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 sábado, 01 de julio de 2006  
No pasan de los 10 años, armaron la biblioteca del aula, pero quieren más libros
Son alumnos de la Escuela Nº 1.289. La maestra pide más textos para un barrio donde abundan los cíbers

Marcela Isaías / La Capital

"No se puede decir que los chicos no leen porque no les gusta, más bien es por falta de oportunidades", dice convencida Margarita Gaeta, la maestra de 3º año de la EGB de la Escuela Nº 1.289 Río Paraná, de barrio Rucci. Y razones no le faltan para sostener esta afirmación: "Este es un barrio con muchos cíbers, pero ninguna biblioteca, la más cercana está a 30 cuadras". Pero Margarita no se quedó de brazos cruzados y desde el año pasado arma con sus alumnos su propia biblioteca del aula, un proyecto para el que tan sólo pide colaboración en libros, de los buenos.

La escuela está emplazada en pleno barrio Rucci, junto a la miniestación de colectivos, y asisten a ella 600 chicos, entre el nivel inicial y el 7º año. El salón de Margarita no se diferencia de muchos otros de escuelas públicas: falta pintura, arreglar puertas y estufas. Los chicos permanecen todo el tiempo con su abrigo puesto, y a excepción de los juegos del recreo, no hay otra manera de calmar el frío de la mañana.

En un rincón del aula, un armario lleva un cartel que indica que esa es la "Biblioteca". Margarita es la encargada de abrirla para empezar a contar una experiencia basada en la convicción de que "poner un libro en manos de un niño puede cambiar su vida".

"La idea de formar una biblioteca para el aula empezó el año pasado, al comprobar la necesidad que tenían mis alumnos simplemente de leer, y leer literatura. Comencé leyéndoles cuentos que se transformaron en parte de la vida del aula, luego ante el deseo de ellos de llevarse los libros a sus casa armé una pequeña biblioteca con los libros que habían sido de mis hijos, y algunos que rescaté de la escuela", cuenta sobre los inicios de esta experiencia.

El trabajo derivó en una biblioteca "de verdad", tal como le dicen ahora. "Los chicos -continúa la maestra- hicieron las fichas de los libros, retiraban y devolvían a término los ejemplares, oficiaron de bibliotecarios en esta tarea". Y lo siguen haciendo.

Hasta entonces, los nenes y nenas que el año pasado cursaban el 3º año de la EGB tenían pocas o casi ninguna oportunidad de leer buenas historias. El resultado -relata la docente- fue comprobar que entre agosto y diciembre cada chico se llevó a su casa un promedio de 13 libros. "A los que más leyeron los premiamos a fin de año con un libro, una tarea en la que también colaboró Editorial Santillana", agrega.

Pero Margarita va por más. Ahora quiere que se piense en una biblioteca para su barrio, que bien podría funcionar en la escuela -según sugieren los propios chicos- porque insiste con la idea de que si no se lee no es por falta de interés sino de oportunidades.

Basta recordar entonces que lo que antes era la biblioteca de la escuela ahora es un salón de clase. No hay cargo de bibliotecario y los libros que se guardan del antiguo espacio de lectura son inadecuados para estimular la lectura. "Pueden servir para conocer cómo se leía antes, pero ahora resultan poco atractivos para los chicos si se trata de invitarlos a leer", dice con razón la maestra.

Recuerda además que "si los chicos no tienen el gusto por la lectura es porque en sus casas no hay libros y este gusto no está desarrollado. Por eso no pueden decir si les gusta o no leer, porque no saben de qué se trata. Antes la escuela era un complemento en esta tarea, ahora es casi única y fundamental".


Comprensión lectora
Una de las mayores preocupaciones de la escuela actual es la comprensión lectora. Un problema común a distintas realidades pero que se acentúa cuando faltan los recursos y oportunidades para leer y escribir. Segura de que una de las formas de hacer frente a este problema es justamente habilitar estos espacios, Margarita diseñó, de a poco y en el trabajo con sus alumnos, la biblioteca del aula.

El año pasado se sumaron sus alumnos de 3º año, que ahora están en 4º y cambiaron de turno. De todas maneras, los chicos siguen conectados con esta biblioteca y aprovechan los horarios a contraturno de las clases de educación física para buscar uno que otro libro. Mientras tanto, la maestra de a poco va entusiasmando a nuevos lectores, los más chiquitos que ahora son sus nuevos alumnos.

Pero no todo quedó en reunir libros. La pequeña biblioteca se abrió a otros proyectos, entre ellos figura "La valija de los libros", que no es otra cosa que una pequeña valija que pasea con libros por los salones; un "libro viajero" que recoge las opiniones de las familias sobre estas ideas de lectura; el papel de ser "bibliotecarios por un día", para organizar el trabajo de la biblioteca; visitas a una biblioteca y a la feria del libro, y hasta invitar a ser socios de la misma, con carnés que llevan las fotos de los pequeños socios y una leyenda que sintetiza el trabajo: "Leer es genial".

La maestra define a este trabajo orientado a disfrutar de la lectura y la comprensión lectora "como largo y nada mágico". De todas maneras, valora las producciones nacidas de las nuevas lecturas. "De tanto leer cuentos de princesas surgieron producciones impresionantes con estos personajes", cita como ejemplo.

También rescata otras conductas que se aprenden con sólo organizar una biblioteca: "El trabajo en equipo, cooperativo, solidario"; además de otros vínculos con la familia. "Una de las nenas me dijo el año pasado que gracias a que llevaba libros a su casa por primera vez se habían reunido a leer en familia".

No es poco. Igual Margarita sabe que falta mucho, que la oportunidad no debe limitarse a las paredes de un salón y para que crezca la biblioteca debe pensarse para todo el barrio. Por eso pide libros, pero de los buenos, no los que se quieran descartar, sino aquellos que permitan pensar en nuevos lectores, pero que además generen oportunidades distintas para imaginar el futuro.
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Los chicos de 4º año, junto a su maestra Margarita, que muy convencia dice: "Poner un libro en manos de un niño puede cambiar su vida".

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