| domingo, 19 de septiembre de 2004 | Argentino empató sobre la hora Elbio Evangeliste / La Capital Puntazo. Lo mire por donde se lo mire. Es triste decirlo, pero para un equipo que venía de capa caída, con cambio de entrenador incluido, con algunas palabras desafortunadas de parte del DT durante la semana y un clima que no era el ideal, no perder suena agradable a los oídos. Por eso el empate que Argentino rescató frente a Almirante Brown (1 a 1) fue tan festejado. Encima se logró en la última jugada del partido, un detalle que estadísticamente no dice nada, pero que desde lo anímico da un mayor empuje. Claro que un análisis en frío dirá que el punto fue demasiado premio, pero lo importante era no perder. Y así lo pensó Comisso, quien apostó a un equipo luchador (no había ningún delantero en el banco de suplentes).
Hoy el ánimo del plantel salaíto es otro y seguramente la creencia de que la levantada es posible será mayor que hace apenas algunas horas. Claro que para que eso suceda se deberá crecer desde lo futbolístico si se tiene en cuenta que para lograr lo que se logró se haya tenido que contar con la mala fortuna de los delanteros aurinegros y con una gran tarde de Andrada.
Falta de ideas y una cierta cuota de nerviosismo fueron una constante en el juego salaíto. Sólo contrarrestado por un alto grado de compromiso y de amor propio que llevaron al equipo a pelear hasta lo último. El único y gran mérito.
La ventaja para Almirante (Flavio Fernández convirtió a los 33') sonó exagerada en los primeros 45 minutos, ya que ninguno de los dos equipos hizo demasiado para gozar de ese privilegio. Pero si en la primera mitad del segundo tiempo la puntería aurinegra hubiese sido otra y Andrada no hubiera respondido como lo hizo, los tres puntos habrían viajado hacia Isidro Casanova sin mayores objeciones.
Esta vez se puede decir que la suerte estuvo del lado de Argentino. Fueron esas definiciones truncas (dos de Ferreyra, una de Fernández y otra de Montiquín), las que le posibilitaron al sala sentirse vivo y con chances de soñar con, al menos, un puntito.
Y puntito tal vez hubiese sido si la volea de Sandro Sánchez en el corazón del área terminaba en la red o si el remate desde un ángulo cerrado de Raschetti no hubiera encontrado bien parado a Bustos en el primer palo, ambas jugadas con algo más de 20 minutos de juego por delante.
Pero como el desenlace no fue el esperado y los minutos parecían transcurrir más rápido de lo habitual, el córner en los últimos segundos, el remate en el palo de Torrico y la definición solitaria de Sánchez en el rebote cobraron mayor relevancia. Precisamente por eso, pero también por el magro presente y por el mal clima de la semana el empate significó no un punto, sino un puntazo. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Esteban Sachetto trata de llevarse la pelota ante dos marcadores mirasoles. | | |