Es una tristeza muy grande para la gente del barrio y por eso se pusieron violentos contra el policía. Fue por indignación”, explicó finalmente Rodrigo


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Pablo rodeado del afecto de sus padres.

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