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 domingo, 27 de agosto de 2006  
Volver a nacer. Marcos Esparza fue sometido a una compleja cirugía en mayo
Un rosarino recibió el primer trasplante de intestino del país
Era la última chance de vida para el joven de 23 años. Se recupera en la Fundación Favaloro de Buenos Aires

María Laura Favarel / La Capital

"Había dos posibilidades: morir o luchar, y elegí la segunda". Son palabras de Marcos Esparza, un joven de 23 años que nació en la zona sur de Rosario y decidió someterse al primer trasplante de intestino que se efectuó en el país. La operación fue realizada el 29 mayo de este año en la Fundación Favaloro. Si bien la recuperación es lenta, Marcos volvió a nacer luego de haber sobrevivido 17 años enchufado durante 12 horas diarias a una alimentación intravenosa. Ahora puede ingerir comida por la boca y su nuevo intestino de a poco está comenzando a funcionar. El viernes pasado fue dado de alta, aunque debe seguir con controles estrictos. Marcos ganó una batalla más, y su ejemplo alienta las esperanzas de quienes sufren una incapacidad del intestino para absorber alimentos y líquidos, que hasta el momento sólo podían esperar una precaria sobrevida.

La técnica llegó al país de la mano de un especialista argentino, Gabriel Gondolesi (ver página 9), quien ya realizó otros tres trasplantes, todos con resultados positivos.

El joven habla tranquilo, sentado en la cama de la habitación 707 de la Fundación Favaloro. A su lado dos aparatos trabajan en su cuerpo: uno es el de la alimentación y el otro es el que introduce una leche al nuevo intestino para que comience a trabajar. Su torso desnudo deja ver las múltiples cicatrices que delatan las 13 cirugías a las que fue sometido. Las enfermeras entran y salen continuamente para hacerle los controles. Conoce al dedillo lo que le pasa, con los médicos habla de igual a igual y hasta utiliza el vocabulario específico. Quiere estudiar medicina y no bajará los brazos hasta lograrlo. "Por eso la estoy contando", comenta riéndose, mientras agradece a quien le trae la bandeja con la merienda.

Marcos nació con la enfermedad de Hirschprung, que afecta al intestino grueso. "Con pocas horas de vida hubo que operarlo y extirparle la mayor parte del intestino grueso", recuerda Alfredo, su papá. Los doctores Humberto Faín y Jorge Perochena, miembros del servicio de nutrición del Hospital de Niños Víctor J. Vilela, explican que "esta enfermedad no fue la que llevó a Marcos al trasplante, de hecho muchos niños nacen con ella y no tienen problemas".

El desencadenante fue la obstrucción intestinal que provocó un infarto en la zona, por lo cual debieron cortarle gran parte del intestino. Con seis años, a Marcos le quedaron 45 centímetros del delgado (cuando lo normal son siete metros) y 50 centímetros del grueso (cuya longitud es de cinco metros). "A esto se le llama sindrome de intestino corto", define Faín, y abunda: "Estos pacientes no pueden alimentarse por la boca, necesitan una nutrición especial, que se llama parenteral".

"Si Marcos comía por boca lo despedía todo inmediatamente", cuenta Mónica, su mamá. "Los médicos fueron claros. Nos dijeron que debíamos someterlo a la alimentación parenteral, que significaba conectarlo durante 12 horas diarias a una bomba que le permite, a través de una sonda y un catéter colocado en las grandes venas, que llegue el alimento con todos sus nutrientes. Esto podía complicarle otros órganos y deteriorar sus venas", relata Alfredo. El matrimonio tomó la decisión. "Lo hicimos con mucha fe y esperanza", manifiesta el papá, quien con la voz quebrada recuerda que "en ese momento me arrodillé ante una imagen de Jesús para pedirle fuerzas". Marcos era el primer paciente de Rosario que se sometía a este tratamiento.

pero no me importaba que mi cuerpo sirviera para esto", relata Marcos rememorando aquel momento.

Luego de los estudios preliminares quedó primero en la lista y el 28 de mayo, a las 22.30, recibió el llamado decisivo. Desde Buenos Aires, la Fundación Favaloro anunciaba que se había conseguido el órgano y que estaba todo dispuesto para el trasplante. Con abrazos y besos despidieron al joven que junto a su mamá partió hacia la única posibilidad que permitiría a Marcos tener una vida mejor. "Llegamos cerca de las tres y media de la mañana. Cuando firmé el acta de conformidad hice click. Lo único que me salió pensar fue: «Que sea lo que Dios quiera». Llegó el momento. Estaba tranquilo y mamá no dejaba de rezar el Rosario". A las 7 entró al quirófano y se sumió en un sueño de más de 15 horas, tiempo que duró la operación, al que se agregaron 15 días de estado de coma. Sufrió serias complicaciones que implicaron dos operaciones más. Cuando despertó y vio a su mamá, sólo hubo tiempo para las lágrimas. Lo había logrado. Estaba vivo.

Ahora Marcos se recupera lentamente "y sin perder el sentido del humor", dice una de las enfermeras. Ya empezó a saborear algunos alimentos, y deberá quedarse en Buenos Aires hasta diciembre, que le darán el alta definitiva. Mientras tanto, proyecta viajar el año que viene y luego "darle duro a medicina. Me quiero recibir y también dar clases", expresa el joven que sabe que en Rosario amigos y parientes lo esperan con una gran fiesta. Es que se sienten testigos de un milagro, protagonizado por Marcos, Mónica y Alfredo. Ellos demuestran con la fuerza del amor lo que puede una familia unida, la fe y las ganas de vivir.


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El mal de Hirschprung hizo que, de bebé, Marcos perdiera la mayor parte de su intestino.

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