| domingo, 19 de septiembre de 2004 | Un acto de memoria social Mi ejemplar del "Nunca más" está subrayado, escrito, marcado en cada página con letras y tintas diferentes hechas a lo largo del tiempo. Señalan algunos de los párrafos que me encogieron el corazón la primera vez que los leí y que siguen estremeciéndome. La palabra de los testimonios, algunas de esas fotos, los croquis que repiten la organización en serie de calabozos y "contenedores" de personas encierran mensajes poderosos que exceden siempre mi capacidad de decir, aunque lo intente una y otra vez; son, en realidad, puertas que abren sobre un gran hoyo negro.
La primera vez que leí el Informe de la Conadep, lo primero que busqué fue la referencia a los lugares que conocía y mi propio testimonio; verlo ahí, impreso, en medio de los otros, fue un alivio porque le daba una realidad "material" a mi memoria. Ubicar lo propio como parte de algo mayor, distinto y siempre idéntico a sí mismo, me ayudó a "colocar" lo vivido, es decir, a recordarme como una entre otros, ni más ni menos, pero también a reconocer la dimensión gigante de lo ocurrido, su extensión y su profundidad. Creo que el "Nunca más" ha tenido ese papel enorme: materializar nuestra memoria colectiva no en un documento sino en una serie de testimonios estremecedores, que "traen" a nosotros fragmentos de "lo que fue" para permitirnos reabrir lo vivido desde las necesidades de los distintos presentes.
El Informe de la Conadep fue, en sí mismo, un acto de memoria social. Hay una minuciosidad amorosa y obstinada en el "Nunca más", que excede el "informe" para entrar francamente en el espacio de construcción de la memoria colectiva. Uno encuentra los datos, las cifras, las gráficas que proponen una forma de organizar la información, pero sobre todo encuentra a las personas: sobrevivientes, familiares y también milicos. Por eso, aunque en un sentido estricto se trate de un "archivo" constituye, en todo caso, un archivo que recoge memorias y que permanece abierto y articulable a ellas.
Las muchas voces que recoge el libro no se cierran en torno a un discurso único sino que ofrecen claves de comprensión de la triste historia del terrorismo de Estado; no una sino muchas "llaves" que abren la posibilidad de cambiantes -y siempre insuficientes- formas de interpretación. Una y otra vez recorro consternada las historias y me reconozco en la imagen del hombre que aparece en la página 162: sentado en la que seguramente fue su celda, no termina de comprender y es hoy un instrumento para el trabajo interminable de pensarnos.
Pilar Calveiro, ex detenida en la Esma, es autora de Poder y desaparición. enviar nota por e-mail | | |