Giampiero Gramaglia
Washington.- La guerra que Estados Unidos llevará adelante contra el terrorismo internacional será "sucia" y nada convencional. En este sentido, el presidente George W. Bush ratificó ayer indicaciones acordes, utilizando para incitar a la caza del terrorista integrista Osama Bin Laden términos de sheriff del lejano Oeste. Existen incluso versiones en el sentido de que "los espías del cielo" han sido reprogramados para ubicar finalmente al millonario saudita. El vicepresidente Dick Cheney invitó a la CIA a "ensuciarse las manos", pues "trabajar con los buenos no siempre es suficiente para descubrir qué hacen los malos". El secretario de Estado, Colin Powell, reconoció que la norma de ley que impide matar a un líder extranjero "está en discusión". El secretario de Defensa Donald Rumsfeld anunció que las fuerzas adiestradas en la guerra no convencional tendrán un rol importante. Y el secretario de Justicia, John Ashcroft, transmitió al Congreso un paquete de medidas que en otras circunstancias podrían haber hecho sobresaltar a algunos parlamentarios, como atentatorias contra la libertad, pero que en el actual clima del Congreso no serán cuestionadas. Los diarios norteamericanos han advertido claramente a la opinión pública. El New York Times ha ido bastante lejos y sostuvo que "la nueva guerra no será una guerra de ocupación", como lo fue, en el fondo, la Guerra del Golfo. Además, señaló que ninguna posibilidad debe ser descartada y que "el objetivo será poner término al apoyo de Afganistán al terrorismo, castigar a los talibanes y disminuir su control sobre el territorio". En suma, George W. Bush no cometerá el error de su padre, George Bush, que venció en 1991 a Irak en la Guerra del Golfo, pero dejó en el poder a Saddam Hussein. Para pelear en una guerra de este tipo, dice Rumsfeld, es necesario apuntar a fuerzas y operaciones especiales, es decir, infiltraciones en el territorio enemigo, acciones de sabotaje, individualización e "iluminación" de objetivos para hacerlos visibles a los cruceros, organización de movimientos de guerrilla y actividades de guerra psicológica. Para lograrlo, Estados Unidos dispone de fuerzas con capacidad para realizar operaciones especiales, entre los que se cuentan de 35 a 40 mil hombres, y de algunas siglas célebres: los Rangers y los Boinas verdes del ejército, las unidades Seal de la marina y los grupos tácticos especiales de la aviación. Rusmfeld dice de ellos que son "importantes para el país" y que "podremos necesitarlos en mayor número". Por un lado está el frente externo, pero también está el interno. En este sentido, el Washington Post analiza los "nuevos poderes" pedidos por la Administración para controlar mejor a los terroristas, comenzando por las interceptaciones telefónicas sin autorización. El Washington Times, más conservador, fue más duro y sostuvo que "la estrategia antiterrorismo exige que se permita el asesinato". El Congreso de Estados Unidos comenzó inmediatamente el examen de las medidas solicitadas por el ministro Ashcroft, que sirven para dar a los investigadores poderes de vigilancia y control, sobre todo, en el marco de los sistema de comunicación. Las medidas prevén mayor libertad de denuncia para los investigadores, una extensión de los plazos de detener a extranjeros sospechados de actividades antinorteamericanas y penas para los cómplices más severas que las actuales, iguales a las que se aplican en casos de espionaje. "Hay que apresurarse", dijo la portavoz de Ashcroft, Mindy Tucker, porque en Estados Unidos "podría aún haber personas que tengan relaciones con el terrorismo". La opinión pública aún bajo el impacto de los hechos admite que está dispuesta incluso a admitir limitaciones a la propia libertad si eso ayuda a la lucha contra el terrorismo. (Ansa)
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