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domingo,
17 de
diciembre de
2006 |
Daño irreparable en la conjura de un robo
El choque de una patrulla que perseguía ladrones causó la muerte del conductor de un auto. Su familia busca testigos
Leo Graciarena / La Capital
¿Cuál debe ser la prioridad para la policía cuando acude a resolver un ilícito? ¿Tolera la sociedad que un inocente, ajeno a un procedimiento policial, pueda morir como daño colateral de la conjura de un delito? Cruzar con un móvil policial sin sirena y sin balizas por una esquina con semáforo como San Martín y Gaboto un día de semana a las 11.30, ¿se puede justificar? ¿Hacer esto con una patrulla, en comparación de riesgos, no equivale a que un uniformado le dispare a un ladrón sumido en una muchedumbre? ¿Cuánto vale la vida? Todas esas preguntas se instalaron tras la muerte de Román Flores, un licenciado en química de 54 años cuyo auto fue embestido por una patrulla policial que acudía a un alerta por robo en Aupesa. El accidente sucedió el jueves 7 de diciembre pasado. Flores estuvo en terapia intensiva casi 96 horas y falleció en el Heca.
"Nos quedó un dolor profundo. Fue un hecho, por un lado brutal y por el otro, muy abrupto. El accidente fue el jueves y mi viejo nunca salió de terapia intensiva hasta que murió el lunes". Eleonora, tiene 29 años, y trata de que el dolor no la quiebre. Es la hija de la víctima del accidente. Sentados a la mesa del comedor están a su lado, su mamá Alicia y su hermano de 31 años, que se llama igual que su papá: Román Flores. Desde el jueves 7 de diciembre a las 11.40, la vida para ellos jamás será igual. A los tres les quedó grabado qué estaban haciendo cuando un llamado telefónico les advirtió que el "Lobo", el "Flaco" o simplemente el "Barba", había sufrido un gravísimo accidente a diez cuadras de su casa, en San Martín y Gaboto.
Desde ese momento, comenzaron la dura tarea de reconstruir, mediante una investigación particular y a pulmón, qué había pasado en esa esquina. "Todo lo que sabemos es porque hace tres o cuatro días que andamos dando vueltas por la esquina preguntando y averiguando", explica Román hijo. "No podemos saber si la gente tiene miedo de contar cómo fue el accidente o es sólo falta de compromiso. Nosotros necesitamos que los testigos que vieron el choque se presenten en Tribunales a declarar para esclarecer las cosas", comenta Eleonora.
El jueves 7 de diciembre a las 11 de la mañana, una banda de ladrones robó 20 mil pesos de la concesionaria Aupesa, en San Martín al 2800. Inmediatamente de conocido el hecho, la policía irradió a todas sus patrullas un alerta. Fue cuestión de minutos para que San Martín al 2800 se convirtiera en un hormiguero donde confluían los móviles. Román Flores estaba ajeno a todo esto. Se había tomado la mañana para hacer trámites en el Ministerio de Educación de Alem y Gaboto.
Según pudo reconstruir la familia Flores, en base a los testimonios recogidos en la zona del accidente, Román padre circulaba en un Volkswagen Polo por calle Gaboto rumbo a su casa. Saben que cruzó San Martín con el semáforo en verde. Que la camioneta policial Ranger 3187, patente EUB 394 -que iba hacia Aupesa por San Martín, de sur a norte- lo embistió justo en la puerta del lado del conductor. Que esta patrulla cruzó en rojo y sorprendió el paso de Flores al salir por detrás de un colectivo, que sería un 142, que esperaba el semáforo le habilitara el paso. El auto de Flores dio varios trompos, subió a la vereda de los números pares y esquivó milagrosamente una garita de colectivos. Y en su alocada carrera rozó a una mujer que caminaba con su hija. Todo esto sucedió casi a mediodía de un jueves en una esquina en la que hay al menos ocho negocios comerciales, sobre avenida San Martín. "A esa hora, esa esquina, es súper transitada", sostiene Eleonora.
"A mi papá lo asistió un bombero de civil. Según nos cuentan fue él quien abrió la puerta del auto y lo ayudó. También se acercó una chica con una camisola verde, como de enfermera, que le improvisó un cuello ortopédico con sus manos", detalló Eleonora. En el lugar alguien tomó el celular de la víctima, llamó a uno de sus amigos y este repartió la ingrata noticia. "Mientras un policía me pedía los datos del seguro, comencé a preguntarle a la gente si alguien tenía un celular con cámara para sacar fotos. Y nadie tenía. Entonces compré una cámara y saqué las fotos", recordó Eleonora, la primera de la familia en llegar al lugar de la colisión.
Mientras Flores ingresaba a la guardia del Clemente Alvarez, en la escena del accidente la presencia policial se multiplicó. "Lo que nos cuenta la gente es que los policías se bajaron caminando de la chata. Y siempre según lo que nos contaron, ninguno fue a ver cómo estaba mi papá o la chica golpeada. Sólo se bajaron y miraron qué daños tenía la chata. Eso parece que enardeció a la gente que se junto en la esquina. Entonces llegaron más móviles y se los llevaron del lugar", relató Román hijo.
Flores permaneció casi 96 horas internado en terapia del Heca hasta que el lunes a las 2.35 falleció. Así, a partir de un incidente evitable y previsible, murió Román Flores. El "Lobo", que se había recibido de licenciado en química industrial en la Universidad Católica hace 27 años; el "Barba", que trabajaba de sol a sol en la fábrica de Granadero Baigorria y dando clases en tres escuelas de nivel medio turno vespertino: la 350, de Uriburu y Rodríguez; la 243, de Provincias Unidas y Mendoza; y Instituto Superior Nº 21, de Arroyo Seco. A esa hora también murió, el "Flaco", un canalla venenoso.
"Esto lo privó a Román de poder ver sus sueños: Eleonora recibida de arquitecta (le faltan dos materias); el casamiento de nuestro hijo (que será en octubre) y la posibilidad de hacerle los juguetes a sus nietos. El me decía: «Cuando Román (el hijo) no se dé cuenta, a mis nietos los voy a llevar a ver a Central»", contó entre lágrimas, Alicia.
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Fotos
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Román Flores (derecha) murió tras ser chocado en San Martín y Gaboto.
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