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 sábado, 14 de octubre de 2006  
De cuna Canalla. Por Adrián Abonizio
Opinión: No entiendo a Central

Adrián Abonizio

Anoche fue la primera vez que le deseé lo peor: que su estrategia fallase y sus planteos fueran una ruina. Me sentía convocando a los hados canallas del mal para dirigirlos hacia un pariente querido o un amigo entrañable, pero era inevitable: Russo debía anoche fracasar. No importa aquel épico 4 a 0 del Adiós o el 7 a 2 a Boca, la salvada del descenso y sus otros méritos. Yo debía sepultar la memoria; traicionar los recuerdos. La ovación sacudió los cimientos y él tuvo un lapsus pintoresco: casi se sienta en el banco de Pipo. El galán Cubero y su codazo letal, el botinazo de Ruben tras la magia del Kily, los pibes lanzallamas escupiendo fuego, Belloso y su tiro en ambos palos y Sessa, recibido como un traidor por aquel gol que le permitió a la Lepra ser campeón.

El canalla con uno más se retrasó; el mediocampo peligrosamente distendido pero la noche nos parecía dar crédito y hasta sentíamos cierta plenitud. Espejismo, decepción y desconcierto. Diez veces pudieron rechazar la pelota antes del blooper de Ojeda. "Hay que acostumbrarse a lo bueno" había dicho el filósofo y delantero Wanchope. Pero el canalla se aburguesó tras sus triunfitos. "Esto es Central" decía crípticamente Russo cuando nos dirigía. Le pediría a él o a otro preclaro que me la explique, yo no la entiendo, como no comprendo al auriazul.
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