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miércoles,
27 de
diciembre de
2006 |
EDITORIAL
Festejar responsablemente
Los medios de comunicación de la ciudad, entre ellos La Capital, repartieron ayer buenas noticias: atrás habían quedado ya las celebraciones de la Nochebuena y la Navidad y esta vez la cantidad de víctimas por el empleo de artefactos de pirotecnia, balas perdidas y accidentes de tránsito había sido mínima, sin ninguna tragedia ni episodio grave que lamentar, al menos dentro de los límites de la ciudad de Rosario. Se confirmó así una tendencia que se viene registrando en los últimos años, en los que se advierte una sensible disminución en el número de episodios que dejan secuelas irreparables para muchas personas y establece una suerte de dramático contraste con el espíritu que debe caracterizar a estas fechas.
A la luz de muchos de los casos ocurridos en navidades no tan lejanas, en algunas ocasiones letales y tantas veces dramáticos, lo que ocurrió -o tal vez habría que decir lo que no ocurrió- este 24 y 25 de diciembre debe ser valorado como un ejemplo de una sociedad que aprende, que se corrije y que evoluciona, por más que este año resulte ciertamente razonable atribuir parte de la baja incidencia de víctimas a las inclemencias del tiempo, sobre todo para el caso del empleo de pirotecnia.
Parece evidente a estas alturas que las campañas de difusión sobre los riesgos que se toman al hacer explotar un petardo o al conducir luego de haber ingerido alcohol, dos ejemplos de conducta peligrosa, han ayudado a los rosarinos a tomar conciencia sobre la necesidad de cuidarse a sí mismos y de cuidar a los demás. Lo mismo podría decirse de la implementación de controles más estrictos por parte de las autoridades competentes, algo que sin dudas también contribuyó a reducir la cantidad de accidentes y bajar el número de víctimas, tan tradicionales como la Nochebuena y la Navidad mismas.
Aun así, no está de más volver a apelar a la responsabilidad individual de los ciudadanos para seguir reduciendo los riesgos, sobre todo cuanto estamos a horas de una nueva celebración, la despedida del año viejo y la llegada del año nuevo, que suele invitar a los desbordes mucho más que la que se dejó atrás. Y hay que hacerlo apelando a la defensa y el cuidado de la vida, al respeto por uno mismo y por los demás, a la sensatez y a la cordura individual y colectiva.
No hay mejor celebración que aquella que pasa y deja el recuerdo de los gratos momentos vividos. Por eso, un buen desafío para lo que se viene el domingo y lunes próximos sería que todos cuiden de todos y que el martes 2 de enero ninguna familia rosarina deba estar lamentando secuelas irreparables por una actitud irresponsable, un gesto de desidia o un desborde relacionados con los festejos para recibir al 2007. El deseo de todos debería ser ese: que el Año Nuevo transcurra como en Nochebuena y Navidad, o mejor aún.
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