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domingo,
17 de
diciembre de
2006 |
Incineración y liberación de sustancias
El arrendamiento de islas fiscales indignó a los ecologistas y ambientalistas, quienes aseguran que se incrementarán las quemas, entre otros problemas que afectarían a la población tanto isleña como entrerriana, y en particular de Rosario y las localidades costeras desde Puerto San Martín a Villa Constitución.
“Miles de hectáreas más disponibles para el ganado implican quemas masivas más de una vez al año“, aseveró Sergio Rinaldi, desde el Taller Ecologista de Rosario.
El encargado de Defensa Civil victoriense, Fabián Daydé, consideró que éstas son “apreciaciones equivocadas. Los contratos de arrendamientos establecen que aquellos que hagan quemas no autorizadas perderán las tierras“.
Por otra parte, el director del Colegio de Ingenieros Especialistas de la provincia, Claudio Belloso, señaló que la combustión de residuos vegetales genera la liberación al cielo de dos compuestos: las dioxinas y los furanos “con un potencial efecto cancerígeno“, sentenció.
En ese sentido, el ex agente del Inta en Victoria, Gabriel Rourich, objetó esa teoría: “esas sustancias son generadas fundamentalmente por la industria del plástico y del metal o por la combustión del glifosato que se usa para las fumigaciones“.
“De ninguna manera se puede decir que las quemas de pasturas en las islas liberan dioxinas y furanos porque allí no se fumiga —la agricultura está prohibida— y el humo que se genera es natural, compuesto por anhídrido carbónico, vapor de agua y ceniza. No produce ningún daño al medio ambiente“, aseguró.
“Por legislación provincial y local, está prohibida la aplicación de cualquier sintético para combatir o ayudar el crecimiento de alguna pastura en las islas. Según especialistas en neumonología, es más dañino y complejo el propio smog de Rosario que el humo que generan la incineración de los pastos“, abundó el titular de Defensa Civil.
Sin embargo, en los pobladores rosarinos y de las inmediaciones queda el mal recuerdo de la quema descontrolada de agosto y septiembre de 2004. “Lo que ocurrió entonces fue porque se acumuló el material combustible tras varios años sin quemas, a lo que se sumaron fenómenos meteorológicos. La vegetación fue creciendo y haciendo un colchón sin aireación, por lo que era muy difícil de controlar“, explicó Daydé.
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