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 sábado, 28 de agosto de 2004

Editorial
Inseguridad y política

La nueva manifestación en demanda de seguridad que se realizó anteayer en la Capital Federal no merece ser leída desde ópticas vinculadas con la intolerancia: el criterio a adoptar debería ser contestar con hechos concretos al reclamo. Pero también fueron desafortunadas las expresiones de fuerte tono crítico que realizó Juan Carlos Blumberg.

La masiva marcha que volvió a convocar anteayer frente al Congreso nacional Juan Carlos Blumberg y sus posteriores repercusiones políticas al más alto nivel obligan a una reflexión en torno del candente tema de la inseguridad, ya que si los protagonistas del debate que se ha abierto no son dueños de la madurez y ponderación necesarias se corre el riesgo de que un objetivo que debe unir a los argentinos se convierta en otro elemento que los separe.

   En un país cuya sociedad se halla fuertemente fragmentada tras la implementación de un modelo económico que agigantó las desigualdades resulta en extremo complejo satisfacer de manera simultánea los reclamos de todos los sectores. La Capital Federal se convirtió anteayer en escenario de dos fenómenos tan atípicos -si se piensa en los parámetros de una supuesta "normalidad"- como contradictorios. Por un lado, el "campamento" de los piqueteros llamados duros en la Plaza de Mayo, que fue virtualmente tomada durante veinticuatro horas; por el otro, la multitudinaria manifestación en demanda de seguridad que convocó el padre del asesinado Axel. Ambos paisajes aluden a realidades diamentralmente distintas, acaso semejantes en una sola cosa: el legítimo drama que las sustenta.

   La Justicia no es de izquierda ni de derecha, no es de pobres ni de ricos: es —debe ser— patrimonio de todos. La necesidad de combatir sin pausa el delito y eliminar de cuajo los secuestros no puede discutirse, ni corresponde atribuir intencionalidad política al perentorio reclamo de seguridad que efectuaron ayer setenta y cinco mil personas. Pero por otra parte, las demandas deberán evitar la intemperancia y la impaciencia: no se rectificará en días ni en semanas un panorama doloroso que tiene raíces profundas, alimentadas por los múltiples matices que ha adquirido la exclusión social en la Argentina.

   Es hora de fortalecer coincidencias y no de alimentar discrepancias. Los funcionarios —sobre todo, los de alto rango— deberían evitar entrar en polémicas con Blumberg, más allá de los inoportunos dichos de éste, y comprender en cambio que su representatividad posee fundamentos. La consigna debería ser contestar con hechos concretos, con gestión eficaz, a cada crítica o reproche.

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