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 domingo, 23 de julio de 2006  
[Primera persona]
Las estrategias de la figuración
En un libro que publican a la vez un sello rosarino y otro peruano, Mónica Bernabé analiza la construcción de la figura de artista a partir de la obra de tres escritores

Irina Garbatzky

El aporte de Mónica Bernabé al campo intelectual local está dando sus frutos: el año pasado fue una de las organizadoras del Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana, y ahora su ensayo "Vidas de artista. Bohemia y dandismo en Mariátegui, Valdelomar y Eguren (Lima 1911-1922)" acaba de ser publicado en una coedición de la editorial rosarina Beatriz Viterbo y el Instituto de Estudios Peruanos de Lima.

Además de su tarea como investigadora y crítica, Bernabé es profesora de Literatura Iberoamericana en la UNR y co-directora de "Katatay. Revista crítica de literatura latinoamericana" y del Centro de Estudios Aula Angel Rama. En su libro, analiza la trayectoria de una serie de escritores en el proceso de autonomización del campo intelectual latinoamericano, en el cual se elaboraron figuraciones significativas para el entramado identitario del continente.

-¿Cuál es la situación de Lima a principios del siglo XX y cómo se insertan en ella los poetas que ha elegido?

-La situación de Lima es similar a la de cualquier capital de los países latinoamericanos, cuando se perfila la emergencia de los campos literarios y los campos culturales. Emergencia que puede ser pensada en los términos de una modernidad periférica o desigual. El libro pretende leer a contrapelo o releer el modo en que han sido organizadas las historias de las literaturas nacionales, en especial, el caso de los países andinos. Me interesó indagar sobre los escritores inmediatamente anteriores a las vanguardias, cómo era el campo cultural en que desarrollaron su tarea. ¿Cómo fue posible, que, en el caso de Perú, en un campo cultural muy precario, mucho más periférico que el de la Buenos Aires del veinte, irrumpieran escrituras tan poderosas como la de César Vallejo o como la de Martín Adán? La idea sería explicar esas poéticas de ruptura no por los modos en que impactaron las vanguardias europeas, sino a partir de los propios campos literarios que estaban roturados por la experiencia cosmopolita del modernismo y por el magisterio continental de Rubén Darío.

-Usted plantea que su perspectiva de trabajo no es la lógica binaria de las influencias europeas sino otra lógica, en la que América latina se construye como "superficie incorporante".

-Sí, en la tradición latinoamericana es observable un mecanismo que se fue fortaleciendo a lo largo del siglo XX y que funciona a partir de una capacidad recipiendaria y una capacidad de transmutación de todo aquello que incorpora nuestra literatura y nuestra cultura. Esto fue referido a través de una serie de metáforas a lo largo de la historia de la literatura. Lejos de un peligro de desnacionalización o de imitación, el cosmopolitismo es un proceso en donde se incorpora al otro para poder desarrollar y procesar lo propio. Desde esta perspectiva es posible leer al decadentismo en América latina de manera más productiva que la de la simple copia de los modelos centrales.

-¿Considera que las representaciones que surgen entre los artistas del siglo XIX, como la bohemia o el dandismo, se han sostenido en la poesía más allá de las vanguardias?

-Lo que hay es una resignificación de esas figuras. Yo trabajo el modo de figuración del artista, que es una estrategia que acompaña la aparición de nuevos sujetos frente al campo letrado tradicional. Esa emergencia estuvo acompañada de un proceso de teatralización, de escenificación, una suerte de provocación; y claro que este proceso y esas figuras van mutando, pero de alguna manera siempre hay un sector del campo intelectual que está provocando y explorando con los límites. Generalmente se ha pensado a la bohemia como una reacción frente a la burguesía pero también es posible pensar que la bohemia está jugando y explorando con los bordes entre la burguesía, los sectores marginados y el proletariado: son los elementos más díscolos y más rebeldes del orden emergente. A mí me gusta pensar, más que en bipolaridades, en tensiones en las zonas de frontera. Y en Lima, a principios de siglo, había una "ciudad letrada" constituida, como la piensa Rama, por los intelectuales tradicionales, aquellos que cumplían múltiples funciones: políticos, educadores, escritores. Para diferenciarse de esa ciudad, que tenía un poder muy alto en la conducción de la cultura, estos jóvenes poetas, que vienen de la clase media baja y de la provincia, apelaron a la provocación como modo de conquistar un nombre de escritor. Estas dualidades entre esteticismo y compromiso político han seguido operando, de diferentes modos, a lo largo de todo el siglo XX en América Latina.

-En su libro marca las diferentes vías de resistencia cultural con las que los escritores se enmarcaron por fuera de las reglas del mercado y de la herencia colonial. ¿Es el caso de José Carlos Mariátegui y su "otro", el dandy Juan Croniqueur?

-Claro, y ahí hay una cuestión que es ejemplar y que marcó fuertemente al campo intelectual latinoamericano, porque el nombre de Mariátegui señala un espacio discursivo fundamental: la constitución de un marxismo no dogmático en América Latina. Me interesó reconectar a Mariátegui con su pasado decadentista, esteticista, pensar a la relación entre modernismo y vanguardia como una tensión dialéctica entre rupturas y continuidades.

-¿Por qué considera que han sido escasamente abordados por la crítica estos poetas del modernismo peruano?

-Yo creo que es un territorio que hay que explorar. Hay que ver cómo en cada uno de los países hay figuras marginales que han sido relegadas al entenderlas como epígonos. Me interesa revisar por qué no hubo un ingreso de estas figuras a la historia de la literatura en un sentido más productivo. Se me ocurre ahora que es significativo el caso de un narrador como Fernando Vallejo, hoy, en Colombia, que antes de comenzar a escribir lo que ya es su extensa saga narrativa, estuvo diez años recolectando el material perdido de un poeta epigonal como es Barba Jacob, un modernista de principios del siglo XX que peregrinó por Centroamérica y que en cada lugar provocó y escandalizó. Es curioso que Fernando Vallejo antes de escribir sus novelas autobiográficas se haya dedicado a reconstruir minuciosamente la historia olvidada de un poeta, es como ir a la búsqueda de las proto-figuras de artista; rescatar esta figura forma parte de una estrategia para construirse a sí mismo dentro del campo de la literatura.

-¿Esta edición de su libro rosarino-limeña confluye en una búsqueda orientada hacia la interconexión entre los campos culturales latinoamericanos?

-Claro, a mí me interesa rastrear en la actualidad los debates, o mejor, indagar si esos debates existen. Lo que se descubre es que hay una gran fragmentación en el campo intelectual latinoamericano. Si uno retoma la pregunta de (Néstor) García Canclini sobre los lugares desde donde se articula hoy la imagen de América latina puede verse que primero están las multinacionales del libro, con sus sedes en Madrid y Barcelona. Segundo, las empresas de comunicación estadounidenses: la CNN, la Warner, la MTV. Un tercer gran lugar de lo latinoamericano se produce y administra en las universidades norteamericanas con los estudios culturales. Entonces, uno puede preguntarse ¿dónde se difunden y circulan los estudios sociales, culturales y literarios que se producen en América Latina? Lo que es evidente, es que la multinacional del libro ha fragmentado el campo literario. Si bien publican a escritores latinoamericanos, paradójicamente, lo que en Latinoamérica no circula es el libro: la política de las grandes editoriales es editar los libros en el lugar de donde son originarios cada uno de los escritores y distribuirlos adentro de esas fronteras nacionales, pero sin hacerlo en el resto de los países latinoamericanos. Esta es una cuestión que atenta contra la construcción del debate y del campo intelectual. Entonces cuando nos propusimos con Beatriz Viterbo realizar una coedición con la editorial del Instituto de Estudios Peruanos, de alguna manera, muy humildemente, estamos planteando generar una movida contrahegemónica.
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Para la discusión. "El campo intelectual latinomaericano está fragmentado", dice Bernabé.

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