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 domingo, 25 de febrero de 2007  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-No tenemos con Inocencio un tema puntual para tratar hoy. Hay varios pensamientos sueltos que quisiéramos dejar flotando para que alguien los tome y los medite. Por mi parte, acabo de informarme de que Pakistán efectuó una prueba con un misil de largo alcance con ojiva nuclear y pensé que a la locura de Irán se suman otras. La carrera armamentística en el mundo no cesa ¡Qué delirio, ¿verdad?! Estimado lector, querido Inocencio: ¿se imaginan todo el presupuesto que las naciones dedican a armas, orientado hacia fines nobles? ¿No se hubiera logrado ya erradicar enfermedades tan dolientes como el cáncer, el sida y otras si una parte pequeña de esas fabulosas cifras se dispusiera para investigación? ¿No se hubiera remediado gran parte de la pobreza y el hambre del mundo si una porción de esas tremendas inversiones se dedicaran a emprendimientos productivos?

-Por mi parte, Candi, estuve leyendo que varios barrios privados fueron asaltados. Y se cumple así algo que nosotros, y muchas personas, hemos sostenido a lo largo de estos años. Nadie puede estar a salvo en una sociedad que no se salva ni está redimida en su conjunto. Algunas personas no entienden que ningún refugio es seguro excepto el refugio de la Justicia, es decir el dar a cada uno lo que le corresponde por su dignidad de ser humano.

-A propósito, Inocencio, regresando de Córdoba observaba las inmensas extensiones de campos sembrados ¡Cuánta riqueza! Y también vi que en las parcelas existentes entre los alambrados y la ruta, es decir entre el límite de la propiedad privada y la propiedad pública, también hay sembrados. Le digo que no es poca cosa la extensión cultivada en tales parcelas. Yo desconozco si eso es legal o no, si es permitido o no y no voy a entrar a considerar si está bien o mal. Sólo que me acordé de lo que dice La Torá: parte de la cosecha se dejará a los pobres. ¿Se hace eso en nuestro país? ¿Hay solidaridad para con los hambrientos? Me acordé entonces de lo que le dijo Boaz a Ruth: "Nuestra Torá (nombre que el judaísmo le da a los cinco primeros libros de la Biblia) nos dice que cuando el dueño de un campo ha cortado el grano, debe dejar las esquinas para los pobres, los necesitados y los extranjeros, quienes pueden venir a cosecharlo ellos mismos y llevarse el fruto de su trabajo y si un cosechador no corta de un solo golpe la espiga, o no la ve, no puede volver atrás, sino que debe dejar el grano que no ha cortado, o se le ha caído, como beneficio para los pobres y extraños". A mí me alegra mucho la prosperidad de algunos, pero con la misma intensidad me angustia la angustia de otros. ¡Tanta riqueza en este país y tan injustamente distribuida! A veces algunos me preguntan por qué hablo tanto de religión. ¿Y acaso, respondo, no contienen estas creencias normas para una vida justa y digna? ¿Es tan difícil aceptarlas y aplicarlas? Les supone más fácil a ciertos seres recluirse y pretender salvarse a sí mismos, lo que es imposible, un mero sueño, una absurda fantasía.

Candi II

-No tenemos con Inocencio un tema puntual para tratar hoy. Hay varios pensamientos sueltos que quisiéramos dejar flotando para que alguien los tome y los medite. Por mi parte, acabo de informarme de que Pakistán efectuó una prueba con un misil de largo alcance con ojiva nuclear y pensé que a la locura de Irán se suman otras. La carrera armamentística en el mundo no cesa ¡Qué delirio, ¿verdad?! Estimado lector, querido Inocencio: ¿se imaginan todo el presupuesto que las naciones dedican a armas, orientado hacia fines nobles? ¿No se hubiera logrado ya erradicar enfermedades tan dolientes como el cáncer, el sida y otras si una parte pequeña de esas fabulosas cifras se dispusiera para investigación? ¿No se hubiera remediado gran parte de la pobreza y el hambre del mundo si una porción de esas tremendas inversiones se dedicaran a emprendimientos productivos?

-Por mi parte, Candi, estuve leyendo que varios barrios privados fueron asaltados. Y se cumple así algo que nosotros, y muchas personas, hemos sostenido a lo largo de estos años. Nadie puede estar a salvo en una sociedad que no se salva ni está redimida en su conjunto. Algunas personas no entienden que ningún refugio es seguro excepto el refugio de la Justicia, es decir el dar a cada uno lo que le corresponde por su dignidad de ser humano.

-A propósito, Inocencio, regresando de Córdoba observaba las inmensas extensiones de campos sembrados ¡Cuánta riqueza! Y también vi que en las parcelas existentes entre los alambrados y la ruta, es decir entre el límite de la propiedad privada y la propiedad pública, también hay sembrados. Le digo que no es poca cosa la extensión cultivada en tales parcelas. Yo desconozco si eso es legal o no, si es permitido o no y no voy a entrar a considerar si está bien o mal. Sólo que me acordé de lo que dice La Torá: parte de la cosecha se dejará a los pobres. ¿Se hace eso en nuestro país? ¿Hay solidaridad para con los hambrientos? Me acordé entonces de lo que le dijo Boaz a Ruth: "Nuestra Torá (nombre que el judaísmo le da a los cinco primeros libros de la Biblia) nos dice que cuando el dueño de un campo ha cortado el grano, debe dejar las esquinas para los pobres, los necesitados y los extranjeros, quienes pueden venir a cosecharlo ellos mismos y llevarse el fruto de su trabajo y si un cosechador no corta de un solo golpe la espiga, o no la ve, no puede volver atrás, sino que debe dejar el grano que no ha cortado, o se le ha caído, como beneficio para los pobres y extraños". A mí me alegra mucho la prosperidad de algunos, pero con la misma intensidad me angustia la angustia de otros. ¡Tanta riqueza en este país y tan injustamente distribuida! A veces algunos me preguntan por qué hablo tanto de religión. ¿Y acaso, respondo, no contienen estas creencias normas para una vida justa y digna? ¿Es tan difícil aceptarlas y aplicarlas? Les supone más fácil a ciertos seres recluirse y pretender salvarse a sí mismos, lo que es imposible, un mero sueño, una absurda fantasía.

Candi II



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