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miércoles,
13 de
septiembre de
2006 |
Los "aprietes" a los árbitros tienen historia
El tan mentado asunto de las "apretadas" a los árbitros en el fútbol argentino es tan antiguo como el juego mismo y el caso ocurrido entre el presidente de Gimnasia y Esgrima La Plata, Juan José Muñoz, y el árbitro Daniel Giménez es uno más de un extenso eslabón.
En 1995 el entonces diputado nacional Alfredo Bravo, socialista, notorio simpatizante de River -luego candidato en las elecciones de diciembre 2001- ingresó al vestuario del árbitro Humberto Dellacasa (hijo) e hizo conocer su opinión riverplatense ante la expulsión del ídolo uruguayo Enzo Francescoli.
Curiosamente, también jugaba Gimnasia y Esgrima con el aditamento de los mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto. El segundo de ellos en un momento del segundo tiempo -el partido estaba 1 a 1- le dijo algo a la pasada al Príncipe y figura de River. Pudo ser algo referido al fracaso de Uruguay en la no clasificación para el Mundial 1994.
Francescoli, más tarde se supo, le habría contestado hace algo más de diez años: "Nene, cuando vos tengas la cuenta bancaria que tengo yo recién podemos seguir hablando". El mellizo, que luego fue campeón con Racing en 2001, lo insultó y el árbitro los expulsó a los dos.
Cuando trascendió el episodio y estando cerrado el vestuario de Gimnasia y Esgrima, el legendario Carlos Timoteo Griguol. enterado el entredicho redobló la apuesta, pero en favor del jugador rival: "Usted fue un irrespetuoso y él respondió del modo que puede hacerlo un señor jugador de fútbol", habría dicho el entrenador.
El diputado Alfredo Bravo (ex dirigente docente, secuestrado en 1976 cuando era directivo de Ctera, y torturado por el general Ramón Alberto Camps) al igual que Juan José Muñoz, el domingo último, no pudo resolver su estado emocional. Y perdió. No los fueros, pero ante la opinión pública, Bravo murió hace unos años y siempre se mostró arrepentido.
En 1977 el ex árbitro internacional Jorge Romero denunció que en el entretiempo de un partido por el Metropolitano entre Lanús y Ferro, un señor que se identificó como jefe del operativo de seguridad, lo amenazó de muerte: "Si no gana Lanús, vos no salís vivo", disparó el visitante.
Romero, que llevaba cinco años como árbitro de primera y hace más de una década que abandonó el referato, "imaginó" a varios dirigentes "granates" detrás del "apriete".
El periodista Ariel Borenstein, en un trabajo sobre Julio Grondona, recordó hace cuatro años en su libro "Don Julio" que el presidente de la AFA, en tiempos de fundador, dirigente e hincha fanático de Arsenal de Sarandí, no había exhibido una gran conducta como directivo ante el árbitro José Filachione.
"En 1969 Arsenal se jugaba un partido decisivo en su primer torneo importante como animador de Primera B -evocaba Borenstein- hasta que los fallos de José Filachione lo sacaron de las casillas, al que sería el máximo dirigente con los años del fútbol argentino", refirió el texto.
Hace 16 años, en el viejo estadio de Atlanta, el entonces vicepresidente del equipo bohemio, Bernardo Kravestcky, situado en un palco de la prensa, la emprendió con un micrófono en plena transmisión de un partido contra Atlético Cipoletti, arengando a la masa local contra el árbitro del partido. Le dieron 7 meses de suspensión.
También hubo árbitros entregados por dirigentes llenos de odio a las hordas de la propia hinchada. En 1983, Pedro Feola -hace veinte años retirado del referato- pidió asilo en una casa de familia en Lomas de Zamora, corrido por hinchas de Los Andes en uno de los clásicos lugareños con Banfield.
En 1981, Juan Carlos Loustau fue interceptado -su auto y el de sus acompañantes- unos kilómetros antes del aeropuerto Benjamín Matienzo, en Tucumán, por varios vehículos con hinchas de San Martín de aquella provincia. Los dirigentes habían avisado el horario del vuelo de regreso del árbitro internacional.
Dos años más tarde otros dirigentes avisaron donde Feola debía ir a buscar su auto, a quince cuadras del estadio de Banfield, dejando ir a la custodia policial.
El árbitro terminó con la cabeza dentro de un inodoro, en un casa de familia donde un grupo de madres celebraban el cumpleaños de uno de sus hijos. Y como se vio el domingo, la historia continúa. (Télam)
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