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domingo,
23 de
julio de
2006 |
Editorial:
La libertad conculcada
El trato que el presidente Néstor Kirchner le dio a su par cubano Fidel Castro fue calificado como frío y distante por muchos analistas. Y si algo contribuyó a que tal parquedad se acentuara, fue la falta de respuesta al pedido expreso y firme del mandatario argentino, tendiente a que Castro autorizara a la médica cubana Hilda Molina a viajar a la Argentina para visitar a sus familiares y conocer a sus nietos. Una solicitud justa para satisfacer un deseo natural y un derecho que el gobierno cubano se empeña en no conceder. No sólo que no hubo respuesta al pedido del presidente argentino, realizado a través del canciller Taiana, sino que hubo malestar en la comitiva cubana por haberse efectuado tal reclamo en medio del cónclave.
Lo cierto es que mientras en la cumbre un Fidel Castro que apareció lozano y con todas sus luces, decía a sus simpatizantes argentinos que "hay muchos que creen que estamos por la fuerza. No hay nada por la fuerza en Cuba. Jamás hubo un desaparecido, jamás un torturado". Amnistía Internacional hizo circular en un reciente informe otra visión del escenario isleño. En una parte del mencionado documento, que se titula "Cuba: continúan los ataques contra las libertades fundamentales", se señala que en la actualidad hay 72 presos y presas de conciencia en Cuba; de ellos, 62 fueron encarcelados durante la represión de marzo de 2003.
Pero más allá de esta situación, que puede ser considerada por algunos de objetable y hasta interesada, hay un hecho que no puede soslayarse y es el caso de la médica Hilda Molina a la que el gobierno cubano le niega la posibilidad de viajar a nuestro país para visitar a sus seres queridos. La mujer ha dicho en declaraciones de hace apenas horas que siempre ha sido muy pesimista y "no voy a dejar de serlo ahora. El ensañamiento conmigo ha sido muy prolongado y cruel. Estoy profundamente triste".
Por eso, el reclamo casi enérgico del presidente argentino Néstor Kirchner durante la cumbre no sólo era previsible sino necesario y plausible. Y como era previsible, también encontró como toda respuesta el silencio poco gratificante para las aspiraciones argentinas, de la médica y de todos aquellos que aspiran a la libertad como un modelo de vida.
Es de esperar que el gobierno de Fidel Castro, no obstante el silencio inicial ante el pedido argentino, revea una negativa que no se ajusta a derecho y permita a la profesional y a su madre finalmente reencontrarse con sus familiares argentinos.
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