| miércoles, 17 de marzo de 2004 | Atentado en Madrid Duele, claro que duele. Pero el dolor no expía las culpas. Jamás las sociedades son inocentes de las atrocidades que las sacuden. Por más aberrante, brutal e injustificable que sea el atentado en Madrid, tiene un motivo de haber ocurrido allí. También tiene responsables incalificables, pero insisto: ocurrió allí por alguna razón. Analizar por qué decidieron matar con este hecho terrorista a cientos de españoles, no implica justificar la matanza. Implica entender por qué ocurren las cosas, por más horrorosas que sean. Aznar decidió acompañar a Estados Unidos, junto a Inglaterra, en la cruzada moralizadora que acabaría con Saddam Hussein y las armas de destrucción masiva que el tirano musulmán esparciría sobre el mundo civilizado. Rapiñar algo del mar de petróleo sobre el que está situado el suelo de Irak, terminó siendo la verdadera razón de la matanza que aún no acaba en el convulsionado paisito del mundo árabe. La venganza sobre los invasores fue jurada y está en marcha. ¿Justifica esto lo de Madrid? Claro que no, pero encamina el entendimiento hacia una respuesta más racional que apresurar las culpas sobre la bestial ETA. Los argentinos sabemos de esto, porque durante una década elegimos gobernantes que con sus actitudes incitaron las matanzas de la embajada de Israel y la Amia, y las encubrieron después. Nosotros también elegimos y después tuvimos que llorar a nuestros muertos.
Lalo Puccio
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