| domingo, 04 de abril de 2004 | [Nota de tapa] Juan Alvarez, el intelectual que fundó la historia de la ciudad A cincuenta años de su muerte, la obra multifacética del autor de la "Historia de Rosario" se afirma con renovada vigencia Mario Glück Juan Alvarez fue uno de los más relevantes y destacados intelectuales que dio Rosario, con una personalidad múltiple y compleja, rebelde a los encasillamientos y difícil de aprehender. Sin embargo, si cabe algún tipo de síntesis, pueden plantearse tres dimensiones de su actividad y su legado; la del hombre de letras preocupado por la realidad social y política de su país; la del hombre público de una brillante trayectoria como juez y emprendedor cultural, y de una actuación política honesta, reformista, conservadora y a veces torpe y extemporánea; y la del creador de mitos y tradiciones que aún perviven sobre todo en nuestra ciudad y en la pampa gringa.
Sus datos biográficos ubican su vida entre dos momentos liminares de la historia argentina. Nacido en 1878, cumplía dos años cuando se consolidaba el proyecto de nación liberal que el mismo defendería hasta su muerte, en 1954, un año antes de la caída del peronismo, en parte sepulturero imaginario de aquél proyecto de nación. Nacido en los comienzos de la inmigración masiva, y formado en el seno de una familia cuyo patriarca, Serafín Alvarez, era un republicano español exiliado, las discusiones sociales, políticas y religiosas formaban parte de la charla cotidiana. Así el joven Juan Alvarez, fue construyendo una personalidad particularmente sensible a los cambios que se producían en la sociedad argentina. Estudió en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, escuela de formación de las clases dirigentes de la época, donde se recibió con una tesis que fue evaluada por Bartolomé Mitre. En su formación juvenil tampoco faltó el viaje iniciático, pero, a diferencia de otros contemporáneos suyos, viajó hacia tierras exóticas como Tahití, Nueva Zelanda y Sudáfrica.
Alvarez vivió la mayor parte de su vida en Rosario, cimentando una red de relaciones que incluían una familia numerosa, amistades en la élite empresarial y profesional de la ciudad, y vínculos importantes con el emergente campo intelectual argentino.
DE PENSAMIENTO LIBERAL La producción de Alvarez se inaugura con el libro "Orígenes de la Música Argentina" (1908), dedicado a combatir la ola de nacionalismo telurista que empezaba a dominar en las vísperas del Centenario. Su objetivo era demostrar cómo un elemento cultural como la música no era susceptible de ser buscado desde el fondo de los tiempos, al igual que tampoco las raíces de la nacionalidad, que era para él un elemento momentáneo en la vida histórica. Por lo tanto no había que buscar en el pasado la esencia de la nacionalidad sino en el futuro. Poco tiempo después escribe el "Ensayo sobre la historia de Santa Fe", en el que tiene la misma fe en el progreso, al punto que niega entidad a la historia argentina antes de 1853.
Los conflictos sociales y políticos lo impulsan a su estudio "Las Guerras Civiles argentinas" (1914), libro que busca una explicación de los distintos momentos de guerra civil, desde el punto de vista económico, con el objetivo explícito de encontrar respuestas que sirvan para prevenir guerras civiles futuras. La primera guerra mundial y la Revolución Rusa provocaron una crisis en el pensamiento de un liberal como Alvarez, que lo llevan a escribir dos textos, de una temática filosófico-jurídico-política como "Estudio sobre la desigualdad y la paz" y "La Paz Mundial", trabajos en los que, sin abandonar el credo liberal, asume la crisis de ese pensamiento y sus limitaciones para dar respuestas a un mundo que estaba lejos de seguir el camino sin obstáculos hacia el progreso.
El liberalismo de Alvarez también entró en crisis con los cambios políticos de la Argentina a partir de la ley Sáenz Peña, que inauguró un nuevo régimen, cuya legitimidad estaba dada en el voto y la ampliación de la participación popular en la vida política. Frente a esto hizo nuevas propuestas de ingeniería institucional, de programas educativos, para la ciudadanía y en especial para las clases dirigentes y los funcionarios estatales. Los cambios económicos disparados por la crisis del 30 también motivaron la reflexión de un Juan Alvarez cada vez más conservador, cuya incertidumbre frente a los nuevos rumbos lo impulsó a escribir su última gran obra: la "Historia de Rosario".
La variedad de campos que dominó era propia de la erudición universal de un hombre del siglo XIX, sin embargo el tratamiento y la forma de trabajo eran las de un especialista contemporáneo. Investigaba a partir de hipótesis motivadas por los problemas de su presente, y después las confrontaba con posibles pruebas empíricas, para finalmente enfrentar la crítica de los especialistas, todo ello con una rigurosidad que lo alejaba del ensayista y del simple publicista de ideas. Así, en uno de los trabajos más alejados de sus preocupaciones fundamentales, como "Orígenes de la música argentina", investigó como un folklorólogo, trabajando fuentes de primera mano, consultando con especialistas de la época como el antropólogo Juan Bautista Ambrosetti, coleccionistas como Lehmann Nietzsche, musicólogos como el catalán Felipe Pedrell. Las consultas las realizaba por correo, medio que también utilizó para enviar los trabajos ya terminados y publicados a quiénes podían hacer una crítica erudita.
De esta manera intelectuales de la talla de Miguel de Unamuno, Felipe Pedrell, Estanislao Zeballos, Adolfo Saldías y Manuel Gálvez recibieron y comentaron el ensayo. Los comentarios quedaron muchas veces en el escritorio de Alvarez y otras veces fueron también publicados en los diarios y revistas más prestigiosos de la época. Una metodología similar adoptó para sus trabajos más relevantes, tomando la actitud de un moderno investigador científico, que se ve en la obligación ética y académica de confrontar sus investigaciones ante sus pares.
POLITICO SIN PARTIDO En su faceta de hombre público tuvo una carrera ascendente en el poder judicial, empezando desde los más modestos cargos hasta culminar como Procurador General de la Nación. Allí tuvo una actuación que fue discutida a veces, pero siempre reputada de honesta, y con fallos y dictámenes magistrales. Como emprendedor cultural fue el autor y director de proyectos exitosos como la Biblioteca Argentina, en 1910, uno de los organizadores de la Sociedad de El Círculo, y otras tantas instituciones culturales de la ciudad. También fue autor del primer proyecto de Universidad Nacional de Rosario, presentado en el parlamento nacional por Joaquín V. González en 1913 y de un futuro Instituto de Ciencias Políticas para la formación de cuadros en la administración pública. Ambas iniciativas fueron inicialmente malogradas, o como en el caso de la universidad, subsumida en la creación de la Universidad Nacional del Litoral en 1919.
Alvarez se definía como apolítico. Quizás sea más preciso llamarlo apartidario, ya que no tuvo militancia partidaria pero sí actuación y opinión política. Fue secretario de la Intendencia durante el mandato de Isidro Quiroga, en 1910, una de las administraciones municipales más reformistas que conoció la ciudad. En 1919 formó parte, con lo más selecto de la élite empresarial, profesional y política rosarina, de la formación de la sección local de la Liga Patriótica Argentina. Su última actuación política fue en octubre de 1945, en una gestión abortada, y que determinó su retiro de la vida pública (ver nota aparte). Sus opiniones políticas oscilaron entre una aversión a cualquier forma de populismo, y una confianza en la posibilidad de actuar, desde el Estado, en reformas correctivas de las desigualdades sociales y las asimetrías del desarrollo económico argentino.
UN INVENTOR DE TRADICIONES Su racionalismo radical lo hizo enfrentarse con los mitos culturales argentinos de una manera consecuente. Así batalló contra aquellos que buscaban el origen de la nacionalidad antes de la Constitución de 1853 y contra mitos populares como el de Juan Moreira. También se enfrentó a los que buscaron un fundador para ciudad en Francisco de Godoy, como si ese fuera un elemento indispensable para crear una tradición.
Pero la tarea de derrumbar mitos supone a veces poner otros en su lugar, y de alguna manera eso es lo que hizo Alvarez. En su visión, la nacionalidad no estaba ni en el pasado indígena, ni en la época hispánica, ni siquiera en la Revolución de Mayo -aunque esta fuera un antecedente-, sino en la Constitución del 53 y el proyecto alberdiano de una nación abierta a "todos los que quieran habitar el suelo argentino".
Rosario, por su parte debía crear su identidad, a partir de reconocerse como "Hija de su propio esfuerzo". Así su "Historia de Rosario" es un desarrollo cuidadosamente elaborado de esta frase, que es su hipótesis de trabajo y al mismo tiempo el mito que construye. Como hipótesis de trabajo se podría traducir como una ciudad que nació con el capitalismo, casi sin antecedentes coloniales o feudales. Como mito, se desarrolla en una narración en la que los protagonistas principales son los emprendedores, generadores de la riqueza económica y cultural, que eclipsan con su actividad a los héroes políticos y militares. El éxito de ese mito identitario puede verse aún hoy, en las discusiones políticas en las que se ve a Santa Fe dividida entre un norte burocrático y patricio, contrapuesto a un sur dinámico, progresista y moderno.
LA HERENCIA Se dice que el valor de un autor clásico está en que admite relecturas permanentes y nuevas interpretaciones, a veces contradictorias entre sí. La obra de Alvarez recibió múltiples lecturas, siendo reconocida tanto por la historiografía liberal, revisionista, y las distintas corrientes de la historia económica y social. Todos vieron sus trabajos o alguno de ellos en particular, como punto de partida de sus propias hipótesis, sin preocuparse demasiado de su obra como totalidad. Su "Historia de Rosario" generó tanto una historiografía que se propuso entender las particularidades del desarrollo de la ciudad, como simples panegíricos de homenaje a los "Prohombres de la ciudad".
Su actuación pública fue considerada tanto conservadora y reaccionaria, como reformista, y respetuosa de las instituciones republicanas. Por ejemplo su intervención en 1945 sirvió para que a la postre el antiperonismo lo considerara como un símbolo y como mártir. Algunos peronistas lo rescataron de esa apropiación reivindicando sus obras, particularmente "Las Guerras Civiles". Sin embargo todos coincidían en un punto: la honestidad con la que Alvarez se había desempeñado.
Juan Alvarez es una personalidad múltiple y compleja, y su legado se corresponde con esto, pero como toda herencia intelectual de valor, es y debe ser legítimamente apropiada por otros.
Mario Glück es profesor en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales enviar nota por e-mail | | Fotos | | Alvarez al bendecirse la piedra fundamental de la Biblioteca Argentina. | | |