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 domingo, 02 de julio de 2006  
Cafayate, entre vinos y pueblos fantasmas

Para llegar a Cafayate, el más importante de los pueblos de los Valles Calchaquíes y conocido internacionalmente por la variedad de vino torrontés, hay que dar un sinfín de vueltas por un camino de cornisa que pasa por Alemania y por un imponente anfiteatro de roca tallado durante millones de años por el agua y el viento.

A 189 km al sur de la capital salteña por la ruta provincial 68, se comprueba que el camino es el destino, porque antes de llegar a Cafayate, cada giro del volante enfrenta al viajero a montañas que asombran por la formación y los colores de las piedras.

El gigantesco anfiteatro natural es un lugar para el asombro porque está al alcance de la mano y a sólo unos metros de la ruta. Antes, como una ráfaga, aparece Alemania por la ventanilla del vehículo, pueblo que mereció versos de Manuel Castilla y las entrañables voces del Dúo Salteño. Ahora los guías califican de "pueblo fantasma" al lugar que alguna vez fue una activa terminal ferroviaria que cargaba la producción de lugar.

Pero el destino es Cafayate, un pueblo conocido por las viñas que producen variedades malbec, merlot, cabernet sauvignon, y el ya mencionado torrontés de exquisito y dulce sabor, además de infinidad de quesos.

Cada carnaval, época suprema para antiguos y actuales, recibe una merecida serenata que se convierte en festival. Imán irresistible para todo seguidor del dios Baco, aunque el señor de estos parajes es en realidad "el duende", espíritu alegre que acompaña a los mortales que celebran.
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