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 domingo, 12 de diciembre de 2004  
De la época del Virreinato
En Morante parece no pasar nada. Pero allí se cifran más de dos siglos de historia.

Osvaldo Aguirre / La Capital

Oratorio Morante es una población tan pequeña que con frecuencia no suele ser individualizada en el mapa de la provincia. Es probable que pocos sepan que en 1975 fue declarado lugar histórico por el gobierno provincial y que allí, donde parece que no pasa nada, ocurrieron muchos de los sucesos decisivos de nuestra historia.

La historia se remonta a 1779, cuando Juan de Pereda y Morante, sargento mayor del Ejército Real, fue designado alcalde de la Villa del Rosario por el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo. En recompensa por sus servicios -que cumplió en forma intermitente hasta 1816- se le otorgó un rectángulo de tierras que se extendía a lo largo del arroyo del Medio. Allí fundó una de las primeras estancias del sur santafesino, donde se estableció con su esposa, Antonia del Pozo y Jiménez.

La mujer hizo edificar en la estancia, junto a la casa de la familia, un oratorio al que llamó con el apellido materno de su marido. Según estima el historiador Marcos P. Rivas, la construcción tuvo lugar en el último tercio del siglo XVIII, ya que en su testamento, fechado el 16 de marzo de 1810, indicó: "hace muchos años que mantengo en mi estancia del arroyo del Medio un oratorio en cullo (sic) cuidado y aseo he puesto el mayor empeño, deseando la subsistencia suya aun después de mis días".

En ese testamento, Antonia del Pozo dispuso donar una superficie de dieciséis cuadras cuadradas para que se construyera un pueblo en torno al oratorio, junto al cual fue luego habilitado un cementerio. La inauguración oficial del oratorio se produjo en 1826, siendo el primer sacerdote Pascual Silva Braga, quien viajaba a caballo desde Rosario para cumplir los oficios religiosos. Los primeros registros de casamientos y bautismos datan de 1850.

Después de la muerte de Antonia del Pozo, su esposo volvió a casarse con Inés Sánchez. A la muerte de ambos, la estancia fue objeto de un largo litigio entre los herederos. Mientras tanto, Estanislao López designó el 12 de febrero de 1834 al capitán Ramón Godoy como administrador del Oratorio.

"Como todas las poblaciones del coloniaje -dice Rivas-, el Oratorio de Morante se convirtió en posta, fue luego fortín y posteriormente comandancia". Allí el comandante Ramón Sorayre opuso el fuego de dos cañones a un ataque de indígenas, el 28 de noviembre de 1839, y contuvo su avance a Rosario. Alrededor de la capilla se formó un pueblo en el que se radicaron familias que escapaban de las guerras civiles y de los malones.

La posta se encontraba cerca de la capilla, sobre la margen derecha del arroyo del Medio -de donde tomó su nombre original- y el camino real al Alto Perú. El capitán Sebastián de Undiano y Castelú pernoctó en el lugar en 1779 y dejó escrito que la casa ofrecía un buen cuarto para los pasajeros, se "hallaba bien proveída" y tenía una arboleda de duraznos.

En un informe redactado en 1813, el visitador de postas Eugenio Balbastro detalló que la posta del arroyo del Medio, a cargo de Juan Francisco Benítez, ofrecía "agua permanente" y "un cuarto de siete por cinco varas, con cinco catres" para los huéspedes. Se criaban caballos, ovejas, aves y ganado vacuno y la antigua arboleda era una huerta de duraznos.

En 1825 la posta pasó a llamarse de Vergara, en alusión a su nuevo propietario. Allí, el 22 de junio de 1839, cayó fusilado Domingo Cullen, por orden de Juan Manuel de Rosas. Los restos de Cullen, que había sucedido a López en la gobernación de Santa Fe y luego renunció, fueron exhumados el 4 de septiembre de 1840 por el ejército de Juan Lavalle y trasladados en carreta a la capital provincial, para depositarlos en la iglesia de Santo Domingo.

"A la noche siguiente -dice Rivas- pasaba el ejército por el Oratorio de Morante, en el que se encontraban refugiadas numerosas familias, las que no lograron salvarse de actos de auténtica barbarie. Refiere el general (Tomás de) Iriarte en sus Memorias que la soldadesca abandonaba la columna para dedicarse al pillaje con tal desenfreno que una partida federal alcanzó el Oratorio la misma noche, degollando a todos los soldados que encontró".

El 17 de septiembre de 1861 las fuerzas de Bartolomé Mitre se impusieron a las de Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón. Diecisiete de los muertos fueron enterrados en el cementerio de Morante, junto a la capilla. Las vicisitudes de la política provincial hicieron que la capilla cayera en el olvido y el descuido, por lo que el 17 de marzo de 1894 el comandante Matías Barrera pidió al gobernador Luciano Leiva su reconstrucción.

La celebración de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre, fue en sus primeras celebraciones motivo de fiesta y de reunión social. Había carreras de caballos, juego de taba y disputa de sortija y músicos y payadores acudían para animar bailes.

El Oratorio de Morante, destaca Rivas, "vio pasar los primeros ejércitos libertadores. Acudieron al resguardo de sus muros las gentes aterrorizadas por el horror de los malones y el avatar de las guerras civiles. Las viejas campanas de su rústica espadaña tañeron a manera de responso cuando las fosas excavadas en sus contornos se cerraron sobre los muertos de Pavón". Historias que habrá que recuperar.
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