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sábado,
01 de
julio de
2006 |
Un espacio al que se asiste "por la curiosidad del saber y no por el título"
La Facultad Libre de Rosario renueva su oferta de estudios
En agosto arranca el segundo cuatrimestre de actividades. Inauguraron una sede en la capital provincial
Matías Loja / La Capital
La experiencia rosarina de la Facultad Libre, que abrió sus puertas en la ciudad a mediados de abril, ha superado las expectativas que habían propuesto en un primer momento los organizadores. Es que de los 600 alumnos que habían estimado tener, los cursos abrieron este año con cerca de 1.100 inscriptos, cifra que, según los responsables de la propuesta, implica por un lado un reconocimiento a la iniciativa, pero también un desafío para el segundo semestre, donde se producirá una renovación de los seminarios que ofrece la experiencia pedagógica.
Ser mayor de 17 años y saber leer y escribir son los dos requisitos esenciales para formar parte de este proyecto, que tiene su antecedente en la Facultad Libre desarrollada en la localidad de Venado Tuerto a principios de la década del 90.
León Rozitchner, Horacio González, Federico Seineldín, Tomás Abraham, Manuel Mora y Araujo y Christian Ferrer, son algunos de los desatacados docentes que formaron parte durante el primer semestre de esta experiencia.
Pero no sólo el aspecto cuantitativo ha sido un elemento que logró colmar las expectativas iniciales. "Nos encontramos con clases, como la de Tomás Abraham, en donde en el medio del seminario los alumnos interrumpen con un aplauso cerrado por algo que dice el profesor, o con un docente como León Rozitchner que cita un libro y al otro día tenés 150 personas pidiéndolo en las librerías de Rosario", destaca Fernando Peirone, director de la Facultad Libre de Rosario, quien afirma también que en estos meses de funcionamiento, "tanto sea de parte de los alumnos, como de los docentes o nosotros mismos, fuimos superados en estas expectativas".
Tanto en cuestiones metodológicas como organizativas, la idea de trasladar la experiencia desarrollada en Venado Tuerto a Rosario trajo consigo algunos cambios, al punto que las clases, organizadas de manera quincenal, el año que viene podrían dictarse semanalmente. "La experiencia quincenal estaba bien para una ciudad como Venado Tuerto, pero acá hay un ritmo y una gimnasia distintas", señala Peirone.
En Rosario, los distintos seminarios están organizados en cinco áreas, llamadas política y ciudadanía, arte y sociedad, comunicación y gestión, filosofía y calidad de vida, y educación e identidad. Con respecto a la composición del estudiantado que asiste a la Facultad Libre, Peirone advierte que un 60 por ciento son gente que de entre 25 y 50 años, 25 por ciento de personas mayores de edad, y un 15 por ciento de estudiantes universitarios, de entre los 18 y los 25 años, que concurren a la Facultad Libre con la idea de complementar sus estudios formales. "En relación con ello, estamos en diálogo con varias facultades de la Universidad Nacional de Rosario para ver la posibilidad de homologar materias nuestras con seminarios optativos de algunas carreras", adelanta Fernando Peirone.
Espacio de encuentro
"Cuando nos preguntan qué es la Facultad Libre es muy difícil responder de manera rápida. Pero sí puede decirse que hay dos ideas fuerza que, de algún modo, le dan el aspecto seductor que tiene la Facultad. Por un lado, está la posibilidad de abrir las compuertas del conocimiento, que estaba en los claustros académicos, a lo masivo. Y al mismo tiempo, la posibilidad de incorporar aquello que la universidad, o la educación formal, fue poco a poco marginando, en tanto que no era funcional al proyecto de sacar profesionales en serie, cada vez más específicos, pero muy desconectados en muchos casos del palpitar de la vida cotidiana", apunta Peirone al intentar esbozar una definición de la importancia de la experiencia.
Educación sentimental, economía para no economistas, y ritos y costumbres de la vida cotidiana son los nombres de algunos de estos "saberes plebeyos" que tienen lugar en la experiencia rosarina de la Facultad Libre.
"Lo que se va a buscar es la experiencia de compartir ciertas preguntas y cierta ansiedad por el conocimiento más allá de cualquier título o habilidad a aprender para exponer en el mercado", destaca por su parte Daniel Scarfó, secretario académico de la Facultad y responsable del curso educación sentimental.
"El impulso básico es el impulso por el saber", dice Scarfó sobre la propuesta de la Facultad Libre, a la que, afirma, "se va simplemente por la curiosidad del saber y no por la necesidad de un título".
Otra de las diferencias que Scarfó destaca a la hora de establecer diferencias y similitudes con otros espacios de enseñanza es el referido a la relación docente-alumno. "En ese sentido -opina Scarfó- la relación que se establece con los docentes es distinta, también porque los docentes no tienen un público cautivo, y por lo tanto se ven obligados, si quieren retener a sus estudiantes, a un esfuerzo mayor y un compromiso con el saber y con la enseñanza que va más allá de cualquier puesto laboral que al docente le garantice un salario".
No obstante, el secretario académico afirma que en la planta docente hay una amplia variedad de estilos, ideologías y concepciones de lo educativo, que impiden homogeneizar una forma unívoca del dictado de clases, a cargo de docentes que también dan clases en la universidad.
Consultado sobre la posibilidad de que las universidades generen experiencias similares al interior de las mismas, Scarfó afirma que este tipo de espacios, como los de la Facultad Libre, deben ir por fuera, "sino perderían toda la frescura de no estar atados a una ley de educación superior, a una reglamentación específica". "La inutilidad de esto se perdería si se convirtiera en un tipo de experiencia más regulada", apunta el docente, aunque añade que "por un lado es cierto que la universidad se beneficiaría mucho de aquello de lo cual este tipo de experiencia le está hablando y le recuerda la frescura que la universidad también debería tener".
Pero la heterogeneidad no sólo alcanza a los docentes que forman parte de la planta de profesores del proyecto. "A los cursos de la Facultad asisten ingenieros, arquitectos, abogados, que en algún momento les interesó la filosofía, pero simplemente no van a hacer toda una carrera de eso. Y encuentran aquí la posibilidad de hacer más que un curso en un centro cultural, al tomar una materia con la estatura de los profesores que tienen", detalla al respecto Daniel Scarfó.
"Yo creo que la Facultad se llena de gente curiosa, gente que en algún momento eligió una carrera pero que le quedaron un montón de asignaturas pendientes. Y me parece que hay una riqueza ahí, ya que la Facultad se ha convertido en un lugar de encuentro, no sólo entre personas, o entre docentes y alumnos, sino de muchas personas consigo mismas, con aquellos deseos, sueños, inquietudes, aventuras vitales que tenía olvidadas o postergadas", finaliza Scarfó.
Matías Loja
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