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domingo,
02 de
julio de
2006 |
El viaje del lector: pasiones de matrioskas
Rusia me atraía por su extensión, sus diversas etnias, sus movimientos políticos, pero sobre todo para comprobar que tantas pasiones enfrentadas no habían podido con ella. Así llegué a la ciudad de las catedrales y los monasterios: Moscú, la tercera Roma.
Rodeada de suaves colinas sobre el río Moscova, su sistema radial de calles me permitió llegar fácilmente al corazón de la ciudad, la Plaza Roja, donde según los rusos comienza la patria.
Agudicé mis sentidos frente a tanta maravilla, un espacio enorme cerrado por grandiosas estructuras arquitectónicas llenas de historia. Murallas almenadas, torres, un verdadero recinto medieval: El Kremlin. Esta fortaleza, centro político-religioso, destruido y reconstruido varias veces, encierra además del Gran Palacio y varias catedrales que dejan ver sus cúpulas doradas.
Delante de la torre del Senado se encuentra el mausoleo de Lenin. Es una pirámide truncada de granito rojo de Ucrania, con elevadas gradas que servían de tribuna a los dirigentes soviéticos y coronada por una columnata. Allí fueron depositados los restos mortales de Stalin hasta que en 1961 su cuerpo fue sacado y enterrado junto a los muros del Kremlin entre pinos y abetos junto a tumbas de escritores, revolucionarios, políticos, militares y astronautas famosos. Ya no despierta como antes el interés de los turistas que prefieren sentarse a admirar la belleza exterior de la espléndida catedral de San Basilio.
Sorprende el número y formas de sus cúpulas, todas distintas, coronando las diez torres. De un gusto pictórico inusual, es como una gran torta de cumpleaños, decorada con bastoncitos multicolores de azúcar que van tomando formas de piñas, cebollitas y bulbos. Despertamos de esta fantasía cuando más allá del perfil de la catedral divisamos la poco afortunada estructura del inmenso Hotel Rossija.
Al este, un hermoso edificio de 250 metros de fachada, formado por tres series de galerías superpuestas. El GUM (Almacén General del Estado) le pone el toque de frivolidad necesario. Tiendas de marcas renombradas y perfumerías alternan con el buen gusto de la decoración y el ambiente refinado de los bares. En esa oportunidad contribuían culturalmente los ejemplares del cow parade, suspendidos de las bóvedas de cristal o ubicados en el paseo como para recordar que desde el siglo XV, allí había funcionado el principal mercado de la ciudad.
Casi cerrando la Plaza un edificio de estilo seudo-ruso, sobrecargado de adornos, acoge el Museo Histórico, el más importante y antiguo de este tipo en Rusia.
Pero esta plaza bella por excelencia tiene su contrapartida bajo tierra, el Metro, un auténtico museo subterráneo. Su construcción comenzó en 1933, contando hoy con más de 260 kilómetros en la red metropolitana. Profundo, extenso, rápido, el más lujoso del mundo, transitado diariamente. Cada estación es una obra de arte en sí misma y pueden apreciarse variedad de estilos arquitectónicos, de sistemas de iluminación, la riqueza de materiales y diferentes técnicas que hacen de estos espacios verdaderos palacios populares.
¡Cuánto más se podría contar sobre esta ciudad y su gente! especialmente de esas señoras mayores que desde sus cabinas vidriadas controlan el funcionamiento de las escaleras mecánicas y como verdaderas "matrioskas" protectoras te guían para cambiar de línea del subte o salir a la superficie por la calle que corresponde al destino señalado en cirílico, bastante difícil de interpretar para quienes heredamos el castellano y balbuceamos el inglés.
Ada Alicia Pesenti Buccella
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Fotos
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El metro de Moscú es el más lujoso del mundo. Cada estación es una obra de arte.
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