| sábado, 04 de diciembre de 2004 | Sin industria no hay salvación Hacia mediados de la década de los 70 las ventas de los productos manufacturados de Argentina al exterior superaban el 50 por ciento de las ventas totales del país. Entonces, cuando se produjo el golpe de Estado de 1976 se nombró como ministro de Economía al mas conspiscuo representante de la oligarquía terrateniente agropastoril: Martínez de Hoz. Instalado en el poder pronunció la siguiente frase: "Si hay que destruir a la industria nacional para destruir al peronismo, voy a destruir a la industria nacional". Con esa decisión se destruyó todo el aparato productivo y se transformó a la Argentina en un cementerio de fábricas. Después, con el advenimiento de la democracia empezaron las mentiras de los sucesivos presidentes. Alfonsín dijo que iba a levantar las persianas de las fábricas; Menem propuso una revolución productiva; De la Rúa se volcó a la especulación financiera; Duhalde se convirtió en el salvador de la mafia política, financiera y bancaria. Ninguno de los nombrados se preocupó por recuperar la economía de producción. Kirchner, cuyos orígenes y formación ideológica están en las antípodas de un proyecto de país industrial, deberá entender y aceptar que la situación de los argentinos va a seguir igual o peor de la que estamos viviendo si se continúa con el actual modelo de intercambio de productos primarios a cambio de manufacturas de los países industrializados.
Ricardo Carreño
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