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 domingo, 02 de julio de 2006  
Condenaron al preso que ganó fama al atender público en una comisaría
En 2005 tomó una denuncia en Fuentes porque no había policías. Le dieron 6 años por una muerte accidental

Carlos Luengo, el preso que hace un año ganó notoriedad al atender a un grupo de vecinos en el mostrador de la comisaría, fue condenado a seis años y ocho meses de prisión. Estaba acusado por matar a un vecino de un tiro de escopeta. Ahora el juez que lleva el caso determinó que esa muerte no fue resultado de la intención del acusado sino de un accidente. Y por eso le impuso una sentencia más leve que si se hubiera tratado de un crimen deliberado.

El 19 de octubre del año pasado un grupo de vecinos fue a sentar una denuncia a la comisaría de Fuentes, a 60 kilómetros de Rosario, y como no había ningún agente para tomarla se las recibió un detenido. Esa desconcertante situación ganó trascendencia nacional. El detenido era Luengo, de 33 años, que estaba allí cautivo por la muerte de Ezequiel Boselli, de 15 años. Luengo y Boselli vivían ambos en barrio Ludueña. El 2 de septiembre de 2003 el adolescente recibió un escopetazo en el pecho. Lo encontraron consciente y lo llevaron al hospital donde murió a poco más de las tres semanas. A metros del herido, con la escopeta en las manos, estaba Luengo.


Debate
El debate judicial se entabló fuertemente sobre la intención o no que tuvo ese acto. Luengo contó que aquel día cuando estaba en la puerta de su casa, un vecino de nombre Ezequiel, del que sabía que tenía antecedentes penales, le advirtió que le iba a robar. En esa circunstancia el chico entró a la casa, ubicada en San Genaro 250 bis, y Luengo tomó una escopeta que estaba en la pared de la cocina. Le exhibió el arma y en esa situación, sujetandola por la culata, ante un movimiento imprevisto hacia atrás de Ezequiel se efectuó el disparo.

Al ser interrogado en el juzgado, Luengo negó el hecho que se le imputó. "No quería matar a ese muchacho, sólo lo quería asustar", dijo. Aseguró que cuando se dio vuelta lo tenía a Ezequiel detrás de él, dentro del living de su casa. "No hubo forcejeos, lo que ocurrió fue que quise sacar el arma de delante de él, tiré para atrás de la escopeta y se me disparó el gatillo, que era sensible", contó.

Ezequiel murió por complicaciones sépticas. Las perdigonadas eran de posta de goma, no de plomo, pero al efectuarse el tiro tan cerca del cuerpo las lesiones resultaron fatales.

El abogado defensor de Luengo no negó la responsabilidad de su cliente en la muerte de Ezequiel. Sostuvo que la conducta había sido imprudente e inadecuada pero que había desembocado en un resultado no deseado por Luengo. Y destacó que nadie que piense en matar tiene un arma cargado con cartuchos antitumulto, es decir, con munición de goma.

El juez de sentencia Nº 4, Julio Kesuani, le reprochó a Luengo un obrar negligente, sin respetar los deberes de cuidado, agravado por el uso del arma y del mortal resultado del incidente. Pero también tuvo en cuenta que Luengo no tiene antecedentes de ser una persona violenta, que sus vecinos lo aprecian, que no eludió la acción policial y que pidió que llamaran a la ambulancia. Eso hizo pensar al juez que no buscó el homicidio aunque la negligencia provocó un resultado grave que no debió, a su criterio, quedar sin reproche.

Por eso condenó a seis años y ocho meses de prisión, por homicidio culposo agravado por la utilización de arma de fuego, y a la prohibición de usar armas por diez años. Luengo seguirá detenido hasta cumplir su condena. Recordará que los vecinos de Fuentes, a instancias del párroco, reunieron 3 mil firmas en un petitorio pidiendo que lo dejaran en la comisaría de ese pueblo del departamento San Lorenzo. Cuando se supo que había atendido a un grupo de personas en la comisaría inmediatamente lo trasladaron a la comisaría de Roldán. Pero la gente de Fuentes, que se había encariñado con él, solicitó que Luengo se quedara en la seccional pero entre ellos.
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El juez de Sentencia Nº4, Julio Kesuani.



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