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 miércoles, 13 de septiembre de 2006  
El régimen de Assad ya no está libre del extremismo

El Cairo. - Enfrentamientos sangrientos y coches bomba ardiendo en las calles son imágenes como las que se ven diariamente en Irak y que ayer se repitieron en la vecina Siria. En este país, un Estado policial dirigido con mano de hierro, donde el servicio secreto controla con rigidez a cada opositor del régimen, no había ocurrido hasta entonces algo semejante. Con el atentado de ayer frente a la embajada estadounidense, sin embargo, Siria perdió su posición de isla de relativa calma en el mar en tempestad provocado por los conflictos del Líbano e Irak.

El gobierno, bajo la presidencia de Baschar al Assad, anunció durante los pasados meses en varias ocasiones detenciones y cruces de disparos entre la policía y supuestos islamistas, unos sucesos que no trascendieron a la opinión pública.

Algunos observadores árabes supusieron incluso que el régimen sirio relacionó los enfrentamientos con bandas criminales con el terrorismo islamista, con la intención de causar la impresión de que el país también era víctima del mismo, a pesar de su apoyo a Hezbolá en Líbano y a los partidos islamistas palestinos.

Es un secreto a voces, sin embargo, que el gobierno secular sirio intenta desde hace algunos años servir como bastión de EEUU contra los radicales islámicos.

Las malas lenguas afirman incluso que el régimen de Assad apoya de forma intencionada a seudo islamistas como Mahmud al-Aghasi, llamado Abu al-Qaqa. Este hombre negó en junio pasado, tras un combate entre supuestos extremistas y fuerzas de seguridad sirias en el centro de Damasco, que sus seguidores estuvieran implicados en los sucesos.

No debería sorprender a nadie que los extremistas intenten atacar una embajada estadounidense en un país árabe, porque además la imagen del gobierno del presidente George W. Bush no es tan mala en ninguna otra región del mundo como en el espacio árabe. Por miedo a sufrir atentados terroristas, las embajadas estadounidenses en Medio Oriente se reforzaron desde el 11-S como verdaderas fortalezas.

Los expertos sirios se mostraron sorprendidos de que los autores pudieran adquirir explosivos y armas de fuego y penetrar con ellas en la zona donde se encuentran las embajadas, un barrio donde también viven representantes del gobierno.

Hasta el momento nadie reivindicó el ataque. Ni siquiera el grupo Yund al-Scham (soldados de los países de la fértil media luna), al que intentó atribuirse el atentado del ex jefe de gobierno libanés Rafik Hariri en 2005, querría alardear con este atentado. Esto no impidió que diplomáticos sirios sacaran también esta vez el nombre de ese grupo a la luz, a pesar de que algunos observadores lo consideran un "movimiento fantasma". (DPA)
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