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 miércoles, 31 de marzo de 2004

Argentina venció a Ecuador sin jugar bien

Argentina, con todas las estrellas reclamadas por el público, le ganó a Ecuador por 1-0 con pena y sin brillo. Un oportuno gol de Crespo evitó otro triste capítulo del conflictivo romance entre el conjunto de Bielsa y los hinchas, marcado por un fútbol carente de identidad. Ni siquiera la disposición en la cancha de D'Alessandro, Aimar, Crespo, Tevez y Riquelme alcanzó para alterar la fisonomía colectiva de un conjunto automatizado, que no deja margen para la inspiración individual.

Independientemente del rendimiento, Argentina ocupó en forma transitoria la punta de las eliminatorias con 11 unidades, hasta que hoy jueguen Paraguay y Brasil, con 9 y 8 puntos, respectivamente.

Argentina tuvo anoche una noble propuesta: atacar masiva e indiscriminadamente. Y una forma de ejecutarla obstinada, repetitiva, dinámica en exceso, como un equipo enceguecido, obsesionado con recomponer la relación con la gente en base a sucesión de llegadas al arco rival en el menor tiempo posible.

Contra la lógica que puede suponer la diferencia de audacia en los planteos, Argentina no fue superior a Ecuador, aunque sí manejó el partido.

Pero en lo concreto del juego no hubo grandes distancias y más aún, las llegadas más claras fueron para los visitantes.

Argentina se aproximó con tres cabezazos de Ayala, Heinze y Sorín y con un remate foribundo de Crespo que le quemó las manos a Cevallos, en una jugada que, curiosamente, provino de un contraataque. Ecuador, más sencillo y recatado, tuvo un disparo de Reasco que rozó el palo derecho, otro de Ayoví que devolvió ese mismo parante a la media hora de juego y un remate de De la Cruz que paralizó varios corazones, a los 39'.

Para el complemento llegaron los cambios: adentro Tevez desde el arranque y Riquelme a partir de los 10 minutos, Delgado ocupó el costado izquierdo del ataque y Lucho González se adelantó un poco más. ¿El resultado?, el mismo. Argentina no logró despojarse de esa impronta de equipo atolondrado, que corre más de lo que piensa, que es incapaz de darle un mínimo de libertad a sus jugadores para romper ese sistema mecánico con el que funcionan los equipos de Bielsa.

Pero por esas cosas del fútbol, Argentina encontró el gol en el momento previo al comienzo de una reprobación generalizada, propia de la impaciencia por ganar en la media hora final.

Después de un susto, D'Alessandro, rápidamente habilitado por Cavallero, sirvió a Crespo, quien en un gesto técnico de goleador enganchó hacia el centro y colocó un violento derechazo en el palo izquierdo de Cevallos.

Fue la instancia salvadora de la noche porque, a juzgar por lo que hizo luego, Argentina hubiese sido incapaz de abrir el marcador con los nervios del reloj a cuestas.

El resto del partido se desarrolló entre el tenso silencio del público y la apatía de un equipo argentino que sigue sin brillar.

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Argentina festejó el gol de la victoria.

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