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 domingo, 28 de enero de 2007  
Cómo renovar la pasión

Cuando una mujer está por casarse y las amigas le organizan la despedida de soltera hay un obsequio que nunca falta: un conjunto bien sexy de ropa interior (cuanto más osado y transparente, mejor). Es probablemente el único regalo de ese estilo que la esposa recibirá de allí en más por parte de su grupo de amigas, ya que en los próximos cumpleaños no faltarán pantuflas, aros, alguna remera, un pañuelo para el cuello o algo para la casa. El entusiasmo y la pasión de los primeros tiempos de la pareja se van apagando conforme pasan los años, y eso es, evidentemente, un mal reconocido y general.

¿Por qué muchas mujeres casadas pierden el interés por las relaciones sexuales? ¿Cuáles son las causas de la falta de deseo por ese otro al que se ama? ¿Por qué cuesta tanto generar un encuentro íntimo que salga de lo convencional? Más allá de las causas orgánicas que en algunos casos existen, en general, dicen los especialistas, el desgano frente al sexo es un problema cultural y complejo. “El desinterés sexual femenino es un motivo de consulta permanente”, confirma Cristina Granero, sexóloga de Centro Lys, de Rosario.

La falta de comunicación en la pareja, el estrés al que ambos están sometidos en forma cotidiana, la rapidez con la que se vive, la falta de un sistema de valores y de proyectos comunes contribuyen al malestar en el plano de las relaciones sexuales. El problema suele ser vivido con mayor ansiedad y angustia por parte de los hombres, ya que las mujeres terminan perdiendo el entusiasmo paulatinamente hasta que se resignan. “Desde ya que hay distintas etapas; cuando se están criando niños pequeños la mujer suele tener toda la atención depositada en su rol materno y descuida la relación de pareja. Es habitual que la líbido baje en esos momentos. Lo curioso es que el problema se prolonga y pasan los años sin que la pasión se recupere”, destaca Juan Carlos de la Vega, médico sexólogo.

“Cuando llega la noche yo quiero dormir, nada más que eso. Después de la oficina, del laburo dentro de mi casa, de correr todo el día detrás los chicos, no me quedan energías para nada, no entiendo cómo mi marido tiene tangas ganas...”, confiesa con desdén Valeria, 39 años, casada desde hace una década.

“Quejas, recriminaciones recíprocas, enojos mutuos. Eso es lo que termina quedando de aquella gran ilusión”, reflexiona Granero. La especialista dice: “Lo que nos queda claro a los sexólogos es que el significado de esa queja, de ese desacuerdo, no están provocados por los hechos en sí mismos, por las cosas que pasan o por las actitudes y conductas que se actualizan, sino que son el resultado de un significado distinto: el que cada uno le atribuye a sus respectivos sistemas de ideas y de valores”.

Entre los sexos, puntualiza la especialista, ese sistema de valores se vuelve cada vez más contradictorio hasta provocar interpretaciones irreconciliables. “Muchas veces, hombre y mujer descubren que son dos extraños mirando el pasado, todo agravado por el peso de la rutina, el aburrimiento, las peleas y el resentimiento”. Antoine de Saint Exupery lo define de esta manera: “Amarse no es mirarse uno en los ojos del otro, sino mirar ambos en una misma dirección”.


¿Sugerir o pedir?
Las psicóloga María Alejandra Luvatti destacó que es frecuente encontrarse con mujeres que perdieron el deseo sexual, que viven los encuentros íntimos con su pareja como una tarea más a cumplir, alejada de toda satisfacción. “El sexo aparece como otro trabajo; como otra obligación... y lo que la mujer registra no es su falta de satisfacción, sino el reclamo masculino, eso siempre se registra; y en todo caso, viven esta falta de deseo como algo que se extraña, que se añora, que sólo lo poseen las actrices de las telenovelas”.

Por su parte, Mariela Apud, psicóloga, agrega: “La falta de deseo sexual no puede leerse descontextualizada de todo lo otro. En el plano sexual, la mujer necesita como una cosa previa, un ambiente determinado, tiempo para los mimos y los arrumacos”.

Silvina, 38 años, seis de casada, manifiesta: “Y sí, es más fácil cuando tu esposo te llama para decirte que te quiere, que te extraña, cuando te regala alguna cosita, cuando te mima antes de tener sexo”.

Desde otra perspectiva el sexólogo Juan Carlos de la Vega comenta: “La mujer tiene que pedir lo que quiere, lo que le gusta. Desde su lugar femenino tiene cientos de recursos para atraer y atrapar al varón, y es muy bueno que utilice su poder de seducción”.

El sexólogo cree que buena parte de los problemas sexuales femeninos tienen su causa en la imposibilidad de la mujer de generar fantasías: “No es que no tengan la capacidad de imaginar, de fantasear, sino que está dormida, olvidada”, menciona.


Encuentros frecuentes
Un tema que aparece en forma recurrente en las charlas de amigas, es el reclamo del varón por la frecuencia de las relaciones sexuales. Los especialistas consultados afirman que no hay un número establecido que permita definir lo que es aconsejable y lo que no lo es, pero marcan que es habitual escuchar este “divorcio” en el consultorio. “El sábado tuvimos un encontronazo divino, genial, y él, el lunes, ya quería de nuevo... ¿a vos te parece?”, dice Sandra a su amiga Carolina.

"El hombre se engancha sexualemente más rápido, con algún elemento visual, con un sonido, un aroma; la mujer necesita todo un proceso de preparación que a veces puede demorar varios días, como en etapas”, señala De la Vega.

Granero, en tanto, afirma: “Para las mujeres es la relación amorosa la que despierta el erotismo y es condición previa al encuentro sexual”.

“Crecer juntos en la sexualidad de la pareja no depende de nuestras habilidades físicas sino de verbalizar las expectativas en materia amorosa, erótica y sexual. Hablar de nuestras experiencias, esperanzas y miedos para poder alcanzar una relación saludable y satisfactoria”, dice la especialista.

Sin dudas, la buena intimidad es uno de los soportes necesarios para establecer una pareja duradera y feliz. Pero no es la única pata de la mesa. La “mesa del amor” será verdaderamente fuerte cuando se logre sostener en tres pilares fundamentales: la armonía sexual, la armonía emocional y la armonía existencial.


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