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 domingo, 27 de mayo de 2007  
Una larga jornada de tensión y repudio

La noticia de la muerte de Pablo Espíndola corrió como un reguero de pólvora hasta el Fonavi de Seguí y Rouillón. En pocos minutos lo que comenzó con insultos frente al Heca se transformó en ira popular contra las viviendas de los dos policías involucrados en la persecusión y muerte del muchacho. Es que los dos uniformados son vecinos del mismo Fonavi.

   El viernes unos 200 vecinos sitiaron el departamento donde vivía Pablo Galmarini, cuya familia desapareció del lugar. Los más enardecidos violentaron la puerta y destruyeron varios muebles tras confrontar con unos 80 policías. Hubo piedrazos, disparos intimidatorios y gases lacrimógenos.


“Batalla”
Una fuente policial describió lo sucedido entre las 21 del viernes y las 4 del sábado como “una batalla campal”. Enfurecidos, muchos vecinos del Fonavi se juntaron frente al departamento de la escalera 55 donde vivía Galmarini.

   Los insultos crecieron y alguien gritó: “Vamos a prenderle fuego a la casa”. Primero fueron cascotazos y después algunos muebles quemados en el pulmón de manzana.

   “Acá hay mucha bronca contenida. El cana era un tipo que ya había tenido problemas con varios vecinos porque era muy prepotente. Y el Rusito era un buen pibe”, dijo un hombre de los menos exaltados. “Si tenía problemas con el hermano, le hubiera puesto una trompada, pero no un tiro”, contó el hombre segundos antes de que se escucharan los primeros disparos intimidatorios y se lanzaran gases lacrimógenos.

   Fueron momentos muy tensos. Los vecinos se reunián en pequeñas asambleas para decidir si dejaban que la policía protegiera los bienes de Galmarini. Hasta el comisario de la 19ª, Ernesto Dagostino, se acercó a parlamentar, pero muy poco pudo decir. Después fue el tiempo de las agresiones cruzadas. “Los efectivos tienen vedado el uso de sus armas”, comentó un vocero policial. “¿Vedadas? Tenemos pruebas para presentar ante la Justicia de que la policía disparó hacia los vecinos”, dijo un joven.

   Y el clima de tensión siguió hasta que a la 1 de la mañana, los más exaltados se fueron a la comisaría 19ª. “Fue como que querían tomarla”, confió un vocero policial.


Escrache
“La gente fue a la seccional para escrachar al Pelado (el agente que persiguió a Gustavo Espíndola con su moto) y que seguía trabajando. ¿Sabé lo que hicieron? Lo trajeron desde la comisaría escoltado con escudos, hasta su casa. Como si fuera el presidente. ¿Eso no es provocar?”, relató un muchacho.

   Y ayer al mediodía, la mecha volvió a encenderse. Esta vez en la planta baja de la escalera 34. “El agente de la 19ª al que llaman Pelado pidió un custodia para mudarse. Cuando los efectivos llegaron, fueron recibidos a piedrazos”, describió un oficial. “¿Piedrazos? Fui a putearlo. Eramos unos 50 vecinos y cuando cayó la primera piedras reprimieron”, contó una joven amiga de Pablo.
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