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 sábado, 08 de octubre de 2005  
Inseguridad. Violento intento de asalto a un chofer en la zona sur de la ciudad
Un taxista salvó su vida de milagro al resistir un robo arriba de su auto
Se trabó en lucha con el ladrón y éste le disparó con una escopeta. El balazo perforó el techo del vehículo

El estruendo dentro del habitáculo del Renault 9 dejó a Juan Carlos Fernández, un taxista de 42 años, sordo por unos instantes. Una escopeta calibre 16, disputada en un forcejeo entre el chofer y el delincuente que la esgrimía, escupió una perdigonada a 20 centímetros de su cara y atravesó el techo del auto sin que, milagrosamente, llegara a tocarlo. El asaltante cayó detenido porque un móvil del Comando Radioeléctrico llegó a tiempo al ser alertado por un testigo circunstancial del atraco. Para Juan Carlos, a pesar del susto con mayúsculas que se llevó, la de antenoche no se trató de una experiencia inédita en su vida. Una vez, tres delincuentes en fuga lo metieron en el baúl del auto y lo dejaron en la provincia de Córdoba. En otra ocasión, recibió profundos puntazos en un brazo y en el tórax.

Para este hombre, padre de tres criaturas, no es caer en un lugar común decir que la madrugada de ayer nació de nuevo. Fernández trabaja siempre en horario nocturno. Arranca a las 6 de la tarde y termina diez u doce horas después. En diálogo con La Capital, aseguró que hoy por hoy no existen horarios seguros para trabajar. "De día también te pueden acostar. Los dos asaltos anteriores fueron de día", aclaró.

Antenoche Fernández dejó a un pasajero en Santa Fe y Cafferata. Allí mismo volvió a ocuparse con un muchacho de unos 20 ó 25 años. Era la 0.30 aproximadamente cuando el chofer, por pedido del viajero, encaró hacia la zona sur de la ciudad. "Lamadrid y Ovidio Lagos", cantó el joven. Cuando llegaron hasta esa esquina, el tipo que iba atrás le pidió que doblara hacia la derecha y fuera hasta Avellaneda. "Cuando estábamos llegando a un sector donde hay unos eucaliptus sacó una (escopeta) recortada y me la apoyó en la cintura", rememoró. A partir de ese momento, el conductor fue obligado a continuar viaje hacia el sur.

De esa forma, Fernández y el asaltante llegaron hasta Uriburu y Avellaneda. Después, el taxista tuvo que desviarse por un camino de tierra, introduciéndose ya en una zona de descampados y quintas. Fue allí, a los pocos metros, que el ladrón hizo detener al conductor y comenzó a despojarlo de sus pertenencias. Una billetera con 60 pesos, los documentos y el estéreo del vehículo fueron a parar a manos ajenas. Pero el delincuente no se conformó con ese botín y entonces exigió más, tal vez convencido de que la víctima guardaba más billetes.

"En un momento vi que tiraba para atrás el percutor de la recortada, como que iba a disparar. Y ahí nomás comenzamos a forcejear". La pelea dentro del taxi fue violenta, a tal punto que como consecuencia de las patadas y empujones que se prodigaron el taxista y el asaltante, la butaca del acompañante del conductor terminó descalzada. Pero lo peor sucedió cuando el ladrón finalmente jaló el gatillo.

A Fernández le tiembla la voz para describir la sensación que tuvo en ese momento: "No sabés lo que es el ruido de un escopetazo dentro del auto. Pensé en mis nenes. Y lo primero que hice fue mirarme el cuerpo, buscando la sangre".

Mientras sucedía eso, la policía ya estaba en camino. Un colectivero había presenciado el momento en que comenzaba el asalto, o al menos movimientos extraños dentro del Renault 9. La llegada del Comando Radioeléctrico se produjo cuando el caco aún peleaba con el taxista. El delincuente no tuvo tiempo de desprenderse del arma y enseguida quedó fuera de combate. Según fuentes policiales se trata de Gustavo Enrique Gómez, de 32 años, quien fue derivado a la seccional 19ª.
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Juan Carlos Fernández en su butaca y bajo el agujero que dejó el balazo.

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