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 domingo, 02 de julio de 2006  
Oíd, mortales...
Los himnos nacionales son a veces sangrientos cantos de guerra y muerte por la patria

Si alguien cree que los árbitros del Mundial sacaron demasiadas tarjetas rojas, quizá sería mejor que se alegrase de que algunos equipos y aficionados no se hayan tomado a golpes luego de escuchar sus himnos nacionales.

  Los conmovedores himnos que suenan en los estadios antes de cada partido son muchas veces sangrientos cantos de guerra y muerte por la patria. Mucho más incendiarios que un foul en el campo.

  Por ejemplo, Italia, uno de los cuatro equipos que disputará las semifinales. Sus hinchas celebran las victorias con “Azzurro”, una sentimental canción pop de los años 60. Pero el himno oficial es un llamamiento del siglo XIX a tomar las armas por una Italia unida y expulsar al invasor extranjero. “Estamos dispuestos a morir, Italia llamó”, es el clímax, con conmovedora música operística de fondo.

  Ucrania, debutante en un Mundial, recibe de su himno permiso para sentirse triunfante. Al haber llegado a cuartos de final por penales, la ex república soviética se mantiene leal a su himno de independencia del siglo XIX: “Ucrania aún no está muerta, ni lo está su gloria, ni su libertad”, a pesar de que su fútbol no es tan glorioso.

  El himno francés, La Marsellesa, el himno de la Revolución Francesa con su famosa fanfarria inicial, es incluso más gráfico: “A las armas, ciudadanos, formen sus batallones, marchemos, marchemos, que una sangre impura empape nuestros surcos”, es el estribillo.

  En contraste con Francia está Brasil, un país que se independizó de Portugal en el siglo XIX sin guerra. “Brasil, un sueño intenso, un rayo vívido de amor y de esperanza a la tierra desciende”, cantan los brasileños. “Gigante por la propia naturaleza, eres bello, eres fuerte, impávido coloso y tu futuro espeja esa grandeza”. La forma de vida de los brasileños parece reflejarse en su himno. Y con un récord de 5 mundiales es el himno apropiado para un ganador.

  Los ingleses rinden tributo a su monarquía en “God Save the Queen”, canción que también reclama un juego limpio: “Señor, haz que estas naciones vean que los hombres deben ser hermanos”.

  Portugal es más tempestuoso. Su himno antimonárquico evoca el pasado colonial de la nación: “A las armas, a las armas, sobre la tierra, sobre el mar. A las armas, a las armas, por la patria, luchar; contra los cañones, marchar, marchar”.

  Argentina, con sus casi 200 años de independencia de España, saluda “al gran pueblo argentino”, y su lema es: “Oh, juremos con gloria morir, oh, juremos con gloria morir”. Ese tipo de llamamientos están prohibidos en Alemania.

  El himno alemán, con música de Josef Haydn, utiliza la única parte inofensiva de un poema de 1841 que busca unir a los alemanes de toda Europa. Los prohibidos primeros versos contienen aquel famoso “Deutschland, Deutschland ueber alles” (Alemania, Alemania por encima de todo), que luego adoptaron los nazis. Y no está prohibido pero anticuado el segundo verso que celebra a “las mujeres alemanas, el vino alemán y la música alemana”. Lo que cantan los alemanes ahora es la parte que habla de “unidad, justicia y libertad”.


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