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 domingo, 26 de marzo de 2006  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-Se me ocurrió imaginar, de pronto, que el ser humano y las circunstancias de la vida o, si lo prefiere, el ser humano y Dios, son semejantes a veces a una roca y un escultor.

-Aclárame eso, por favor.

-¿Un breve cuentito quiere?

-Adelante.

-Había una vez alguien con una masa en una mano y un cincel en la otra y frente a el una gran roca que en la parte inferior había adoptado ya la forma humana, pero que en la parte superior era, aún, una masa informe. Este escultor tomaba de pronto la masa y el cincel, los apoyaba sobre la roca y la golpeaba a veces más fuertemente, a veces más sutilmente. Así, de a poco, iban saltando los pedazos de granito y aquella roca iba adquiriendo una forma armoniosa, delicada y bella.

-Siga.

-Así seguía día tras día aquel paciente escultor hasta que un día, cuando se encontraba tallando la cabeza, pasó por el lugar un peregrino, muy sensible, poseedor de dones especiales que, tras el golpe que asestó el escultor sobre la frente ancha de su creación, alcanzó a escuchar un gemido de dolor. Aquel peregrino alcanzó a escuchar nítidamente el gemido de la roca.

-¡Hum!

-Se detuvo frente al escultor y su obra y mientras contemplaba su trabajo sentía que detrás de cada golpe se escuchaba un ¡ay! No pudiéndose contenerse más le preguntó al artista, en la firme convicción de que él no escuchaba los quejidos de la roca: "¿No has pensado que cada golpe tuyo es un dolor para la roca?".

-¿Y qué respondió aquel escultor?

-"Lo sé -dijo mientras seguía cincelando- puedo escuchar los quejidos tanto como tú. Y aún más que tú me entristece el dolor de la roca". El peregrino se quedó perplejo ante el hecho de que el escultor hubiera descubierto el don que tenía de escuchar los sonidos de cada cosa de la creación, pero siguió preguntando: "¿Y por qué entonces persistes en darle golpes para darle forma?".

-¿Cuál fue la respuesta?

-El escultor se incorporó, tomó otra roca y pasó la mano sobre ella. De inmediato, y mágicamente, quedó formada una figura sorprendente. El peregrino se maravilló, se dio cuenta de que no estaba frente a un simple escultor y exclamó: "¡Ya ves, puedes lograrlo sin tantos golpes". "Sí -dijo el escultor-, pero ésta no está llamada sino a ser apenas una estatua, en cambio aquella -y señaló la obra gimiente-, aquella será algo bello, esplendoroso, conmovedor muy valorable y puro".

-¿Qué quiso significar?

-Eso fue, precisamente, lo que preguntó el peregrino. Entonces el escultor mirándolo le respondió: "Cada golpe del cincel es un pequeño o gran dolor para la roca, pero sólo así esta obra se apreciará a sí misma y será apreciada por los demás. Su sublime valor estará dado no sólo por mi trabajo, sino por los golpes que debió soportar el material para ir formándose en una bella y atractiva creación a los ojos del mundo".

-Esto me recuerda al pedazo de madera que dijo: "¡ay!", cuando Gepetto comenzó a taller a Pinocho.

-Bueno, la recordada obra de Collodi es una gran alegoría.

-No hay sublimación, si no hay dolor.

-A veces, Inocencio, el ser humano se funde sufriendo el abrasador fuego al que lo somete el Gran Herrero, después vienen sus golpes sobre el yunque de la vida, pero sólo así, únicamente así, parecería que El moldea y convierte a todos en su gran y maravillosa obra.

-Hasta Mañana, si Dios quiere.

Candi II

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