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 domingo, 23 de julio de 2006  
El idioma: ¿señal de identidad nacional?

Adam Geller

Nueva York. - Ya han pasado 30 años, pero Dick Tucker recuerda como si fuera hoy los carteles en francés colocados en el interior de los autobuses de Montreal: "En francés lo decimos de esta manera. No lo decimos de aquella otra manera". El lenguaje nutre la canción de cuna que nos cantaban de bebés, la conversación en torno de la mesa, el susurro de la plegaria, las lecciones escolares. Por cierto evoca sentimientos intensos que no solamente configuran nuestra habla sino también nuestros sentimientos.

Mientras los legisladores renuevan el viejo debate acerca de si oficializar el inglés como idioma nacional de EEUU, aquellos carteles en los colectivos evidencian que los estadounidenses no son de modo algunos los primeros en tomar conciencia del lenguaje como señal de identidad nacional. Y al igual que en muchos otros países en los que la gente se preocupa de proteger su idioma nacional -paradójicamente, muchas veces de la difusión mundial del inglés-, el debate en EEUU acerca de si el inglés está en peligro va mucho más allá de sus aspectos lingüísticos.

El debate "nunca es exclusivamente sobre el idioma", dijo Walt Wolfram, lingüista social en la universidad estatal de Carolina del Norte. "¿Por qué habría de ser diferente en EEUU?". Lo mismo opina Tucker, experto en educación, planificación y política de lenguaje en la universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh. "El debate está relacionado con los temores de las cuestiones inmigratorias. Creo que se vincula con la preocupación sobre la demografía cambiante en EEUU. Pienso que es la preocupación sobre quién seguirá teniendo influencia política y económica", dijo Tucker.

El debate ha resurgido periódicamente. Aunque la actual iniciativa de oficializar el inglés es relativamente nueva, la noción de proteger el idioma viene dando vueltas casi desde la fundación nacional.

Establecer el inglés como idioma oficial ganó amplio apoyo durante y después de la Primera Guerra Mundial, cuando los inmigrantes de habla alemana eran la minoría más numerosa en la nación. Durante ese período se cancelaron muchas de las concesiones que se habían acordado a los inmigrantes -incluyendo la educación bilingüe-, dijo James Crawford, autor de "En guerra con la diversidad: la política idiomática de EEUU en una era de ansiedad".

La tendencia varió en la década del 60, cuando se suavizaron las leyes inmigratorias. Pero la oposición a la educación bilingüe, que ha reaparecido, cobró fuerza a fines del decenio del 70 por la preocupación de que los inmigrantes no estuviesen aprendiendo inglés con rapidez suficiente.

Eso reavivó el interés en el inglés como idioma oficial. Así y todo, el debate idiomático ha sido suave. Pero en otras latitudes, el idioma ha provocado más de un conflicto. Unas 158 naciones han incluido menciones específicas en sus constituciones para entronizar uno o más idiomas nacionales. EEUU es una de las relativamente pocas sin una medida similar.


Las épocas del apartheid
El idioma ha sido fuente de resentimientos en países como Sudáfrica, donde la enseñanza obligatoria del afrikaans a los sudafricanos negros estaba estrechamente vinculada al régimen de segregación racial, "apartheid".

La política idiomática de algunas naciones ha ido mucho más allá que la entronización de un idioma en la Constitución. La Academia Francesa es a la vez admirada y ridiculizada por su dedicación a proteger la "lengua de la nación" de los préstamos de otras lenguas, particularmente el inglés.

Los legisladores canadienses se han esforzado por aclarar que su país es bilingüe, asegurándose que todo -desde las cajas de cereal hasta los carteles carreteros- estén escritos en inglés y en francés. Con la excepción de la provincia francófona de Quebec, donde el inglés ha sido eliminado de casi todo el idioma sancionado oficialmente. Eso podría ayudar a explicar los antagonismos que el idioma puede suscitar en EEUU, donde la mayoría no habla una segunda lengua, y donde -según los expertos- muchos se incomodan al oír el uso de otras.

Una ley que oficialice el idioma inglés tendría un impacto mayormente simbólico. O quizás haría que los gobiernos restringieran los servicios que suministran en otros idiomas. ¿Pero esa ley podría cambiar la realidad? En Francia, pese a los ingentes esfuerzos de la Academia Francesa por desarraigar el "franglés", la gente sigue haciendo planes para "le weekend". ¿Y los avisos comerciales en español que se multiplican en las emisoras estadounidenses?

Los negocios han advertido la utilidad de hablar a la gente en el idioma en que se sienta más cómoda, y Crawford dice que eso es algo que los estadounidenses deberán aceptar. (AP)
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Los inmigrantes hispanos en EEUU reclaman por una educación bilingüe.


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